100 metros: Otra tremenda realidad

El deporte siempre ha servido para mejorar la vida de las personas. Y, al mismo tiempo, es una forma de poner a prueba la capacidad de superación del ser humano. Un hombre o una mujer que intenta disputar y terminar un Iron Man es, sencillamente, impresionante. Si son enfermos de esclerosis múltiple se convierten en héroes

19 jun 2018 / 10:50 h - Actualizado: 15 jun 2018 / 07:19 h.
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  • Dani Rovira. / El Correo
    Dani Rovira. / El Correo
  • Karra Elejalde y María de Medeiros. / El Correo
    Karra Elejalde y María de Medeiros. / El Correo
  • Cartel de ‘100 metros’. / El Correo
    Cartel de ‘100 metros’. / El Correo

Algunos deportes pueden representar auténticos disparates para los que no los practican. El esfuerzo que demandan es abrumador para la mayor parte de las personas.

Una de las pruebas más duras jamás realizada por el ser humano es esa que se conoce como Iron Man. Desde luego, es la más exigente de las que se realizan en un solo día. 3,9 kilómetros nadando en mar abierto; 180 kilómetros en bicicleta y en solitario (no se puede rodar en pelotón o a rueda de otro corredor) y 42,2 kilómetros corriendo, es decir, una maratón. Son cifras que asustan, que imponen respeto, que resultan inaccesibles para cualquiera que practique deporte con normalidad o que, por supuesto, no lo practique.

Existen, también, pruebas demoledoras, impensables y crueles, que los seres humanos deben superar. Pero esas no tienen nada que ver con el deporte. Tienen que ver con la salud. Y una de ellas es la esclerosis múltiple. Esta es una de las enfermedades más temibles que se conocen. Es una enfermedad neurológica de naturaleza inflamatoria y autoinmune. Aparece en forma de brotes que pueden ser gravísimos o leves; que se producen sin una frecuencia calculada ni esperada. Cuando llegan, llegan. Se producen trastornos sensitivos y motores en extremidades, problemas ópticos o ataxias (estos son algunos ejemplos aunque el catálogo es amplio y descorazonador). Además se puede producir algún tipo de déficit cognitivo. En fin una enfermedad de una brutalidad desmesurada con el que la padece y que termina deprimido, ansioso, irascible o asustado durante las 24 horas del día. Un horror.

100 metros es una película escrita y dirigida por Marcel Barrena; cuenta cómo un tipo joven, con un futuro profesional y personal envidiable, comienza a sufrir la esclerosis múltiple y cómo logra terminar un Iron Man después de pasar grandes padecimientos durante la prueba.

En la película se habla de superación personal, de relaciones interpersonales, de incomprensión en el ámbito empresarial, de segundas y terceras oportunidades, de amor, de odio, de integración imposible. Se trata de dibujar un problema desde una perspectiva humana. Y el realizador intenta imitar esa montaña rusa en la que se convierte la vida de un enfermo de esclerosis múltiple. No termina de conseguirlo y la sensación en el espectador es más la de enfrentarse a cosas que se quedan a medias, la falta de profundidad en el desarrollo, y no esa carrera loca que lleva a las personas de un extremo a otro.

Dani Rovira intenta despegarse del estigma que la comedia representa para él como actor. Esta es una vieja historia que muchos artistas han protagonizado y que unos ganaron y otros perdieron sin remedio posible. Rovira, de momento, está entre los perdedores. Su trabajo es correcto, pero no trasmite, no encanta, no seduce. Le falta mucho a este actor para que los registros se ensanchen. Y, todo hay que decirlo, esta película parecía diseñada, entre otras cosas, para que Rovira lograse deshacerse de esas marcas tan incómodas.

Karra Elejalde, que fue nominado como mejor actor de reparto para los premios Goya, sí está muy bien. Logra un nivel más que notable en el territorio dramático y, junto con Rovira, eleva las situaciones cómicas hasta alturas considerables. Les acompañan Alexandra Jiménez y María de Medeiros. Y están estupendas aunque sus papeles son cortos y no dejan espacio al lucimiento.

Bien la fotografía, bien el montaje, bien el vestuario... Bien. Pero esa tendencia a la lágrima fácil que siempre invade este tipo de películas se convierte en un lastre difícil de superar. Excesivo, tramposo y penoso. Habrá espectadores que disfruten con esta carga de almíbar, pero cinematográficamente es de dudoso valor. En cualquier caso, no esta mal que estos temas se traten en el cine. Es bueno conocer en qué consiste la realidad de todos.

Ya saben, si les gusta el deporte, si no les importa echar unas lágrimas, si quieren reírse con algunas escenas que por patéticas se convierten en cómicas, si quieren disfrutar de una bonita fotografía y una atractiva banda sonora, vean 100 metros.