‘55 días en Pekín’, todos contra los chinos y los chinos contra todos

La película ‘55 días en Pekín’ se rodó como se pudo. Cambios de guion constantes, enfado de los actores y constante de Ray con Ava Gardner, que se dedicaba a beber mucho y dormir poco... Con todo, es una de las mejores del género de aventuras de la historia.

15 abr 2015 / 18:37 h - Actualizado: 15 abr 2015 / 18:40 h.
"Cine - Aladar","Nicholas Ray"
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Mi barrio contaba con tres salas de proyección. El cine Granada, el Capri y el Sevilla. Salas grandes, butacas tapizadas con tela que parecía desgastada desde antes de estrenarse, cortinones en la entrada de terciopelo granate, acomodadores con cara de pocos amigos que dejaban la palma de la mano extendida al devolverte la entrada, un sonido catastrófico y magia, toda la magia del cine. Eran esos cines que conocemos como de sesión continua; esas salas en las que podías entrar y encontrarte en mitad de la película, justo al final o con el NO-DO. Y esa era parte de la magia. Entrar en una sala oscura, mirar una imagen y disfrutarla sin tener en cuenta la trama, escuchar la banda sonora que matizaba cualquier cosa que ocurriese. Esto último no me sucedió cuando vi por primera vez 55 días en Pekín.

La primera vez la pude ver desde el principio. Fui puntual. El resto (fueron muchas, muchas, muchas) las escenas que se proyectaban al entrar eran tan familiares que parecía no haberme movido del sitio en años. Y, una vez que acababa la película, vuelta a empezar. Los programas solían ser dobles, pero esta película era muy larga y se proyectaba sin compañera. Tardes enteras viendo cine. Tardes enteras viendo 55 días en Pekín.

Samuel Bronston trajo a España algunas de sus superproducciones. Esta sustituyó a La caída del Imperio romano. Ya estaban construidos los decorados y ordenó derribarlos y construir los nuevos para que Ray pudiera ponerse manos a la obra. Resultaron ser majestuosos, preciosos y detallistas. Al más puro estilo Bronston. La dirección artística es uno de los pilares sobre los que se soporta 55 días en Pekín.

Ray comenzó con un guión cerrado, pero no pudo resistir la tentación de cambiarlo cada día. Curiosamente dejó el final intacto. Charlton Heston se enfadaba a diario puesto que una de las condiciones que había puesto para aceptar el papel fue que el libreto estuviera acabado. Pero no dejó que eso supusiera un impedimento para lograr una actuación extraordinaria. Ava Gardner no tuvo grandes problemas con este asunto. Tal vez porque entre borrachera y borrachera le daba igual tener que decir una cosa u otra. Tal vez tenía bastante con disimular las ojeras, las bolsas debajo de los ojos y su proceso autodestructivo en general. Abotargada, encarnó un personaje que no terminó de explotar bien Nicholas Ray. La subtrama en la que se relata la historia de amor entre su personaje y el de Heston queda diluida en exceso. A otro que parece que no le afectó tanto cambio durante el rodaje fue a David Niven. Muy británico él, su personaje y todo lo que hace. Está espléndido durante toda la cinta.

Pero el que más acusó el pequeño desastre que se vivió en el rodaje fue el propio Ray. Terminó enfermando del corazón aguantando a la señora Gardner. Andrew Marton le sustituyó durante un par de semanas. Y eso se deja notar en el producto final puesto que las escenas que filmó tienen un carácter más épico de lo que Ray hubiera querido. Sin duda. Porque Ray buscaba más mostrar ese conflicto social que llega desde la religión, ese conflicto que afecta a personas en su intimidad, ese conflicto que puede acabar con culturas o al menos ponerlas en peligro. Una pena que los chinos quedasen tan desdibujados. Malos, tontorrones y poco más.

55 días en Pekín cuenta un hecho histórico incluyendo alguna licencia que no desvirtúa demasiado lo que pasó. A principios del siglo XX, las embajadas de ocho potencias mundiales se ven sometidas a un acoso violento por parte de los boxers. Durante 55 días, claro. Hasta que llegan tropas de refresco y acaban con el conflicto. Es la vieja historia de siempre. Los occidentales deciden cristianizar una parte del mundo para que puedan seguir el camino recto y, de paso, aprovechan para llevarse de allí todas las riquezas posibles. La excusa fueron los asesinatos de distintos religiosos cristianos occidentales. Por cierto, Ray si deja ver este asunto en la película aunque se olvida de las muertes violentas de cientos de cristianos chinos. Esto lo pagaban los americanos y le debieron sugerir que los detalles sin importancia los pasara por alto.

La trama principal se articula utilizando otras subtramas que se tratan de forma desigual. Aunque, todas ellas, sirven para hacer el desarrollo de la película más agradable y divertido. 55 días en Pekín resulta un trabajo fascinante. A pesar de mucho de lo que acabo de decir, resulta maravillosa. Una película de aventuras que indaga en problemas de los personajes que resultan universales, que recrea el Pekín de la época con esplendor, una película en la que se narra muy bien el relato. Contiene momentos inolvidables. La entrada de Heston en Pekín seguido por su compañía de fusileros, la flema británica que se derrama por toda la pantalla cuando Niven aparece y la escena de la fiesta en la que se encuentran los tres, resultan maravillosas.

Una anécdota. Esta película se rodó en España mientras vivíamos una dictadura larga y penosa. En una de las escenas, los embajadores de las potencias están reunidos para decidir si se quedan en Pekín o ponen pies en polvorosa. Y el español, muy digno, dice que en el diccionario de un español no se puede encontrar la palabra huir. La acción se desarrolla en 1900. En 1898 habíamos tenido unos problemillas en Cuba. No deja de ser gracioso escuchar algo tan estúpido. Aunque a Franco le debió encantar. ¿Casualidad o un guiño del guionista o del productor agradeciendo los servicios prestados?

La película sigue siendo una atractiva alternativa con la que pasar una tarde frente a la pantalla acompañados por los más pequeños. Sin NO-DO y sin sesión continua. Pero con toda la magia del cine alrededor.