Ana María Caro Mallén: La décima musa sevillana

12 may 2018 / 08:32 h - Actualizado: 08 may 2018 / 23:01 h.
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  • Sevilla. / Litografía de Alfred Guesdon
    Sevilla. / Litografía de Alfred Guesdon
  • Portada de ‘Valor, agravio y mujer’. / El Correo
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  • Portada de ‘El conde Partinuplés’. / El Correo
    Portada de ‘El conde Partinuplés’. / El Correo

Vivir con independencia en un tiempo en el que las mujeres sufrían la mayor de las reprensiones; se ignoraba cualquier tipo de derecho que pudiera asistirlas; eran cosificadas; y se hacía de una malentendida honra (centrada en su sexo) bastión de defensa frente a cualquier afrenta, era dificilísimo. Pero incluso entonces, algunas (pocas) mujeres lograron hacerse un importante hueco en un mundo que las desmerecía

La sevillana (o granadina según dónde se atienda) Ana María Caro Mallén y la madrileña María de Zallas fueron escritoras de éxito en el Siglo XVII y su fama les sobrevivió durante cierto tiempo. En el caso de María de Zallas hasta que la Inquisición la consideró demasiado provocadora. Es posible que tuvieran razón los inquisidores, porque María defendió posturas feministas en un momento y lugar poco apropiado. Mientras que la mayor parte de las mujeres españolas eran obligadas a permanecer en sus casas iletradas, sometidas a padres, esposos, hermanos o hijos, mujeres como ellas decidieron poner de manifiesto lo injusto de esta situación.

De Ana María Cano Mallén se dice que fue hija adoptiva de Gabriel Caro de Mallén y Ana María de Torres. En su partida de nacimiento indican que era esclava y es probable que sus progenitores fueran moriscos. Con este tipo de adopciones la Corona pretendía acabar con el problema social que suponían los mismos e incluirlos en la sociedad. La adopción se realizó cuando Ana tenía, al menos, diez años, pues se habla de ella como adulta y entonces la edad para ser juzgado como adulto era esa (sí, es una barbaridad como un templo). Poco se sabe de su vida, si se casó o no, si tuvo hijos... Pero parece poco probable que contrajese matrimonio pues se ganó la vida como escritora a nivel profesional, igual que María de Zayas. Y es que el matrimonio y los hijos complican la vida de cualquiera, pero de una mujer en el siglo XVII muchísimo más.

En 1628 ya se tiene constancia de su actividad poética, pues participó con una Relación en las fiestas que se ofrecieron en Sevilla a los mártires de Japón. Estos fueron un grupo de jesuitas y cristianos que fueron crucificados en 1597 en Nagasaki. Esta ejecución se enmarcó dentro de la persecución del cristianismo promovida para evitar la influencia de las potencias extranjeras en Japón. En 1627 los mártires habían sido beatificados y las fiestas se sucedían con más o menos entusiasmo por toda la cristiandad. Es necesario explicar también que las relaciones eran poemas centrados en las celebraciones del momento (civiles o religiosas), una especie de crónica periodística en verso. Se pretendía narrar el esplendor de las fiestas del momento y estaban dirigidas a todos aquellos que supiesen leer (aunque no fueran muchos, estaríamos ante la literatura de masas del momento). Eran unas obras bien pagadas por los poderosos a los que les interesaba hacerse propaganda, pues en muchos casos eran los promotores de esas fiestas. Eran contratos muy solicitados por los escritores del momento, un excelente medio de ganarse la vida al que tenían acceso los más conocidos y cercanos al poder. ¿Cómo logró una mujer originariamente esclava y morisca hacerse que la contratasen? Supongo que con buen hacer, excelentes contactos y moviéndose entre la aristocracia y el clero con soltura.

Tan buenos eran sus versos que, el propio valido del rey Felipe IV, el Conde-Duque de Olivares, requirió su presencia en Madrid para que realizase una Relación sobre la inauguración del palacio del Buen Retiro, la coronación de Fernando III de Hungría como Rey de Romanos y la llegada a Madrid de la princesa de Carignano. A Ana Caro le abonaron la friolera de mil trescientos reales, una suma más que respetable en ese momento.

Durante su estancia en Madrid conoció a la condesa de Paredes, que fue mecenas de mujeres literatas como Sor Juana Inés de la Cruz. También comenzó su amistad con María de Zayas, con la que se cree que convivió una temporada. Ambas dejaron constancia por escrito del aprecio que como escritoras se tenían. Ana María incluso llegó a componer una décima en honor a María Zayas. Al parecer la influencia de la madrileña, adalid de la lucha de la mujer por tener ciertas dosis de emancipación y autogobierno, se evidencia en la obra de Ana Caro y su obra de teatro Valor, Agravio y Mujer. En esa obra de teatro, enreda y traviste a la protagonista Leonor, que se convierte en Leonardo para salvaguardar su honor, ultrajado por Don Juan (siempre Don Juan) que, con promesa de matrimonio por medio, yace con ella para luego abandonarla por una noble llamada Estela. Lo interesante en esta obra es que ella misma se defiende, busca la forma de vengar su honra y no duda en vestirse de hombre o tratar de conquistar a la mujer por la que Don Juan la abandona y por supuesto, vengarse de este. Pero aún más, cuando se descubre el pastel, Estela (la otra enamorada) desprecia a Don Juan y ofrece a Leonor su amistad, en una muestra de inteligencia y solidaridad femenina que resulta llamativa en la época. Lamentablemente la autora buscaba el reconocimiento de las masas y optó por un final feliz en el que tanto Leonor como Estela contrajesen matrimonio. La primera lo hacía con el inconstante Don Juan y la segunda, con el hermano de Leonor (que había aparecido en la obra para salvaguardar también el honor de su hermana y convertirse en un personaje útil a la trama). Las mujeres de sus obras son inteligentes, activas y valientes. Toda una afrenta para la misoginia que campaba durante aquellos años, haciendo que la vida de muchas fuera un lugar de martirio, donde respirar con libertad resultaba misión imposible.

El cabildo de la Catedral de Sevilla fue también uno de los grandes apoyos de Ana, le encargó autos y loas sacramentales que se representaban por la ciudad durante las fiestas religiosas, abonando por ellas sumas de dinero importantes.

Ana Mallén gozó de reconocimiento por parte de algunos de sus colegas masculinos, como Juan de Matos Fragoso que, en su obra La Corsaria Catalana, se refiere a la pieza de teatro de la sevillana titulada El Conde Patinuplés como una de las más famosas del momento. Por su parte Luis Vélez de Guevara se refirió a ella como la «décima musa sevillana». Su obra abarca el teatro y la poesía. Sin embargo muy poca ha llegado hasta nuestros días y desde luego ha sido relegada de cualquier libro de texto (como tantas otras).

Se desconoce la fecha exacta de su muerte, pero se cree que falleció durante una epidemia de peste que asoló Sevilla en 1646, su entierro fue uno de los más costosos de la época y da una idea de la fama que tenía. Todo un éxito para alguien que nació en la esclavitud y que, en principio, parecía no estar llamada a hacer grandes cosas y mucho menos a vivir de su ingenio y arte.