Bogie y Baby

Humphrey Bogart y Lauren Bacall hicieron una pareja estupenda. Ella, una mujer espléndida, joven, inteligente. Él, un feo muy guapo, en un gran momento de su carrera profesional, cariñoso y divertido. Una pareja escandalosa para los tiempos que corrían.

15 feb 2016 / 08:03 h - Actualizado: 10 feb 2016 / 08:21 h.
"Cine - Aladar"
  • Bacall, Bogart y Monroe, durante la celebración de una fiesta en Hollywood. / El Correo
    Bacall, Bogart y Monroe, durante la celebración de una fiesta en Hollywood. / El Correo
  • Humphrey Bogart y Lauren Bacall, Bogie y Baby, estuvieron casados durante doce años. / El Correo
    Humphrey Bogart y Lauren Bacall, Bogie y Baby, estuvieron casados durante doce años. / El Correo
  • La pareja formada por Bogart y Bacall se mantuvo firme ante la persecución que sufrieron los profesionales de Hollywood durante la era McCarthy. / El Correo
    La pareja formada por Bogart y Bacall se mantuvo firme ante la persecución que sufrieron los profesionales de Hollywood durante la era McCarthy. / El Correo
  • La gran diferencia de edad no fue obstáculo para que Bogart y Bacall formaran una pareja sólida, / El Correo
    La gran diferencia de edad no fue obstáculo para que Bogart y Bacall formaran una pareja sólida, / El Correo

Una rubia muy guapa y un feo guapo, la pareja perfecta.

Él, Humphrey Bogart , nacido en Nueva York en 1899, siempre rebelde. De hecho lo expulsaron de la Universidad de Yale por su comportamiento; con la boca torcida, debido a una herida de la Gran Guerra, que le afectó a su forma de hablar; eterno fumador, el antigalán. Nadie pensaba que pudiera triunfar en el cine.

Ella, Betty Perske, también de Nueva York aunque veinticinco años más joven, bella, voz nasal y profunda mirada de soslayo debido a su timidez; comenzó en el cine prácticamente por casualidad.

No estaban llamados a encontrarse, no parecía que fueran a tener nada en común aunque, sin embargo, vivieron su gran historia de amor. Cuando se conocieron Humphrey ya había sido Rick; Bergman se subió al avión en Casablanca y él se quedó esperando París. Era ya una estrella en Hollywood y hombre casado por tercera vez con la también actriz Mayo Methot; matrimonio tormentoso donde los hubo. Ella tenía tan solo diecisiete años y trataba de abrirse paso en el mundo de la moda. No le iba mal, acababa de protagonizar la portada de la revista Harper´s Bazaar. Al verla, el director Howard Hawks quiso hacerle una prueba para su siguiente película. Desde el principio hubo química entre ellos. En contra de lo que pudiera parecer, había más cosas que los unía de las que los separaban. Bromeaban todo el tiempo, Bogart le llegó a decir que juntos lo pasarían realmente bien. La leyenda dice que un día, durante el rodaje de su primera película juntos, Tener y no tener, charlaban y bromeaban en el camerino de ella, entonces él le sujetó la barbilla y la besó. Después de un gesto tan Bogart, sacó de su bolsillo una cajita de cerillas y le pidió que le anotara su número de teléfono. Ella lo hizo, sin saber muy bien el porqué. Y ahí comenzó la historia. Humphrey era un hombre casado y aficionado al whisky, ella una jovencita que aún vivía en el hogar materno. El escándalo estaba servido. Él la llamaba muchas noches de madrugada, después de acaloradas discusiones con su mujer y algún trago de más, para que se vieran en una esquina, y ella se vestía encima del camisón y salía corriendo para verlo un rato. Algo totalmente reprobable para una joven judía de la época. Pero, «¿acaso no era excitante?» confesaría. Un año más tarde, con la oposición de la familia y de la industria, se casaron. Él le regaló a ella un silbato de oro, como conmemoración del enlace y de la frase más sexy que le dijo ella en la gran pantalla: «Sabes cómo silbar, ¿verdad Steve? Simplemente junta los labios... y sopla. Si me necesitas, silba».

Humphrey y Lauren hicieron desde siempre buen equipo. En pantalla saltaban chispas, según dijo su compañero de reparto Dan Seymur, antes incluso de que nadie supiera nada; por el modo de rodar las escenas de Tener y no tener se dieron cuenta de que algo estaba pasando. Tras la primera película juntos, filmaron varias más: El sueño eterno, La senda tenebrosa y Cayo largo.

Betty rechazó muchos papeles en aquella época, fue muy selectiva y no le importaba reconocer que su carrera siempre estaría a la sombra de la de su marido. Lauren estaba enamorada del carácter de su esposo, de su personalidad firme y de principios. Al contrario de los personajes que interpretaba en pantalla, era un hombre cariñoso y familiar. A la vez, él amaba de ella su elegancia, su eterno sentido del humor y su magnetismo capaz de atraer a cualquier persona. Ella se sentía una privilegiada al lado de un hombre bastante mayor, perteneciente a otra generación, que le enseñaba cosas de su profesión, pero también del arte, de la cultura.

Entre los amigos con los que se codeaban eran escasos los que pertenecían a Hollywood, con los que se solían aburrir; la mayoría eran escritores. Fue así como Lauren conoció a Faulkner o a Hemingway, con los que se reunían a menudo y charlaban entre tabaco y whisky. Otro punto de unión de la pareja fue tanto su ideología como su compromiso político. Así se unieron al Comité por la Primera Enmienda para apoyar a los miembros de la industria que fueron señalados y encarcelados por comunistas por el Comité de Actividades Antiamericanas. Fueron parte del Hollywood más progresista, defendiendo a capa y espada la libertad de expresión y los derechos civiles. En plena era McCarthy y de la llamada caza de brujas, con riesgo real de ser encarcelados, dieron la cara todo lo que en aquel momento se pudo por la libertad, porque, en propias palabras de Bogart, «cayó el cielo sobre nuestras cabezas». Hasta en esto formaron una pareja unida, se les vio manifestarse de la mano contra la censura.

La pareja tuvo dos hijos. El primero de ellos recibió el nombre de Stephen, como el del protagonista de la película por la que se conocieron. Más tarde llegó Leslie. Fueron sin duda el matrimonio más sólido y compenetrado del Hollywood de la época. A pesar de tener unos inicios muy difíciles, casi imposibles, a pesar de la diferencia de edades, eran más las cosas que les terminaron uniendo. Empezando por un profundo respeto y amor.

«Solo mirarle podía hacerme temblar. Cuando me agarró la mano, el sentimiento me llegó a la boca del estómago: su mano era cálida, protectora, llena de amor. Cuando me veía al principio del día y cuando me llamaba por teléfono sus primeras palabras siempre eran ‘Hello, baby’» . Desde luego una completa y sincera declaración de amor de Bacall a Bogart.

La complicidad y la piel entre ellos se notaba como algo material, aunque no se llegaran a tocar.

Por desgracia, Humphrey falleció de cáncer de esófago tan solo doce años más tarde de que contrajeran matrimonio. Lauren quedó viuda con tan solo 32 años y se volvió a casar al cabo de un tiempo. Fue un matrimonio del que siempre hablaría con respeto, pero que mil veces prefirió olvidar.

Si alguna vez se preguntan cuánto dura el amor verdadero, cuánto tiempo es un para siempre, piense en Bogie y Baby, una rubia muy guapa y un feo guapo que hicieron la pareja perfecta. Doce años. Pero que fueron para siempre.