Botas, verdades y falacia

¿Qué se nos viene a la cabeza cuando vemos estas imágenes? Algo que está más allá de lo que perciben los sentidos. ¿Pueden provenir distintas sombras de la misma luz o verdad? Verdades que nos apagan y que logran, falaces, cegarnos. Ser, tener o estar. Es necesario llegar detrás para entender

30 nov 2015 / 18:38 h - Actualizado: 30 nov 2015 / 18:40 h.
"Opinión","Vive la France!"
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La experiencia estética de Van Gogh al pintar Un par de botas distaría, probablemente, de la del pensador alemán, Martin Heidegger, cuando con su mirada de 1958, interpreta que en la obra de arte se manifiesta la verdad. Para el autor de Arte y poesía, a cualquier obra de arte por muchos significados que se le dé, siempre quedará uno inexplorado, que haga que el sentido total de una creación no sea definitivo. Así entendida, la obra de arte se caracteriza porque siempre es más que todo lo que se pueda decir de ella, de ahí que pueda ser comprendida como la multiplicidad exponencial de interpretaciones de la misma. Sería la artística una amable concepción de verdad.

¿Se puede comprender el mundo como si se tratara de la obra de arte del pintor francés, intuyendo la vida que hay detrás de esas botas, poniéndonos en el lugar de quién las calzó?

Sartre (París, 1905-1980) en La Trascendencia del Ego expulsa al ego fuera de su conciencia y le da asilo en este mundo, junto a otros; y, en El existencialismo es un humanismo vuelve a exiliar al yo pienso para que pueda practicar la tarea de ser solidario «[...] con los hombres que están fuera del yo», de un yo pertrechado de verdades políticas o religiosas dispuestas a ser impuestas, dejando bien atado el posible ‘entre’ al cabo de nuestra ideología.

El existencialismo de Sartre significa que el hombre ha de hacerse a sí mismo, desde lo mundano, y gracias al colaboracionismo con quien no soy, puesto que el existente no es responsable sólo de sí, sino del mundo en el que vive.

El Premio Nobel de Literatura (1964) asegura que todo hombre es un legislador porque «[...] elige al mismo tiempo que a sí mismo, a la humanidad entera [...]» y exhala «[...] ¿soy yo quien tiene derecho de obrar de tal manera que la humanidad se ajuste a mis actos? [...]». Sartre no se marionetiza por ningún Dios o valor sagrado que exculpe a su existencia de actuar conforme a su apropiada conciencia, «[...] lo expresaré diciendo que el hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo, y sin embargo, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace [...]». Aunque resulte una paradoja.

¿Cuál es el ‘entre’ de los zapatos de los inmigrantes sirios y los esparcidos por las calles parisinas? Plantéese el más allá de esos zapatos, pregúntese por si su respuesta evitaría la reaparición futura de estas imágenes en las páginas de cualquier diario. ¿Qué definen nuestros ‘entres’ sino nuestro propio cogito (pensamiento), del que no salimos? ¿Y por qué no salimos? Porque aún no hemos aprendido a interpretar esta obra llamada mundo. Nos dedicamos a poseer un único sentido de lo que ha de ser la verdad, a cegarnos los unos a los otros con nuestra propia luz.

De estos tres verbos: ser, tener y estar, gobernadores de nuestra existencia, ¿cuál la hace más plena, más libre, más inclusiva? Les pregunto a mis alumnos. Casi ninguno contesta: el estar, y les sugiero mi interpretación: el ser inmoviliza, esclaviza, te determina, diferencia; el tener te cosifica y también te hace ser diferente; y el estar es la única acción que compromete a un hombre con un estado, con una circunstancia en la que el otro puede estar mañana o, pasado tú estar en la circunstancia del otro. Esa circunstancia, situación o estado, es lo único que podemos llegar a compartir, que puede capacitarnos para comprender- nos. El estar es un posible modo de sabernos en lo humano. Cuando miras esas fotografías, ¿qué ves detrás de esos zapatos?