Café Society. Socialites, Patrons, and Artist. 1920 to 1960

Siempre hubo personas que lograron construir sus vidas como si fueran obras de arte porque, seguramente, miraban todo como si fueran eso, obras de arte. Este libro se llena de personajes, de sus retratos, de experiencias únicas.

25 feb 2017 / 12:00 h - Actualizado: 19 feb 2017 / 23:10 h.
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  • Natalie Paley. / El Correo
    Natalie Paley. / El Correo
  • Barbara Hutton. / El Correo
    Barbara Hutton. / El Correo

Ese mundo de lánguida despreocupación, provocación caprichosa, y lujo sin sentido: así define Thierry Coudert a la élite a la que retrata en las páginas de éste libro que tiene algo de scrapbook, de cuaderno de recortes como el que compuso el barón de Cabrol con las imágenes de su vida social y que ilustra muchas de éstas páginas.

La cronista de sociedad Elsa Maxwell popularizó la expresión Café Society y el escritor Phillippe Jullian la utilizó como título para uno de sus libros, Coudert le pone paréntesis: 1920 y 1960, el tiempo que transcurre entre las Soirées de París del conde de Beaumont y el Bal des Têtes de Alexis de Redé. Ni siquiera una guerra mundial pudo interrumpir un sueño que terminó ante el ascenso de la clase media y la sociedad de consumo.

No están todos los que fueron, pero los protagonistas de ésta Café Society, hicieron de sus vidas una obra de arte, en París con preferencia, pero también en Nueva York, Venecia, Saint Moritz y la Riviera; se articularon en torno al círculo de los duques de Windsor, al de Marie-Laure de Noailles, al de las Polignac: Winnaretta o Marie-Blanche.

El paradigma nos desafía desde la guarda de portada, es Barbara Hutton durante un partido de tenis en Palm Beach, y a lo largo de las páginas nos encontramos las sucintas –pero sabrosas- biografías de los principales miembros de esta Café Society: Natalie Paley, Daisy Fellowes, Mona Bismark, Charles de Beistegui, Porfirio Rubirosa, Nicky de Gunzburg... millonarios, aristócratas, gigolós, parásitos, socialites, arribistas de todo tipo en torno de los que giró vertiginosa una noria de artistas encabezada por los Dalí y las grandes estrellas de los ballets rusos: Lifar, Diaghilev, Nijinsky, Karsavina y Pavlova; literatos como Noel Coward y Violet Trefusis. Todos congelados para la posteridad por una serie de fotógrafos que fueron parte de ese carnaval inigualable, y sin los cuales no hubiera podido existir: Adolf de Meyer, Horst P. Horts, Hoyningen-Huene, André Ostier, Robert Doisneau, y -por supuesto- Cecil Beaton.

El libro presenta fotografías fabulosas, repasa las figuras que contribuyeron a ese mundo dorado -decoradores, interioristas, modistos, músicos y editores de moda- cuyo afán, escribió Jullian, fue combinar la libertad de un burdel con la apariencia externa de una embajada.

Faltan personajes muy destacados –es cierto-, no es suficiente con la información de alguno de los que sí están y –a cambio- rescata figuras memorables como la de Lilia Ralli. Una obra imprescindible para los adoradores de la frivolidad, que ayuda a entender las vanguardias y a olvidar la sordidez de un presente sin fantasía.

Un volumen para la mesa de los iniciados.

Calificación: Extraordinario.

Tipo de lector: Exquisito.

Tipo de lectura: Interesante.

Personajes: Fastuosos.

¿Dónde puede leerse?: En el hall de uno de los grandes hoteles evocadores, Waldorf Astoria, Gritti o Martínez.