Cibeles, mucho más que una diosa madridista

01 jul 2017 / 12:31 h - Actualizado: 28 jun 2017 / 22:07 h.
"Arte"
  • Fuente de la Cibeles de Madrid. / El Correo
    Fuente de la Cibeles de Madrid. / El Correo
  • Cibeles, Mármol romano 50 d.C. Los Ángeles, Getty Museum. / El Correo
    Cibeles, Mármol romano 50 d.C. Los Ángeles, Getty Museum. / El Correo

Ahí están una vez más los jugadores del Real Madrid endosándole una bufanda a la diosa Cibeles. Y ella toda fiereza estática se deja hacer (no queda otra, porque es una estatua). Mientras los capitanes madridistas la arropan, me pregunto si sabemos quién era Cibeles, cuál es su origen, qué supuso para los que un día creyeron en ella, como los que hoy creen en el fútbol. Porque este deporte a veces parece más religión que juego.

Originariamente, Cibeles fue una diosa frigia, considerada la diosa Madre y adorada en Anatolia desde el neolítico. Los griegos la adoptaron equiparándola a Gea o a Rea la esposa del dios Cronos. Era la personificación de la fertilidad de la tierra, diosa de la naturaleza y animales, cavernas y montañas.

Fue adoptada y asumida por los griegos que no tienen muchas historias sobre ella, sin embargo hay una que es especialmente reseñable y que la diferencia del resto de dioses del Olimpo. Según esta leyenda, Zeus tuvo un sueño en el que se le apareció un ser poderoso e impresionante. La fuerza plena de la creación se encontraba en su ser y encarnaba todos los deseos sexuales y su realización. Ese ser tenía órganos genitales femeninos y masculinos. Zeus le preguntó su nombre y el ser respondió «Soy Agdistis» hombre y mujer, todo al mismo tiempo. El sueño debió ser placentero pues Zeus tuvo una eyaculación desde donde quiera que estuviera durmiendo y su semen cayó en una grieta de la tierra y fue entonces cuando Agdistis surgió con toda la fuerza, la belleza y el poder que el dios había soñado.

Agdistis disgustaba al resto de dioses olímpicos, por su poderío, su hegemonía, su poder y fortaleza. Para ser sincera creo que les causaba pavor por la fuerza que podía tener y ejercer contra ellos. Por ese motivo se confabularon y convencieron a Zeus de que había que terminar con él. Si bien el dios supremo se resistía (apoyado por Atenea y Hermes que siempre han tenido más sentido común que el resto), terminó por recordar que él mismo había terminado con la vida de su padre Cronos, que a su vez había hecho lo mismo con Urano. Se dio cuenta de que ese hijo que lo era todo, podía acabar con él. Por ese motivo sacó la hoz con la que Cronos había castrado a Urano y ordenó que castrasen a Agdistis, para que no pudiera existir esa unidad. Así fue como Agdistis pasó a ser una diosa llamada Cibeles, que dedicaría su vida a buscar su parte complementaria, la que le fue arrebatada por los dioses del Olimpo.

Del miembro cercenado de Agdistis nació un almendro y un día pasó por allí una muchacha algo salvaje llamada Nana (era hija de un dios río) y al poner algunas almendras sobre su regazo quedó embarazada. Tuvo un hijo al que llamó Atis, y que dio nombre a toda la península Ática. Nana no era muy buena madre y un día perdió o abandonó al pobre Atis con un grupo de cabras, que lo aceptaron en su grupo y lo cuidaron durante muchos años. El pobre Atis era una cabra bastante fea y así se lo hacían saber los miembros de su rebaño, aunque lo apreciaban. Con el paso del tiempo y convencido de que no iba a encontrar pareja entre el resto de cabras abandonó el redil y huyó.

Poco después encontró un grupo de ninfas que lo rodearon y comenzaron a decirle lo guapísimo que era. El pobre Atis creía que se burlaban. Las cabras siempre le habían hecho saber que era feo con rebaba. Pero no, resulta que Atis no se había dado cuenta de que él no era una cabra, sino un hombre y si como cabra dejaba mucho que desear, como hombre no. Era un bombón. Durante una temporada permaneció con las ninfas todo el día cantando y bailando y disfrutando de lo más jubiloso de la vida. Hasta que llegó el momento en que comenzó a acercarse a los poblados humanos. Fue entonces cuando Cibeles (antiguo Agdistis) lo descubrió, por fin dio con la parte que le faltaba. Sin embargo Atis no estaba muy por la labor de emparejarse con Cibeles. En este punto las leyendas se separan y puedo dar al menos tres versiones diferentes de lo que sucedió entre Atis y Cibeles (todas terribles para Atis).

Según la primera, Atis se enamoró de la hija del rey de Pesinunte, Cibeles apareció en su boda y le dijo algo así como «eres mío y de nadie más», pero ni la familia política, ni el propio Atis, se avinieron y la diosa los enloqueció a todos provocando. Atis y su suegro comenzaron a bailar con frenesí (a la chica ya la había matado), comenzaron a arañarse hasta arrancarse la piel a tiras y terminaron castrándose (sí de nuevo una castración). Arrepentida la diosa pidió a Zeus que reviviera a su amor. Pero Zeus sólo consintió en permitir que el cuerpo de Atis no degenerara, que su dedo pequeño se moviera y su pelo no dejara de crecer.

En otra de las historias Cibeles se enamora de Atis y lo convierte en guardián de su templo, advirtiéndole de que de mantenerse casto y fiel a ella. Atis tiene la mala idea de enamorarse de una ninfa de los bosques y cuando la diosa se entera monta en cólera, lo vuelve loco y en ese estado él se corta los genitales (una vez más).

En cualquier caso, Atis y sus genitales terminaban fatal y Cibeles condenada a no encontrar nunca su otro yo. Así terminó por convertirse en una enemiga más o menos declarada de los dioses olímpicos que tanta infelicidad del habían causado. Vagaba por el mundo enloqueciendo a los que se aceraban a ella, que bailaban como posesos y terminaban por castrarse. Eso es lo que explica que los sacerdotes de Cibeles fueran eunucos.

En otra versión Cibeles era una princesa frigia, a la que sus padres abandonaron, se enamoró de Atis quedando embarazada de él. Eso no le hizo gracia a sus progenitores, que decidieron volver a llevarla a casa y cuando supieron que no era virgen decidieron castigarla asesinando a Atis, sus criados y parentela, a los que dejaron sin enterrar para más escarnio. La pobre Cibeles enloqueció de pena y decidió dar la tabarra a los demás, recorrió Frigia con un tambor en la mano molestando a todo el que quisiera oírla. Su desgracia llegó a oídos de los dioses que castigaron a los frigios enviándoles plagas y hambruna. Entonces un oráculo dijo que para que cesaran esas situaciones debían enterrar a Atis y rendir culto a Cibeles y los frigios cansados de pasar hambre construyeron templos a la buena diosa y su esposo Atis.

Con el tiempo Cibeles pasó a la mitología romana como Magna Mater, la Gran Madre, señora de los animales y la naturaleza. Como podéis ver en la estatua del centro de Madrid, se la representa con vestimentas frigias y con una corona en forma de muralla. Monta un carro arrastrado por majestuosos leones. En otras representaciones se sienta en un trono custodiado también por leones.

Fiera, masculina, femenina, castrada, fuerte, Cibeles es la diosa que veneran los madridistas cada vez que ganan un título y ahora (seáis seguidores del Real Madrid o no) sabéis más cosas de ella. Os deseo buen verano y que podáis disfrutar del arte donde quiera que estéis. Recordad en Extremadura tenemos unos festivales de teatro romano estupendos (en Mérida o Medellín) que podréis disfrutar en unas ubicaciones sin parangón. ¿Quién sabe? Tal vez esa señora que se sienta a tu lado comiéndose un bocata de calamares, sea la propia Hera riéndose de sus miserias, o ese tipo tan triste puede ser Ínaco que quiere verse llorar. Incluso el propio Zeus pueden andar buscando alguien con quien retozar. Recordad que todos los dioses olímpicos pasaron al panteón romano con un leve cambio nominativo (Apolo, no cambió ni de nombre). La mitología engancha y divierte si sabes cómo acercarte a ella. Feliz verano.