Cinco libros álbum para regalar esta Navidad

Regalar un libro es precioso. Regalar un libro a un niño, además, es importante. Los libros dejan huellas, marcan. Los libros abren mundos, y puertas y ventanas del mundo nuevo

21 dic 2015 / 18:45 h - Actualizado: 21 dic 2015 / 18:47 h.
"Literatura - Aladar"
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En cada libro álbum hay una relación de amor. Algún despistado podría confundirla con una relación de dependencia, pero no es dependencia. Es amor. Amor verdadero, amor sano, amor natural. Es cierto que la imagen depende del texto y el texto de la imagen, pero no porque cada uno por separado no sepa habitar el mundo (del arte) sino porque descubrieron que juntos, encima, es mejor. Que juntos construyen algo único. Que se produce la magia en la conjunción. Que crean belleza, que transmiten mensajes, que comunican y brindan posibilidades que aportan o que suman (y que nunca restan). Que conmueven. Que saben recibir pero también dar. Que estas oportunidades se generan desde el encuentro. Que fluye como un baile armonioso, un baile en parejas. Por esto, todo esto, no es dependencia; más bien parece amor.

El libro álbum es ese género editorial que consiste en libros ilustrados para niños o adultos, cuyas historias se cuentan desde el texto y las imágenes por igual. El diseño del libro también produce sentido (tamaño, tipo de papel, páginas de guarda, proporciones...), por ello siempre se trata de libros muy cuidados en los cuales el rol del editor es tan importante como el de los autores.

Regalar un libro álbum en estas navidades será, sin dudas, un acto de amor. Cualquier infancia lo agradecerá. Y lo recordará por siempre.

Aquí, solo una recomendación de cinco títulos que merece la pena conocer:

1. ‘Una Caperucita roja’, Marjolaine Leray. Editorial: Océano Travesía

Un libro pequeño en rojo y negro. Una original y astuta versión del clásico de Charles Perrault. Cuando el lobo abre bien grande la boca para devorarse a Caperucita, ella le dice que tiene mal aliento. El lobo se avergüenza un poco y ella, para aliviarlo, le ofrece un caramelo. Pero resulta que el caramelo es una trampa: el lobo grita de dolor por lo que pica. Caperucita, que se hacía pasar por ingenua, iba bien preparada para defenderse. La última palabra que cierra la historia es, precisamente, «ingenuo». Los roles se intercambian: la inocencia no está en ella, y el lobo, que es feroz, también es pudoroso e ingenuo.

Un brillante giro para una historia que no se cansa de ser versionada. La estética del libro es impecable: la utilización de los colores rojo y negro únicamente es un acierto (incluso la tipografía alterna entre estos dos colores). La técnica del garabato en lápiz de grafito juega con la idea de que las ilustraciones fueron hechas por un niño, y entonces el sentido del libro cierra a la perfección: si la infancia no es la ingenuidad, y en cambio tiene la posibilidad de la astucia y la venganza, también puede contener la capacidad de crear ilustraciones que parecen simples pero en realidad guardan una belleza y un estilo muy propio y acertado.

2. ‘Te regalo un cuento’, Jorge Gonzalvo y Cecilia Varela. Editorial: Lóguez

Otro libro de tamaño pequeño, de esos que permiten muy bien ser llamados libros-objeto. Aquí el narrador le habla a una segunda persona, a quien le regala un cuento. Un cuento que podría haber sido otra cosa, pero es un cuento. Un cuento para ella. Un cuento que al final es «este» cuento, y entonces el libro se repliega, se cierra en sí mismo: el cuento no hace más que contar que le regala un cuento, no hay otra trama, no hay otro cuento, es el cuento que cuenta sobre un cuento que no se cuenta. Belleza pura. La posibilidad, en definitiva, de desbordarse del libro, de ser metatexto. «Y ojalá no podamos dejar de llamarnos cada noche para contarnos el mismo cuento. Toda una vida». Sí, un libro para toda la vida. Belleza pura en papel ilustración, texto siempre en la página par y colores armonizados en una misma gama.

3. ‘El día en que me convertí en pájaro’, Ingrid Chabbert y Raúl Guridi. Editorial: Tres tigres tristes

Si te enamoras de una niña que sólo tiene ojos para mirar a los pájaros, lo mejor que puedes hacer es convertirte en pájaro. Lógica pura. O táctica y estrategia, diría Benedetti. El protagonista de este libro lo hace, porque el primer día de clase se enamora de ella. Primero se disfraza de pájaro, y del disfraz pasa a ser pájaro (del parecer al ser). Ser pájaro es complicado para jugar al fútbol y para trepar árboles, y bastante desaconsejable es ir al colegio convertido en pájaro. Pero cuando de amor se trata, somos capaces de cualquier cosa. Y la maravilla es que, a veces, la vida celebra ese amor: deja de ser pájaro, pero aprende a volar. Este maravilloso libro álbum sabe trabajar muy bien con un elemento fundamental de este género editorial: los silencios. La página en blanco, la ilustración sin texto, generan sentido. Los dibujos en negro, sin color, contra ese blanco del papel y del silencio, aportan a esa construcción de sentido. Y las ilustraciones, al ocupar muy poco lugar en cada página, ceden protagonismo a ese aire. Y cuanto más aire, más espacio para volar.

4. ‘Mi papá’, Coralie Saudo y Kris Di Giacomo. Editorial: Kokinos

El narrador es un niño que tiene un problema muy serio: su papá no quiere irse a la cama por las noches. Hay que leerle un cuento, hay que dejarle la luz encendida... un problema absoluto, todas las noches la misma lucha. Maravilloso juego de cambio de roles. Una voz narradora infantil que opera de padre y un padre que hace de hijo, pero es su papá. Y es grande y es fuerte. Excelente oportunidad de reírse de uno mismo (seamos niños o adultos). Las ilustraciones, que mezclan la técnica del collage con el dibujo de líneas y el garabato, terminan de dar sentido, de aportar voz infantil a una narración que se genera desde el texto y las imágenes por igual.

4. ‘El pájaro negro’, Suzy Lee. Editorial: Bárbara Fiore Editora

Otro pájaro y otro vuelo. Y otro libro en blanco y negro, a trazos de carboncillo (blanco es el papel). La tipografía casi siempre en negro, aunque a veces en blanco sobre las manchas negras de las ilustraciones. Una niña que sabe que los adultos tienen secretos aunque ellos no sepan que ella es capaz de sospechar de qué se trata esa historia secreta. De qué va la cosa (¿mamá y papá dejaron de quererse?). Entonces aparece un pájaro negro que la eleva y le permite volar, sentirse ligera, saber que ella no tiene la culpa de nada.

Cuando el pájaro la devuelve al suelo, ella es capaz de dejar de estar enfadada por el hecho de que los adultos tengan secretos, pues ella ahora también tiene uno, uno que sólo comparte con su pájaro negro. Pura metáfora (el pájaro) para hablar sobre el crecimiento, los dilemas, los roces entre el universo adulto y el infantil, el mundo familiar, la complicidad, la falta de comunicación, la ligereza ante el alivio, la posibilidad de la elaboración de los conflictos, la vida. El pájaro negro metáfora de uno mismo cuando podemos tomar distancia de las cosas y entenderlas a pesar del dolor.