Ciudadano Sam Shepard

Sam Shepard Rogers III fue un gran actor recordado en esta faceta sobre todo por el público español; no así por el estadounidense, que también supo ver su faceta literaria y teatral a la que encomendó gran parte de sus 73 años de vida. Aladar trata de recordarle con el cariño y la necesidad de premiar de otro modo más su titánica y talentosa labor renacentista

09 sep 2017 / 12:30 h - Actualizado: 03 sep 2017 / 00:59 h.
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  • Sam Shepard Rogers III, actor, dramaturgo, guionista, director de cine y batería en alguna banda musical. / El Correo
    Sam Shepard Rogers III, actor, dramaturgo, guionista, director de cine y batería en alguna banda musical. / El Correo
  • El estreno de un buen número de obras de teatro abrió las puertas del cine a Sam Shepard. / El Correo
    El estreno de un buen número de obras de teatro abrió las puertas del cine a Sam Shepard. / El Correo
  • Sam Shepard murió el 27 de julio de 2017. / El Correo
    Sam Shepard murió el 27 de julio de 2017. / El Correo

El pasado 27 de julio fallecía en Kentucky, Sam Shepard, un artista multidisciplinar del cine, el teatro y la literatura, a causa de una enfermedad degenerativa denominada ELA (esclerosis lateral amiotrófica) que no le impidió participar como actor en la serie de Netflix, Bloodline, que terminó de rodarse el año pasado donde interpretaba al patriarca de los Rayburn, una familia instalada en un hostal situado en los Cayos de Florida y que tras su muerte debe hacer frente a multitud de asechanzas.

Sorprende oír en los telediarios el hecho desconocido para muchos de su faceta como dramaturgo, que fue especialmente prolífica y en la que nos habremos de ocupar como lectores o curiosos antes o después. Si bien, tenía estas obras de teatro publicadas desde los 60, donde empezaron a ser parte de piezas de programas dobles en el Off-Broadway de la época; curioso es también descubrir su afán de escribir canciones hasta el punto de adaptar él mismo a ópera rock alguno de sus libros. El teatro le dio para mucho a Sam Shepard, pero sobre todo la cantidad de obras estrenadas le abrieron la puerta al cine, donde ofició no sólo de actor, como decíamos, sino también de guionista, siendo las principales aportaciones de su carrera en este sentido, la de «Renaldo y Clara», film en el que aparecería por primera vez como actor en la gran pantalla y la mítica «París, Texas», encargo que le propició Wim Wenders a raíz de su libro «Crónicas de un motel».

De su estilo se dice que es salvaje y con un sentido del humor tendente a la sátira y a poner urgencias en las situaciones límite más insospechadas. Ya en los 80, quién iba a decir y a comparar, como se hizo, que estábamos ante un segundo Tennessee Williams; un sueño hecho realidad para alguien que pasó de ser agricultor y ganadero (faceta que supo explotar el español Mateo Gil en el western «Blackthorn») a flipar literalmente con la lectura de «Esperando a Godot» de Samuel Beckett.

Resulta extraño, por otro lado, el que este talento renacentista de los siglos XX y XXI, sea más recordado contrariamente por sus matrimonios fallidos con las actrices O-Lan Jones y Jessica Lange, que le dieron uno y dos hijos respectivamente, que por su relación de amistad que fructificó en colaboraciones literarias o musicales juntos y tal vez en algún affaire con la cantante y escritora punk, Patti Smith. De hecho, se dice que fue esta quién le acompañó hasta sus últimos días de vida, mientras que tanto Jones como Lange fueron amores llenos de extravíos quizás por su fuerte carácter pasional. Con la más conocida, Jessica Lange, que conoció en el rodaje de «Frances» convivió durante un tiempo en un rancho de Minnesota.

El público español aun así lo recordará más como actor en películas como «Magnolias de acero», «El informe pelícano» (también con Julia Roberts), «El diario de Noa», la prodigiosa «Mud» o «Mátalos suavemente», a pesar de que Anagrama ha publicado cuatro libros de relatos (a intervalos también fue simplemente escritor) bien recomendables donde destacan no sólo ese material que inspiró lo más importante de Wenders, sino también títulos como «Luna Halcón», «Cruzando el Paraíso» o los diarios «Rolling Thunder», que mostraron como era seguir en una de sus giras a Bob Dylan como músico.

Todo un arsenal del que abastecerse si se puede como naúfrago en isla desierta y por descubrir y en el que Rubén Vázquez Negro profundiza en su ensayo de 2011, «Sam Shepard, el teatro contra sí mismo», editado por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Valencia.

Actor, dramaturgo, guionista, director de cine y batería en alguna banda musical, este actor nacido en 1943 en Illinois, fue condecorado con el Premio Pulitzer por «Buried Child», y nominado por «El verdadero Oeste» y «Locos de amor». En 1986 es elegido miembro de la Academia Americana de las Artes y las Letras, otorgándosele después dos premios Tony por el trabajo en teatro ya citado y once premios Obie.