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«La música de hoy, como el pan, quema cuando sale del horno»

El compositor peruano Juan Arroyo, residente en la Casa de Velázquez, es uno de los nombres más incipientes de la nueva música. Trabaja en la obra ‘Saturnian Songs’, un ciclo para violonchelo híbrido y conjunto alrededor de la tradición musical española

h - Actualizado: 07 jun 2017 / 12:18 h.
"Música - Aladar"
  • El compositor Juan Arroyo. / Isabelle Françoix
    El compositor Juan Arroyo. / Isabelle Françoix

Es realmente complejo conseguir imponer un nombre en el vasto panorama del arte actual. En los últimos años, el de Juan Arroyo (Lima, 1981) ha comenzado a sonar con fuerza. Becado por la Casa de Velázquez en Madrid durante el curso que ahora acaba, el compositor desarrolla un intenso trabajo sobre la hibridación alrededor de tres campos fundamentales relacionados con los índices perceptivos: el gesto, el espacio y el timbre.

–¿Cómo resumiría su estancia en España?

–Ha sido muy satisfactoria; la residencia de la Casa de Velázquez me ha permitido dedicarme al cien por cien a componer música. Estoy escribiendo una obra orquestal y he alumbrado un concierto para violonchelo híbrido y conjunto. En lo personal, me ha posibilitado conocer España de Norte a Sur; ha sido una aproximación sociológica. De alguna forma siento que este país forma parte del ADN cultural del mío propio, Perú.

–Háblenos de esa obra orquestal que ha comenzado...

–Es una composición para orquesta sinfónica sin electrónica en la que me aproximo al sonido como materia, no como una abstracción. Se titula De lo infinito, lo que en sí mismo es un oxímoron, porque venir del infinito es una contradicción, se va hacia él, no se viene de él, pero la música me permite crear esa paradoja. Estoy plasmando sonidos sin ataques que parten de la nada (dal niente); eso me permite destruir la causalidad del timbre y crear hibridaciones sonoras totalmente inesperadas. La estrenará, en agosto, la Orquesta Sinfónica Nacional del Perú.

–Presupongo que en su país, como en este, el público no está familiarizado con la música nueva.

–Ni el público ni los músicos lo están. La música contemporánea, como el pan, quema al salir del horno. Esta música es una apuesta por lo desconocido; y los creadores nos jugamos mucho, porque tenemos una responsabilidad; el público confía en nosotros parte de su tiempo.

–¿Le condiciona a la hora de componer provenir de un país en el que el peso de la música tradicional es tan alto?

–Los títulos de algunas de mis obras están en quechua, que es la lengua de mi madre. Y, de pequeño, he tocado instrumentos tradicionales como la zampoña y la quena en grupos de música folclórica. Vengo de ahí; ese es mi origen, y escapar de esto sería pretender negarme a mí mismo. El acto de crear es un acto de honestidad pura, cuando uno escribe está haciendo una confesión de sí mismo, como decía Nietzche. Creo que mi origen latino es más una oportunidad, una riqueza, que un problema. Pero, ojo, no puedo permitirme caer en el cliché. Mi experiencia en Europa está enriqueciéndome; por eso yo defiendo a nivel estético la hibridación del sonido, pero también la hibridación social. Las fronteras han de ser intersecciones, lugares de encuentro. Vengo de un país en el que conviven casi todas las culturas del mundo.

–¿Salir de Perú era una necesidad fundamental si quería crecer en el ámbito de la composición?

–Formo parte de una generación de peruanos que nace a comienzos de los 80 al mismo tiempo que se recrudece el terrorismo (Sendero Luminoso, Túpac Amaru) y aumenta la inflación. Los primeros 20 años de mi vida se inscriben en un marco social hostil con la dictadura de Fujimori y la guerra con Ecuador. Me marché de Perú en 2004 porque necesitaba aire y democracia. Me instalé en Francia, que para mí representaba la sociedad ideal y que fue un país que había decidido no tomar parte en la guerra de Irak.

–Por el camino se encontró con los músicos del Cuarteto Tana. Y comenzó una singular comunión creativa.

–Ellos buscaban tocar obras no solo con instrumentos clásicos, y yo les mostré mi idea de instrumentos híbridos. Todo el mundo sabe cómo suena un piano, aquí y en Kuala Lumpur y me disgusta que esto pueda preveerse; quería cambiar la forma en la que suenan las cosas. Me puse a hacer tests y al final intervinimos cuatro instrumentos de cuerda. Son nuevos instrumentos y están en posesión del Cuarteto Tana, por eso se llaman Tana Hybrid Instruments. Con ellos concebí el cuarteto Smaqra.

–También está escribiendo una pieza alrededor de la cultura española.

–Saturnian Songs, para TanaCello y conjunto. Es una obra en la que utilizo tres poemas; de Jorge Eduardo Eielson, García Lorca y Paul Verlaine. Este decía que quienes nacen bajo el signo de Saturno son gente marginalizada; y el flamenco y los gitanos lo fueron durante mucho tiempo. También lo fue Lorca, por su homosexualidad. Cada movimiento está asociado a los tres actores claves del flamenco: el bailaor, el cantaor y el tocaor.

–Algunas de sus obras dan ciertos indicios de saturación en su estética, sin embargo, ¿se siente cercano de esta escuela de compositores saturados franceses?

–La saturación como material musical me interesa mucho; pero no es una tendencia estética, es un material más, que está ahí. Es parte de mi trabajo, pero necesito otros sonidos lisos, más simples. Trabajo en una dialéctica entre lo complejo y lo simple, lo saturado y lo liso. Me gusta mucho la música de Yann Robin, pero no forzosamente la música que me interesa oír es la que me gusta escribir.

–Ha estudiado, entre otros, con Brian Ferneyhough, uno de los compositores más severos y clarividentes de la modernidad. ¿Qué huella le dejó?

–Miraba con mucha atención mis partituras y detectó mi fascinación por los sonidos aerófonos, también vio claro que no solo me interesa la música de linaje occidental. Él es de otra generación, y se mira en los maestros clásicos y en la Segunda Escuela de Viena. Yo pertenezco a una generación global y vengo de donde vengo. Descubrí no hace mucho el Machu Pichu y me causó mucha emoción ver que en mi tierra teníamos cosas tan importantes, tan bellas, como la hermosa Torre Eiffel.