Con una no basta

Película islandesa de extraña belleza y tempo lento que quizás cautive a los seguidores de Aga, otra de las películas presentadas en la Seminci

28 oct 2018 / 23:33 h - Actualizado: 28 oct 2018 / 23:50 h.
"Cine","Cine - Aladar"
  • La fuerza de lo individual es analizado en la película islandesa ‘La mujer de la montaña’. / El Correo
    La fuerza de lo individual es analizado en la película islandesa ‘La mujer de la montaña’. / El Correo
  • Poster de la película ‘Woman at War’. / El Correo
    Poster de la película ‘Woman at War’. / El Correo

Ideológicamente próxima a Aga, La mujer de la montaña nos cuenta que una activista medioambiental decide correr por su cuenta y riesgo con los desastres políticos en materia medioambiental. Para ello, empezará haciendo pequeños actos vandálicos junto a una fábrica de aluminio a la que deja sin suministros; actos por los que un viajante en bici de Sudamérica será detenido y de los que se hará eco la prensa y la televisión. Halla, que así se llama, tiene además una hermana gemela (Asa, que es la misma actriz) y una niña en proceso de adopción, y es conocida como la mujer de la montaña.

El planteamiento del guion podría servir para mostrar el vigor que aún tiene el individualismo en este tipo de sociedades, el problema aparece cuando los drones empiezan a perseguir a la protagonista, así como cuando vemos lo poderoso también por gregario que puede llegar a ser el adversario, que se deja ver para el público en un debate en el que hablan de que si Halla consiguiese su objetivo, se dejarían de emitir gases de efecto invernadero, tan necesarios para nuestra vida actual. Además de estos drones, que empiezan a sobrevolar las llanuras y zonas más altas por donde esta mujer se mueve, patrullas enteras la persiguen.

Esta historia escrita por el veterano documentalista (»The Show of Shows», «De caballos y hombres») Benedickt Erlingsson, junto a Olaffur Egilsson, tiene más flaquezas que grandezas, y si bien ayuda a cuestionar por qué en un tiempo con tanta desigualdad los que opinan lo hacen como lo hacen, existe en ella más idealismo (en su personaje y en la historia) que realismo en el modo de proceder. Uno parece que en vez de ante una historia islandesa (en coproducción con Ucrania y Francia) está ante un filme de Ken Loach en que dar la vida por una causa, justifica algo más esa causa. El problema desde el principio es que por muy audaz que se sea e independientemente de que compartamos los objetivos o metas de ella, nos damos cuenta de que una persona sola no puede cambiar el mundo que le rodea así, salvo que quiera ser tachada (o no le importe) de terrorista.

Aparte del papel desarrollado por Halldóra Geirhardsdóttir en su papel doble, destaca la interpretación de Johann Sigurdarson (Sveinbjorn), Juan Camilo Román Estrada (el de la bicicleta) o Jorundur Ragnarsson (Baldvin).

El trabajo fotográfico de Bergsteinn Bjorgulfsson en color es adecuado.

Existe algo gracioso en su banda sonora: la música es ejecutada mientras la protagonista anda, cae o corre por las montañas durante el rodaje, destacando los instrumentos utilizados (trombón y tambor entre ellos) y a los que falta un platito para echar unas monedas. Bromas aparte, el detalle resulta singular y original.

Por otro lado, la producción capitaneada por Carine Leblanc y su equipo, gracias a la que se consiguen derribar torres de altísima tensión, debió cubrir gran cantidad de imprevistos para su ejecución. El montaje lento de Alexander Corno, se basa más en el respeto al trabajo fotográfico, que en el propio guión.