Coro Intermezzo: La correa de distribución sobre el escenario

En la representación de una ópera se fusionan un gran número de elementos. Los aficionados dan más importancia a algunos de ellos y menos a otros; los gustos hacen que la mirada y el oído se fijen en aspectos diversos; pero cualquier aficionado sabe que una ópera es una especie de maquinaria que necesita de todas sus piezas para funcionar con cierta solvencia

25 feb 2017 / 12:59 h - Actualizado: 24 feb 2017 / 07:12 h.
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  • Representación de ‘El holandes errante’ de Richard Wagner en el Teatro Real de Madrid. / Fotografía: Javier del Real
    Representación de ‘El holandes errante’ de Richard Wagner en el Teatro Real de Madrid. / Fotografía: Javier del Real
  • Representación de ‘Otello’ de Giuseppe Verdi en el Teatro Real de Madrid. / Fotografía: Javier del Real
    Representación de ‘Otello’ de Giuseppe Verdi en el Teatro Real de Madrid. / Fotografía: Javier del Real

Asistir a un ensayo del Coro Intermezzo (Coro Titular del Teatro Real de Madrid) es un lujo como otro cualquiera. Escuchar cantar a los integrantes del coro, desde muy cerca, acompañados por el piano, dirigidos por Andrés Máspero que mueve las manos con vigor, con rapidez, dando las indicaciones precisas, elevándose sobre la banqueta cuando lo que quiere es matizar o marcar un aspecto fundamental de la partitura, tiene algo de magia en cada instante. Sabes que eso que escuchas se integrará con el trabajo musical, con la iluminación, con un vestuario concreto, con todo aquello que forma parte de lo que vamos a disfrutar, y que nunca volverás a escuchar lo que disfrutas en ese ensayo de ese mismo modo, porque estará dentro de un todo.

Ensayan, solo los hombres, El gallo de oro una ópera de Nikolái Rimski-Kórsakov y libreto de Vladímir Belski. Más tarde, entrarán las mujeres para ensayar junto con ellos Bomarzo de Alberto Ginastera.

El Maestro pide garantías. No puede haber fallos. Hay que recordar que todos dependen de todos. Pide que dibujen lo que está pasando en esa obra que van a representar, les recuerda que hay que ver lo que está sucediendo para saberlo cantar, hay que entender lo que piensan los personajes para expresar lo justo. Y les sugiere algún cambio al cantar. Sobre todo esos detalles que permiten utilizar palabras porque cantar es decir las palabras de una forma bella. Palabras y garantías. Y unidad en el trabajo. Quiere tener la sensación de estar ante un solo cantante capaz de desarrollar distintos registros. Uno solo. Eso es, al menos lo que entiende, el que escribe cuando escucha al Maestro Máspero.

Con una puntualidad envidiable, se llega al descanso y tengo la oportunidad de charlar con Andrés Máspero en su despacho. Un encuentro breve en el que repasamos su llegada al Teatro Real reclamado por Gerard Mortier; la selección de los integrantes del coro entre cientos de cantantes de distintos países, lo satisfecho que está con el resultado de un gran esfuerzo de muchas personas.

Charlamos de las similitudes que existen entre la literatura y el canto; las exigencias de los que tratamos de marcar caminos de aprendizaje, de perfeccionamiento técnico. Pero, también, de la importancia de un coro en cualquier ópera, de cómo una pieza de un motor hace que todo funcione y de cómo un mal funcionamiento de cualquiera de las partes supone una avería general. Si tuviera que elegir una pieza con la que comparar al coro elegiría la correa de transmisión. Si esta falla el motor deja de funcionar de inmediato y la avería es de mucha importancia. Porque sin esa correa todo comienza a funcionar mal, las piezas pueden llegar a deformarse. El motor se detiene del todo, sin remedio.

Hay que regresar a la sala de ensayos. Ya están allí esperando, esta vez, hombres y mujeres.

Se vuelve a detener el mundo. Solo comienza a moverse, de nuevo, al ritmo de lo que marca la partitura. Y el sonido de las voces, esta vez en forma de susurro algo inquietante, inunda el espacio. El Maestro marca los tiempos golpeando ligeramente el atril con su bolígrafo. Parece que el sonido pertenece a la música en exclusiva. Suena un teléfono en el exterior de la sala, un ruido intruso que sorprende a todos porque allí no puede estar. Aquí solo corcheas, fusas o redondas. No cabe nada más.

Los que leen estas páginas saben que es rara la crítica que se escribe sin que dediquemos un pequeño espacio al coro Intermezzo (si la obra ha sido representada en el Teatro Real de Madrid, claro). Y saben que es extraordinario que se diga algo negativo de su trabajo. Ahora, después, de estos minutos en el que he tenido la sensación de que cantaban para mí (la cabeza de las personas funciona de una forma muy extraña) entiendo porque me gusta tanto. Son uno, ofrecen garantía absoluta cada uno de los que forman el grupo, y saben que la ópera es música y palabras que, definitivamente, a ellos les toca decir de la forma más bonita que se pueden decir las cosas.