De Chirico: Lo que hay detrás

Reconocible e icónico. Maestro de la pintura metafísica. Precursor del surrealismo y anticipador de las vanguardias. Giorgio de Chirico nació en Grecia de padres italianos, esa infancia helena marcó su narración pictórica. Tras su paso por CaixaForum Barcelona, llega a CaixaForum Madrid ‘El mundo de Giorgio de Chirico. Sueño o realidad’, organizada por la Obra Social «la Caixa» en colaboración con la Fondazione Giorgio e Isa de Chirico.

17 feb 2018 / 08:54 h - Actualizado: 17 feb 2018 / 16:36 h.
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  • Sole sul cavalletto, 1972. Fondazione Giorgio e Isa de Chirico, Roma. / © Giorgio de Chirico, VEGAP, Barcelona, 2017
    Sole sul cavalletto, 1972. Fondazione Giorgio e Isa de Chirico, Roma. / © Giorgio de Chirico, VEGAP, Barcelona, 2017
  • Las sibilas, 1946. Fondazione Giorgio e Isa de Chirico, Roma. / © Giorgio de Chirico, VEGAP, Barcelona, 2017
    Las sibilas, 1946. Fondazione Giorgio e Isa de Chirico, Roma. / © Giorgio de Chirico, VEGAP, Barcelona, 2017
  • Trobador, ca. 1972. Fondazione Giorgio e Isa de Chirico, Roma. / © Giorgio de Chirico, VEGAP, Barcelona, 2017
    Trobador, ca. 1972. Fondazione Giorgio e Isa de Chirico, Roma. / © Giorgio de Chirico, VEGAP, Barcelona, 2017
  • Combate de gladiadores, 1969. Fondazione Giorgio e Isa de Chirico, Roma. / © Giorgio de Chirico, VEGAP, Barcelona, 2017
    Combate de gladiadores, 1969. Fondazione Giorgio e Isa de Chirico, Roma. / © Giorgio de Chirico, VEGAP, Barcelona, 2017
  • Visión metafísica de Nueva York, 1975. Fondazione Giorgio e Isa de Chirico, Roma. / © Giorgio de Chirico, VEGAP, Barcelona, 2017
    Visión metafísica de Nueva York, 1975. Fondazione Giorgio e Isa de Chirico, Roma. / © Giorgio de Chirico, VEGAP, Barcelona, 2017
  • Edipo y la esfinge, 1968. Fondazione Giorgio e Isa de Chirico, Roma. / © Giorgio de Chirico, VEGAP, Barcelona, 2017
    Edipo y la esfinge, 1968. Fondazione Giorgio e Isa de Chirico, Roma. / © Giorgio de Chirico, VEGAP, Barcelona, 2017

Las sibilas, 1946. Fondazione Giorgio e Isa de Chirico, Roma

© Giorgio de Chirico, VEGAP, Barcelona, 2017

Las sibilas poseían el don de la profecía. Miguel Ángel las pintó en los techos de la Capilla Sixtina porque se consideraba que con su saber habían previsto el advenimiento de Cristo. La más famosa de todas, la de Cumas, ofreció a Tarquinio nueve libros augurales a un precio descomunal que el rey se negó a pagar, entonces la sibila destruyó tres de ellos y le ofreció los restantes por la misma cantidad. Negándose de nuevo el monarca, ella destruyó otros tres. Preocupado porque se perdiera para siempre ese conocimiento sagrado, el Soberbio pagó por los tres libros restantes lo que se le había pedido por todos.

Esa sabiduría mermada entronca con la pintura de Giorgio de Chirico, y por eso las sibilas fueron, seguramente, uno de los temas que utilizó. Porque en esos tres libros se encuentra la esencia de algo más extenso, en cuanto que condensa un saber que nunca ha dejado de existir en el mundo de las ideas. Aun oculto, podemos especular sobre él.

De la misma manera las composiciones del artista italiano son la punta de un iceberg de significado que debemos interpretar guiándonos por las señales emergidas. Es la metafísica de la pintura.

Trobador, ca. 1972. Fondazione Giorgio e Isa de Chirico, Roma

© Giorgio de Chirico, VEGAP, Barcelona, 2017

La plaza fue uno de los temas predilectos del pintor italiano. Representa el ágora, ese espacio concebido para que los ciudadanos se encuentren. Inquietantemente, en las plazas de Chirico no hay nadie. Puede haber sombras, maniquíes. Un tren echando humo en lontananza es lo único que se mueve, y aun así parece congelado en el tiempo. Los cielos son de colores puros, éste se oscurece. El sol castiga la tierra. Los edificios, simétricos, implacables, son lo único que nos remite a una presencia humana. Hacen el efecto de las ruinas en otros cuadros. Así, el espectador no puede dejar de sentirse incomodado ante esa soledad, ese vacío, que sin embargo no resultará extraño a los meridionales ante la luz cegadora del mediodía. ¿Saldrán de sus habitaciones las personas para recorrer la plaza? ¿Duermen?¿El ferrocarril porta en sus vagones alguna presencia, de donde a dónde la traslada? ¿Hay sonidos en el cuadro? ¿Qué hay fuera de él?

La reflexión se enfoca en esas vidas ausentes, encarnadas en ese arlequín deshumanizado, sostenido por andamios. Escultura-símbolo de una ciudad-estado. En esos edificios clásicos síntoma de cultura y de refinamiento. Abandonados.

Sole sul cavalletto, 1972. Fondazione Giorgio e Isa de Chirico, Roma

© Giorgio de Chirico, VEGAP, Barcelona, 2017

Como un visionario (de nuevo la sibila) De Chirico se anticipa a los avances científicos, mostrando en sus cuadros un agujero negro, una hipótesis. Se trata de un sol incandescente, conectado mediante un cable misterioso con su contraparte, la sombra de una estrella. Materia y antimateria, explosión e implosión, luz y tiniebla, día y noche, radiación o eclipse. Una investigación sobre el efecto de los contrarios en los ojos del observador. Añade confusión –o nos aclara- el contexto: de nuevo un paisaje árido, las ruinas clasicistas, un salón con unos muebles azarosos. De una manera misteriosa nos damos cuenta de que detrás de este telón hay algo, un enigma, un poema, una revelación. Nunca hemos de olvidarnos del medio: una composición hermosa, colores contrastados, equilibrio de las figuras, y señales que nos llaman la atención. Porque la belleza -el arte- es el vehículo que el maestro de la metafísica utiliza para comunicarse con nosotros. Para interrogarnos.

Combate de gladiadores, 1969. Fondazione Giorgio e Isa de Chirico, Roma

© Giorgio de Chirico, VEGAP, Barcelona, 2017

De repente aparecen figuras, la representación de las mismas se sitúa entre la caricatura y el cómic. Evolucionan en la mente del artista desde los frisos en bajorrelieve que representan batallas, enfrentamientos o cortejos en la época más depurada del helenismo. Giorgio de Chirico se centra en los gladiadores. Esa palabra tenía para él resonancias especiales, así que ya era –semánticamente- metafísica. Los seres humanos ocupan el lugar del vacío que existe en la producción de otras épocas del autor. La arquitectura y los objetos pasan a ser un trasfondo y una referencia que, sin perder su valor simbólico, están al servicio de la acción. Ferocidad, crueldad, enfrentamiento, la lucha del hombre contra el hombre concebida como espectáculo llega hasta el presente y llena los estadios, la idea de muerte permanece escondida detrás de la derrota. Los espectadores -la masa- pasan a adquirir un protagonismo aislado en su cómoda y lejana realidad.

Visión metafísica de Nueva York, 1975. Fondazione Giorgio e Isa de Chirico, Roma

© Giorgio de Chirico, VEGAP, Barcelona, 2017

Amontonamiento de objetos en una habitación, frecuentemente en una esquina. Por las ventanas se observa un paisaje urbano. Ese cúmulo de cosas disímiles adquiere significado por acumulación, y por contrate con lo que hay detrás. Han sido guardados porque ya no sirven -o porque son demasiado valiosos- representan el arte y la técnica adquiridos, en este caso encarnan el espíritu de una ciudad. En otros cuadros de esa serie de trofeos es el presente el que juega con el pasado, o la modernidad con los tiempos antiguos. Se acercan a la idea de “Los arqueólogos”, esculturas o figuraciones que albergan en su regazo yacimientos arqueológicos, conservando la memoria común.

Edipo y la esfinge, 1968. Fondazione Giorgio e Isa de Chirico, Roma

© Giorgio de Chirico, VEGAP, Barcelona, 2017

Uno de los conceptos que aparece con más frecuencia en los títulos de las obras, el adjetivo que reúne con más acierto la producción de Chirico es el de “misterioso”. No hay un Edipo más misterioso que éste. En la serie de los “Baños” el agua-parqué pasa a convertirse en una metáfora. Las figuras están presas de un agua materializada. El entorno pasa a formar parte de los seres que devienen híbridos, como centauros, como la esfinge a la que también el pintor retrató en el momento de la revelación de su secreto. En los baños hay algo lúdico y vagamente sensual, ciertamente homoerótico, puesto que no aparecen nunca mujeres. Los objetos cotidianos, habituales en un establecimiento balneario, activan los mecanismos mentales de la infancia como si fueran una regresión: patos, sombrillas, flotadores, banderines. Surgen de una imagen de su niñez, un hombre caminando sobre un suelo de madera barnizada, y de las costas de su Grecia iniciática.

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EL MUNDO DE GIORGIO DE CHIRICO

CaixaForum. Madrid

23 de noviembre de 2017 a 18 de febrero de 2018

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