De ruta por el País Vasco
El destino de moda en España combina playa y montaña, tradición y modernidad, ocio y gastronomía. Su riqueza se articula en torno a tres provincias provistas de todo lo necesario para permitirnos desconectar. Ya seas aficionado a la naturaleza, al patrimonio cultural o a los deportes, Euskadi te ofrece un sinfín de experiencias que te sorprenderán
Estrabón los llamó ouáskones en época de Augusto, y aunque llegó a emparentarlos con el resto de habitantes de la zona septentrional de Iberia —fundamentalmente cántabros y astures— no dudó en destacar la presencia de verdaderas póleis (ciudades) en parte de sus dominios. Guardianes de la tradición y poseedores de una lengua propia «que no era familiar para sus lectores griegos o romanos», sentían una especial predilección por la luna llena, a la que rendían culto danzando delante de sus casas hasta la llegada del amanecer. Y es que si por algo han destacado los vascos a lo largo de la historia es por su mística relación con la naturaleza.
La capital verde
«Ongi Etorri» (Bienvenidos). Nuestro periplo por la moderna Euskadi debe comenzar necesariamente por su capital, Vitoria-Gasteiz, eje de comunicaciones entre la Meseta Central y la vieja Europa y arquetipo de ciudad sana y sostenible. Poseedora del título de «muy noble y muy leal», fue codiciada durante siglos por navarros y castellanos, siendo estos últimos los encargados de realzarla. Sus calles representan la simbiosis perfecta entre pasado y futuro, ofreciéndonos un ramillete de monumentos dispersos por su almendra medieval junto a las intervenciones de street art más simpáticas y actuales. Hasta Ken Follet se prendó de su catedral vieja, recreándola con acierto en su novela Un mundo sin fin, continuación de Los Pilares de la Tierra. Pero ahí no queda la cosa, pues la cuna de la Virgen Blanca, de Celedón y los 'blusas', es el recinto más verde de España (Green Capital desde 2012) y uno de los modelos ecológicos del continente.
Sal y vino
Antes de abandonar la provincia no estaría de más acercarnos a descubrir Treviño, el condado castellano que, con poco más de mil trescientos habitantes, lleva setenta años reclamando su integración en Álava; e incluso visitar las cercanas salinas de Añana, cuya explotación está documentada desde el año 822 —la flor de sal es uno de sus productos estrella—. Y por supuesto dedicar unas horas a Laguardia, estandarte de la Rioja Alavesa, patria del fabulista Samaniego y crisol de experiencias turísticas y enológicas. Su cuidada muralla tiene poco que envidiar a la de Ávila, albergando un tesoro único en el mundo: el pórtico policromado de Santa María de los Reyes. Su visita es obligada, casi tanto como contemplar el reloj carrillón de la Plaza Mayor o adentrarnos en sus bodegas. A las afueras despunta Ysios, una de las enseñas de Domecq, y a pocos kilómetros del municipio, en el término de Elciego, la prestigiosa Marqués de Riscal.
Soñando entre montañas
A caballo entre las provincias de Álava y Vizcaya, el monte Gorbea nos retrotrae a una época idílica; aquella en la que los antiguos vascones convocaban a sus representantes a las Juntas Generales entre sonidos de cuerno y llamativas hogueras. Su altiva presencia —1482 metros sobre el nivel del mar— nos da la bienvenida a la Euskadi más arcana, en la que un sencillo pastor es capaz de predecir una tormenta eléctrica con mayor fiabilidad que un meteorólogo. Perderse entre sus riscos trasciende lo tangible y nos faculta para recorrer el resto del paraíso natural con el alma henchida de gozo. De ahí daremos el salto a Guernica, símbolo de la cultura y los valores tradicionales vascos. Su actual roble apenas supera los tres años, pero aún así provoca la admiración de cuantos lo contemplan. En la Casa de Juntas los visitantes pueden descubrir el abolengo del Señorío de Vizcaya, su relación con la Monarquía y el legado de sus siglos de historia. Y a unos pocos pasos merece la pena contemplar una réplica a tamaño natural del famoso cuadro de Picasso...
Remo, surf y Tronos
Otro lugar inenarrable es Urdaibai, declarado Reserva Natural de la Biosfera en 1984 y sede de uno de los mejores equipos de traineras de Euskadi. Un buen modo de recorrerlo es adentrándose en él por la carretera de Bermeo, puerto ballenero donde podemos degustar el mejor bonito del norte. Sus bosques frondosos y sus más de trescientas especies de vertebrados compiten en importancia con su litoral, tan bello como salvaje, e ideal para la práctica del surf. Allí despuntan iconos como el cabo Machichaco, la isla de Izaro o el Peñón de Ogoño. Pero es sin duda San Juan de Gaztelugatxe su espacio más arrebatador; un islote unido al continente por un puente de dos arcos y coronado por una ermita cuyo acceso consta de 241 escalones. El paraíso de los aficionados a la serie de televisión Juego de Tronos, cuyo rodaje de la séptima temporada ha disparado las visitas.
El nuevo Bilbao
Bilbao es sinónimo de hierro, pero también de acero corten y sobre todo titanio. Desaparecidos los altos hornos y la actividad del astillero Euskalduna, el actual paisaje 'botxero' se articula en torno a un apellido: Guggenheim. Atrás quedaron el gris ceniza de su ambiente y la insalubridad de la ría. Caminar por Campo Volantín es dejar volar la imaginación al estilo de Frank Gehry —el genial artífice del museo—, esbozando imágenes como las del puente Zubizuri, de Santiago Calatrava, el rascacielos de Cesar Pelli, la Araña de Louise Bourgeois o las esferas brillantes de Anish Kapoor. Aunque ninguna tan entrañable como Puppy, el célebre perro de flores de Jeff Koons. Un conjunto de odas a la posmodernidad que en Bilbao encuentran el escenario perfecto y que se complementan con sus edificios decimonónicos (el entorno de la Plaza Moyúa es elegantísimo), así como su Casco Viejo, sempiterno guardián de las Siete Calles y de los monumentos más señeros (la Catedral de Santiago, el teatro Arriaga...)
La 'Torre Eiffel' del País Vasco
Pero el corazón de Vizcaya también posee otros atractivos, y estos se hayan a pocos minutos en coche. Siguiendo el curso del río Nervión y justo después de arrodillarnos ante la 'Amatxu' de Begoña y descubrir el nuevo San Mamés, el potencial de la burguesía de finales del XIX se hace patente al llegar a Las Arenas. Allí se alza el Puente Colgante, una de las joyas industriales de nuestra geografía, realizado por Alberto de Palacio en 1893 y declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Su estructura de hierro remachado une las localidades de Getxo y Portugalete —ambas con suficiente enjundia— siendo bautizado popularmente como la 'Torre Eiffel' del País Vasco.
Del cine a la mesa
La más pequeña de las provincias vascas responde al nombre de Guipúzcoa, aunque ella sola se basta para resumir la riqueza del territorio. Comenzando por su capital, San Sebastián, una de las ciudades más hermosas de España que logra hechizarnos desde el primer vistazo. Entre sus rincones imprescindibles destacan el monte Igeldo —la panacea del fotógrafo—, las playas de Ondarreta, la Concha y la Zurriola o el coqueto puerto. Aunque su fama internacional se concentra en dos edificios con nombres de reina: el hotel María Cristina y el Teatro Victoria Eugenia, sedes irreemplazables de su festival de cine. Por ellas han desfilado estrellas del celuloide como Bette Davis, Gregory Peck o Elizabeth Taylor, además de Robert de Niro, Meryl Streep y Sigourney Weaver. Es tal el glamour de sus calles que muchos la llaman 'la pequeña París', ciudad con la que compite en excelencia gastronómica. La variedad de sus pintxos y sus múltiples estrellas Michelín la elevan al olimpo de los aficionados a la buena mesa. Otros enclaves turísticos imperdibles son Zarautz, Getaria y Zumaia, de moda a partir del estreno de Ocho apellidos vascos, así como Hondarribia, ciudad cercana a Irún por cuyos rincones desfilaron personajes históricos como Carlos V o Juana la Loca. Su barrio de la Marina es el sitio perfecto para degustar un 'txacolí' entre amigos, mientras observamos sus casas de colores, a un suspiro escaso de la vecina Hendaya.
El vasco universal
Hacia el interior, Guipuzcoa nos sorprende con su aroma a santidad entre las sierras de Izarraitz y Aizkorri-Aratz y la bucólica comarca de Urola Garaia. En sus entrañas reposan tres templos de épocas distintas e innegable valor histórico-artístico: Loyola, la Antigua y Arantzazu. Una mágica ruta conecta las tres localidades que los albergan, Azpeitia, Zumárraga y Oñati. Todas ellas con un denominador común: san Ignacio de Loyola, el vasco universal que revolucionó la historia de la Iglesia y de su tiempo. Y es que nadie como él para ejemplificar la valía de los ouáskones...
El actual paisaje 'botxero' se articula en torno a un apellido: Guggenheim. / Antonio Puente Mayor
Hondarribia. / Antonio Puente Mayor
Puente Colgante de Vizcaya, una de las joyas industriales de nuestra geografía. / Antonio Puente Mayor
Vista de San Sebastián desde el monte Igeldo. / Antonio Puente Mayor
Detalle de la Barandilla de la Concha en San Sebastián. / Antonio Puente Mayor
Vitoria-Gasteiz. / Antonio Puente Mayor