Diez grandes clásicos del cine negro

28 sep 2015 / 17:15 h - Actualizado: 28 sep 2015 / 17:33 h.
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  • ‘Laura’ (Otto Preminger, 1944)
    ‘Laura’ (Otto Preminger, 1944)
  • ‘Perdición’ (Billy Wilder, 1944).
    ‘Perdición’ (Billy Wilder, 1944).
  • ‘El sueño eterno’ (Howard Hawks, 1946).
    ‘El sueño eterno’ (Howard Hawks, 1946).
  • ‘Cayo Largo’ (John Huston, 1948).
    ‘Cayo Largo’ (John Huston, 1948).
  • ‘Al rojo vivo’ (Raoul Walsh, 1949).
    ‘Al rojo vivo’ (Raoul Walsh, 1949).
  • ‘El tercer hombre’ (Carol Reed, 1949).
    ‘El tercer hombre’ (Carol Reed, 1949).
  • ‘En un lugar solitario’ (Nicholas Ray, 1950).
    ‘En un lugar solitario’ (Nicholas Ray, 1950).
  • ‘Los sobornados’ (Fritz Lang, 1953).
    ‘Los sobornados’ (Fritz Lang, 1953).
  • ‘Chinatown’ (Roman Polanski, 1974).
    ‘Chinatown’ (Roman Polanski, 1974).
  • ‘L.A. Confidential’ (Curtis Hanson, 1997).
    ‘L.A. Confidential’ (Curtis Hanson, 1997).

El cine negro o ‘film noir’ comparte elementos con otros géneros afines como el de gánsters o el de suspense, pero tiene ciertos rasgos propios. Mediante una fotografía expresionista, retrata con un tono desencantado a una sociedad que, a raíz de la Segunda Guerra Mundial, vio crecer la delincuencia y difuminarse la línea que separaba los dos lados de la ley. En este artículo, damos unas cuantas pinceladas sobre 10 grandes clásicos del género del asfalto mojado.

‘LAURA’
(Otto Preminger, 1944)

Relata la investigación del asesinato de una bella mujer (Gene Tierney), de cuya imagen idealizada se enamora el policía encargado del caso (Dana Andrews). El director consiguió una conjunción perfecta de forma y contenido. Creó una atmósfera de ensoñación gracias a una envolvente partitura, al magnético retrato al óleo de la protagonista y a una iluminación llena de matizados contrastes. Estos elementos evocan a Laura de una forma tan obsesionante para el público como para el detective. Fue un milagro que esta obra maestra llegara a buen puerto porque sólo su creador tenía fe en ella. Afortunadamente, Otto Preminger era tan testarudo como su nombre sugiere y logró hacerse con las riendas del proyecto y plasmar su visión. Uno de sus mayores aciertos fue apostar por el peculiar Clifton Webb para dar vida al mentor de Laura, ya que sus cínicos comentarios y su petulancia aderezan la función.

‘PERDICIÓN’
(Billy Wilder, 1944)

Un vendedor de seguros se enamora de una mujer casada y juntos traman el asesinato del marido para cobrar su póliza de vida. La historia no es el colmo de la originalidad, pero Wilder supo contarla a su manera, luciéndose en lo que mejor se le daba, el guión. Colaboró a este fin con Raymond Chandler, el rey de la novela negra. Escribieron intercambios verbales de gran agudeza entre los personajes, como cuando el protagonista se está insinuando a la mujer, provocando que ella le espete «Me pregunto si sé lo que usted quiere decir», a lo que él replica «Me pregunto si se lo pregunta...». Wilder consiguió una atmósfera cargada como un Colt 45 mediante una puesta en escena plagada de ocurrencias. Eligió el mejor reparto posible, pues Fred MacMurray y Barbara Stanwyck encarnaron a la retorcida pareja con unos niveles de cinismo que hasta entonces nadie sospechaba que pudieran desplegar. Como remate, Edward G. Robinson, con su singular aspecto y su forma única de decir las cosas, arrebató unas cuantas escenas como el responsable de siniestros de la aseguradora.

‘EL SUEÑO ETERNO’
(Howard Hawks, 1946)

Raymond Chandler creó al más emblemático de todos los detectives privados, Philip Marlowe, y Howard Hawks llevó al cine la primera de las novelas de la serie. Con él como director, era irremediable que el protagonista fuera duramente sarcástico y la protagonista sarcásticamente dura. Así pues, no le quedó más remedio que reunir a Lauren Bacall y Humphrey Bogart. Ella era una rara combinación de clase e insolencia. Y él... ¿Qué podemos decir de Bogie que no se haya dicho? Fue una presencia cinematográfica tan poderosa, que con sólo asomar en pantalla su rostro bajo el ala de su flexible, entendíamos su desencantada visión del mundo y de los hombres.

William Faulkner participó en la escritura del guion, que incluyó algunos de los diálogos más ásperamente seductores del género. Así, él le lanza «Es gracioso. Usted está intentando averiguar qué me encargó averiguar y yo estoy intentando averiguar por qué usted lo quiere averiguar», a lo que ella repone «¿Podría continuar para siempre verdad? En todo caso, nos dará de qué hablar la próxima vez que nos veamos...». Orson Welles dijo que el problema de esta película es que no se comprendía bien toda la trama. Si un tipo tan brillante dijo eso, no seré yo quien diga que la entendí. De hecho, ¿ustedes saben quién mato al chófer?

‘CAYO LARGO’
(John Huston, 1948)

¡De nuevo Bogart y Bacall! Huston tuvo la genial ocurrencia de encerrar a la pareja más interesante del género en un hotel de un cayo de Florida y de echarles encima una tormenta huracanada y una banda de mafiosos liderada por el gran Edward G. Robinson. ¿Qué podía resultar de aquello? ¡Pura dinamita! Es impagable ver a Bogart pasar de bailarle cínicamente el agua al gánster a sacar ese héroe que todos sabíamos que sólo él llevaba dentro, o apreciar esas oblicuas miradas gatunas que le lanzaba una Bacall más fascinada y fascinante que nunca. Desde luego, Huston sabía cómo envolvernos en atmósferas inquietantes y cómo exprimir la química entre un ramillete de actorazos. Lionel Barrymore hizo un gran papel como dueño del hotel y Claire Trevor, como la alcoholizada y maltratada novia de Robinson, dotó de tanta fuerza a la más dramática de sus escenas, que todo el equipo de rodaje estalló en aplausos tras el «corten».

‘AL ROJO VIVO’
(Raoul Walsh, 1949)

Walsh dominaba las escenas de acción y la construcción de la tensión que las precede. Además, sabía cómo arrojar esa tensión al patio de butacas y dejarnos tiesos. El único e irrepetible James Cagney encarna al jefe de una banda de gánsteres en la que se infiltra un policía (Edmond O’Brien). En esta trepidante cinta, la trama no nos da un respiro, desde que en la cárcel el topo va ganándose la confianza del protagonista hasta el mítico final en que éste, rodeado por las llamas, grita «¡Lo conseguí mamá! ¡Estoy en la cima del mundo». Resulta fascinante el retrato de las dificultades de Cagney para conservar tanto el liderazgo como a su mujer (Virginia Mayo, rubia escultural desalmada, toma enésima). Pero lo mejor es la vulnerabilidad con la que el actor muestra la enfermiza relación del personaje con su talón de Aquiles, su madre. Les diré que, dado el perfil de la susodicha, menos mal que madre no hay más que una...

‘EL TERCER HOMBRE’
(Carol Reed, 1949)

A una descompuesta Viena que tras la reciente guerra ha sido invadida por el mercado negro, llega un escritor norteamericano (Joseph Cotten) para reunirse con un amigo, Harry Lime, pero se encuentra con que el mismo ha muerto. Decide investigar el misterio y se enamora de la enigmática amante del desaparecido (Alida Valli). Reed adaptó la novela de Graham Greene, consiguiendo captar esa tristeza de fondo propia del autor, gracias a la expresividad de las imágenes que capturan a unos personajes perdidos en una ciudad desoladora. Orson Welles aparecía sólo unos minutos en pantalla como el tercer hombre del título, pero su encarnación fue tan turbadora y carismática, que ese es el momento que recordamos años después de ver la película. De hecho, Welles contaba que aun décadas después del estreno, cuando entraba en un local, le seguían recibiendo con las notas de cítara asociadas a su personaje.

‘EN UN LUGAR SOLITARIO’
(Nicholas Ray, 1950)

Ray dirigió con su intensidad habitual a su mujer en la vida real, Gloria Grahame, y a Humphrey Bogart en esta apasionante historia sobre un escritor caracterizado por sus prontos violentos, al que consideran sospechoso de un asesinato. Durante la investigación policial, entabla una relación con su atractiva vecina, cuyos sentimientos evolucionan del encandilamiento al temor. Todas las escenas de la pareja, tanto las de seducción como las de confrontación, nos tienen en vilo. Lo más interesante de esta gran película, aparte de un guión, unas interpretaciones y una puesta en escena sobresalientes, es que en ella Ray y Bogart se retrataron dando a conocer mucho de sus explosivas personalidades.

‘LOS SOBORNADOS’
(Fritz Lang, 1953)

A Fritz Lang le interesaba desvelar el lado oscuro del ser humano y de la sociedad. Sabía retratar sin tapujos tanto la perversión de los malvados como las pulsiones violentas del ciudadano corriente y no le asustaba desvelar los secretos que pueden encerrarse detrás de las puertas de nuestras aparentemente inocentes viviendas. Todas sus capacidades afloraron en la que fue una de sus mejores obras. En ella hay un poli bueno (Glenn Ford) que, cuando le arrebatan lo que le es más querido, se abandona a la sed de venganza. Se deja ayudar por una bella mujer que, bajo su aparente fatalidad, oculta un par de buenas intenciones (Gloria Grahame). La expresionista fotografía en blanco y negrísimo propia del realizador, unos villanos escalofriantes y una trama sin fisuras hicieron el resto. El espectador difícilmente olvidará escenas como la de Lee Marvin arrojándole una cafetera hirviendo a su chica o la explosión de una bomba en la casa de Ford. Y hasta aquí puedo leer...

‘CHINATOWN’
(Roman Polanski, 1974)

¿Quién mejor que un realizador tan amante de lo turbio como Polanski para captar desde la descarnada perspectiva de los 70 la descomposición moral que empañaba las calles de Los Ángeles a finales de los 30? La compleja narración nos desconcierta y envuelve en esta historia en la que el investigador privado encarnado por Jack Nicholson da más vueltas que una noria. Tienen mucho que ver en esos giros la magnética Faye Dunaway como la mujer que le contrata y el perverso progenitor de ésta (John Huston). Como anécdota, fíjense en la memorable escena en la que unos mafiosos le rasgan la nariz a Nicholson por meter la ídem donde no debiera y reconocerán a un diminuto Polanski.

‘L.A. CONFIDENTIAL’
(Curtis Hanson, 1997)

Hanson nos llenó de admiración revisitando con pleno acierto el género, pues supo trasladarnos a Los Ángeles de comienzos de los 50 con una trama complicada y brillante en la que se entremezclan los avatares de tres policías de la ciudad californiana de muy diferente estilo y código moral con una red de prostitución que tiene la particularidad de que las mujeres pretenden emular a estrellas de cine. Russell Crowe, Kevin Spacey y Guy Pearce se las arreglaron para que no podamos decidir quién lo hizo mejor. Y ninguno sabíamos lo buena actriz que podía ser Kim Bassinger hasta que descubrimos que su mirada podía condensar la tristeza y la pérdida de la profesión más vieja del mundo.