Distancia de rescate

La nouvelle de Samanta Schweblin alcanza altas cotas técnicas logrando con ello la voz precisa y un ritmo narrativo excelente.

04 abr 2016 / 12:50 h - Actualizado: 04 abr 2016 / 15:04 h.
"Libros - Aladar"
  • Portada de la novela Distancia de rescate. / El Correo
    Portada de la novela Distancia de rescate. / El Correo

Hay entre la madre y la hija un hilo que se tensa. Es un aviso. Si funciona bien, en ese punto de tensión preciso se logra proteger, evitar, prevenir, «ir delante de lo que podría ocurrir». Amanda es esa madre que se maneja, que ciuda, bajo esta «distancia de rescate». Sin embargo, falla. La presencia de una mujer atractiva y su relato macabro la desestabilizan y la distraen.

Pero ese no es el tema de la nouvelle. Podría ser el deseo, sí. Amanda desea a Carla. Y ese deseo de mujer a mujer es tan fuerte como el deseo de otra mujer de ser la madre de quien no es: Carla desearía a Nina por hija, no a David, que es un monstruo. Los ojos de Amanda en Carla, los ojos de Carla en Nina, ¿quién mira lo que realmente hay que ver (David diría: lo importante)?

La familia de clase media cómoda pasando las vacaciones en el campo argentino. La ciudad repudiada, el lugar donde está el «congestionamiento de casi todas las cosas». Y de repente, el campo es el que está contaminado. Está envenenado el sitio alejado de la contaminación y la mugre. Probablemente las fumigaciones del campo de soja, que no aparecen en la ficción, sean las responsables del tóxico, del veneno. El resultado es un sitio con malformaciones de nacimiento y con gente que va cayendo enferma, como una maldición. La cura no es científica: la curandera alivia la plaga transmigrando las almas. Media alma se va a otro envase, el cuerpo donde quedó la otra media es puro extrañamiento.

David es la voz que pide el relato. Amanda es la voz que relata desde la memoria y el agotamiento. Dentro del relato de Amanda está la voz de Carla en diálogo con ella; también la de su hija Nina. Y la nouvelle es la permanente pregunta sobre el sentido de la narración. ¿Por qué contar esta historia?, que no es la historia de Carla («Esas son historias de mi madre. Ni vos ni yo tenemos tiempo para eso», dirá David) aunque Amanda solo pueda comenzar su historia relatando lo que le contó la otra. ¿Cuál es la historia? ¿Qué historia contar? Preguntas que encuentran su encauce en la voz de David, como si fuera la obra acabada, y que se desorientan todo el tiempo en la incertidumbre de Amanda, en el intento de un relato que no sabe adónde va, de un relato cuya esencia es su propia imposibilidad.