El agua sin forma

‘La forma del agua’, del mexicano Guillermo del Toro, llega a los cines con más de una docena de nominaciones al Oscar y prometiendo una historia lacrimógena, pero cargada de un optimista mensaje contra la intolerancia y sobre los límites que el amor puede traspasar. Y ninguna sorpresa porque es todo muy predecible en la cinta de del Toro

24 feb 2018 / 08:30 h - Actualizado: 24 feb 2018 / 11:49 h.
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  • La Forma del Agua cuenta la historia de un extraño enamoramiento entre Elisa (Sally Hawkins) y una monstruosa criatura acuática (Doug Jones). / El Correo
    La Forma del Agua cuenta la historia de un extraño enamoramiento entre Elisa (Sally Hawkins) y una monstruosa criatura acuática (Doug Jones). / El Correo
  • En este pastiche posmoderno no se aguantan las costuras. / ElCorreo
    En este pastiche posmoderno no se aguantan las costuras. / ElCorreo

El último film de Guillermo del Toro, y firme candidato a arrasar en la próxima entrega de los Oscar, es uno de esos proyectos cuyo solo planteamiento de ciencia ficción romántica puede llamar enormemente nuestra atención. Si además descubrimos que tras él se encuentra la mano de uno de los directores más particulares y dotados de cuantos trabajan en Hollywood, las apuestan se hacen mayores y si además la cinta, una vez estrenada, recibe las alabanzas de toda la prensa especializada que la califica de gran obra, destacándose este hecho incluso en los tráilers que acompañan a su estreno en salas, uno no puede menos que ir a comprar su entrada con una sonrisa en la boca. Pero todos sabemos cuál es el problema de las expectativas, pueden arruinarlo todo.

La Forma del Agua cuenta la historia de un extraño encuentro y aún más extraño enamoramiento entre Elisa (Sally Hawkins), una sencilla chica muda que trabaja en las instalaciones secretas del gobierno de Estados Unidos y una monstruosa criatura acuática (Doug Jones) retenida en esas instalaciones. Su relación, a priori nada fácil, se verá aún más comprometida por la intromisión de Richard Strickland (Michael Shannon), un mal tipo que odia bastante al bicho submarino. Estamos sin duda ante un cuento, uno sobre la soledad, alteridad, intolerancia y, por supuesto, sobre como el amor puede pasar por encima de todo. Si ya les suena a algo debo advertirles que no será lo único, porque si de algo adolece el film es de un guion débil que nos sigue como un perro a su amo.

Puede que sea precisamente la atmósfera de cuento la que me ha impedido conectar del todo con La forma del Agua, arrastrándola consigo inevitablemente a territorios demasiado transitados y a personajes estereotipados que resultan además poco atrayentes. Aunque no es en absoluto una mala película, la confluencia de géneros que habitan en ella y, sobretodo, la capacidad que Del Toro siempre ha mostrado para manejarse sin ataduras en la ciencia ficción y su gusto por los elementos oscuros e inquietantes, deberían haberla elevado mucho más alto de lo que finalmente consigue. Un guion inconsistente y que avanza a base de situaciones harto conocidas para la generación de E.T el Extraterrestre (y la de Liberad a Willy, La Bella y la Bestia...) solo consigue que en este pastiche posmoderno no se aguanten las costuras. Su mezcla de drama romántico, comedia y ciencia ficción no resulta a estas alturas, con los metros de celuloide que el espectador contemporáneo tiene a sus espaldas, suficientemente original, y el sobrevuelo por sus referencias cinematográficas, desde El Monstruo del Lago Negro hasta Amelie no es ni sutil, como suele ocurrir en las cintas de los hermanos Cohen, ni refrescantemente descarado, como en las de Tarantino, pareciendo casi un ejercicio de recreación con el que el director mexicano ha conseguido reconfortarse dentro de una historia anodina en su desarrollo y simple en las emociones que intenta transmitir.

No se asusten, hay suficientes elementos fuertes en este film para que queden cautivados frente a la pantalla. Lo mejor la extraordinaria ambientación y un diseño de producción retrofuturista que indudablemente lleva la firma de su director, también por supuesto el manejo de la cámara más que eficiente de quien posee una capacidad de narrativa visual fuera de toda duda. Incluso encontramos ciertas gotas de perversión que enriquecen a los personajes y sus relaciones, sobre todo en lo que respecta al aspecto más sexual de la historia, siendo especialmente destacable la escena de cama que el personaje interpretado por Shanon comparte con su esposa, rica en asociaciones. Pero pese a estos instantes La Forma del Agua carece de algo muy importante en un proyecto de estas características, capacidad de sorpresa, siendo una de las cintas más predecibles que haya visto en mucho tiempo.

Cuando hablamos de las producciones de Hollywood es muy difícil saber cuánto del proyecto pertenece realmente a su director y cuanto es imposición del estudio, la libertad de los realizadores es cuando menos relativa y en esta tesitura es siempre difícil juzgar su labor. Podemos ver La Forma del Agua como la de un vaso medio vacío, un nuevo cuento hollywoodiense de alto presupuesto que termina ahogando la personalidad de un interesante director, o ver en ella el vaso medio lleno, una agridulce cinta, muy al uso, pero en la que la personalidad de Del Toro ha conseguido introducir suficientes elementos particulares para elevarla por encima de sus posibilidades. Como suele ocurrir ambas opciones son correctas, y ambas insuficientes.