El cine francés del siglo XXI

En los últimos años, Francia nos ha regalado varias películas para el recuerdo. Historias de amor, humor, drama, con personajes adorables e insoportables que se cuelan en nuestra vida con mucha mano

30 nov 2015 / 18:07 h - Actualizado: 30 nov 2015 / 18:09 h.
"Cine","Cine - Aladar","Vive la France!"
  • François Cluzet y Omar Sy en ‘Intouchables’.
    François Cluzet y Omar Sy en ‘Intouchables’.
  • El cine francés del siglo XXI
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El cine, en Francia, es un bien preciado. Su gente apoya lo que allí se hace. Y, como aseguran algunos, el cariño y el respeto engendran buen material. De las películas francesas se dicen muchas cosas; buenas y malas. Catalogarlo simplemente como ‘cine francés’ es injusto, ya que se trata de una variedad de estilos que convergen en una riqueza de guiones relucientes, de interpretaciones conmovedoras, de intenciones admirables. En los últimos años, no han sido pocos los títulos que han trascendido su propia tierra. Rescatamos tres.

La vida de Adèle
(La vie d’Adèle, 2013)

La película, aclamada por la crítica, está basada en la novela gráfica Le bleu est une couleur chaude. Adèle es una joven con dudas sobre su sexualidad. Empieza a descubrir las relaciones con chicos, pero no se siente cómoda con ello. Las dudas, la incertidumbre, el malestar... son neutralizados en el momento que se cruza con Emma. Una atracción de las que desgarran, de las que hipnotizan. El manejo de la cámara en esta obra nos adhiere a la piel de las protagonistas de una manera muy personal. Las secuencias de sexo explícito provocaron cierta controversia en su momento, pero uno no puede quedarse indiferente al realismo y a la intensidad que golpean en cada espectador. De la misma manera que se encajan otros golpes, más emocionales. Porque lo brillante de esta adaptación a la gran pantalla es la interpretación de Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux. No en vano Steven Spielberg, presidente del jurado en la edición del Festival de Cannes en que esta película se alzó con la Palma de Oro, reconoció haber quedado fascinando con ambas actuaciones. Una representación de amor profundo, intenso, puramente humano. Tres horas de película en que el espectador queda maniatado, prendido por la historia de amor entre dos jóvenes lesbianas que, al conocerse, emprenden un camino largo hacia la madurez.

Pequeñas mentiras sin importancia
(Les petits mouchirs, 2010)

Por todos es sabido que las comedias francesas tienen su propia y particular atmósfera. Y eso que existen ciento una maneras de encarar una comedia. En este caso, a pesar de que muchos encuadren la película en este género, estamos más bien ante una dramedia. El componente humorístico es una constante, pero resulta que el dramático también. Simplemente, está hilado de una manera que subyace, sin llegar a desvanecerse nunca. Y así, entre personajes y diálogos variopintos, nos cuelan una historia que termina con una bofetada: un final de los que no se olvidan. Nos encontramos con un grupo de amigos adultos que cada verano se une para pasar las vacaciones en la casa de retiro de uno de ellos. Pero uno de los miembros de la pandilla sufre un grave accidente. Desde ese momento, la primera piedra queda colocada: han tomado la decisión de irse igualmente, en lugar de quedarse acompañándolo en el hospital. Por supuesto, estas vacaciones no serán igual a las anteriores. Las diferentes personalidades y el verdadero carácter de cada uno salen a flote con mayor facilidad ante contratiempos en un principio ligeros. Pero esto los hace reconocer ciertas cosas de la vida que antes pasaban por alto. Problemas ocultos, sentimientos enjaulados, realidades ignoradas... Todo, hasta llegar a esa bofetada final.

Intocable

(Intouchables, 2011)

Esta película supuso un boom en taquilla, no solo en territorio francés. Su sencillez, su descarada ternura, jugaron bien y ganaron la partida. La historia es en realidad simple, y es que hacer que lo simple funcione no es tan fácil como algunos pueden pensar. Acostumbrados a exigir algo complicado, miramos con sospecha a aquello que luce con pocos ornamentos. Intocable apenas tiene de estos últimos. Phillippe es millonario, también tetrapléjico. Driss es un inmigrante que busca la manera de subsistir. Sus vidas se cruzan, y a pesar de ser personas radicalmente distintas, lo que uno aprende del otro es una lección sin demasiado artificio. Pero qué necesario es poder sentir lo que esta película nos ofrece. Tener menos de dos horas para dejar que las emociones afloren a través de una relación ficticia que terminamos deseando que sea real. La pantalla del cine es lo que tiene: sabe alejarse de la realidad aunque nos haga creer lo contrario. Y nosotros aceptamos el juego sin miramientos. Con gratitud.