¿Se imaginan una película en la que la protagonista fuese la secretaria de un corredor de bolsa que se parece a Mae West? ¿Y otra en la que Eva Green se revelase como una coleccionista de bichos preservados? ¿Cómo les sentaría que les expulsasen de un curso de interpretación por no saberse el texto? ¿Qué sorpresas pueden deparar cuatro entradas de cine con la nota «para la mamá más bonita del mundo»? Para estas, y otras muchas preguntas, hay respuesta en Relatos en 70mm, una obra coral publicada por la editorial El Sendero, que acaba de irrumpir en las librerías cual estreno de la cartelera. Su artífice editorial, impulsor y prologuista es un cinéfilo de los que quedan pocos en la ciudad: filólogo, dramaturgo, amante del terror con regusto a clásico —de Peter Cushing a Christopher Lee— y apasionado de las buenas historias. No en vano, sus publicaciones van a la par que sus premios, y sus intervenciones en los medios son tan agudas como imprescindibles. Me estoy refiriendo a José Luis Ordóñez, cuyos conocimientos cinematográficos pueden saborearse cada semana en el programa líder de la radio pública andaluza —ese que dirige el Yuyu—, y que ahora nos regala esta delicia en forma de libro. Para empezar, hemos de subrayar que Relatos en 70mm viene a continuar esa maravillosa antología publicada en 2015 bajo el nombre Relatos en 35mm. No obstante, pese a compartir tema, editorial y color de la cubierta, ambos pueden leerse de manera independiente. En este caso, el volumen, editado en rústica con solapas y con una extensión de 264 páginas, contiene historias inéditas de doce escritoras y once escritores contemporáneos, cuyo único punto en común es su pasión por las películas y las ganas de plasmarla en papel.

Clásicos y contemporáneos

Es el caso de María Zaragoza, escritora madrileña ganadora del Premio Ateneo de Valladolid 2011, quien construye en Un horizonte inexistente —relato que inaugura la empresa— un retrato íntimo, travieso y desconocido del actor Errol Flynn. O del doctor en Filología y miembro de la Real Academia de Buenas Letras de Granada, Juan Varo Zafra, cuya propuesta, El tiempo débil, nos traslada al Madrid de los 90, donde un joven figurante descubre la trastienda del negocio cinematográfico, pero también del amor y el sexo, mientras transita entre personajes noctámbulos, desenfrenados y decadentes. En La fiera de mi niña —una de las historias más atractivas de la obra—, Isabel Merino nos invita a recorrer Sunset Boulevard hasta alcanzar las puertas de la mansión de Katherine Hepburn. Allí, la actriz más laureada de todos los tiempos, hace balance de su carrera, rememora a aquellos hombres que marcaron su vida y se plantea el futuro a partir de 1982. Solo por degustar el pasaje donde cita a Vivian Leigh, la inolvidable Escarlata O’Hara, merece la pena su lectura. Pero las referencias al Hollywood dorado no acaban aquí, pues son varios los autores que evocan a la mítica Marilyn Monroe —en La chica de la gasolinera Juan Antonio Hidalgo reconstruye sus últimas horas—, e incluso hay espacio para Clark Gable, Jack Lemmon o Billy Wilder. También se dan cita figuras más cercanas en el tiempo: de Robin Williams a Uma Thurman, pasando por Ethan Hawke; así como filmes que jalonan nuestras estanterías en formato DVD, como El Nombre de la Rosa, Forrest Gump, La milla verde o Seven.

Un caleidoscopio de nostalgia y creatividad

Tan variado como estimulante, este compendio que ahora se presenta en Sevilla —su puesta de largo tendrá lugar este viernes 31 a las 20 horas en el Lar Gallego—, contiene frases de las que sientan cátedra: «por el cine que te gusta se sabrá la clase de persona que eres»; pasajes distópicos, trágicos y hasta kafkianos, y un aroma a satisfacción desinteresada que se percibe a lo lejos. Desde Juan Carlos Palma a Loli Pérez, pasando por Carmen Bautista, Sonia García-RayoLuengo, José Iglesias Blandón o Sonsoles Yovanka, su salida al mercado es la enésima confirmación de que estamos asistiendo a una etapa esplendente en lo que a creación multidisciplinar se refiere. Entre los responsables de este caleidoscopio de nostalgia y creatividad no solo hay escritores de profesión o periodistas culturales; también despuntan los graduados sociales, los licenciados en Económicas, los filósofos y antropólogos y hasta los oficiales de policía. Y si no que se lo digan a Fernando Hernández, cuyo Fotogramas de una vida —un viaje emocional por aquellas películas que marcan el devenir de las personas y funcionan incluso como terapia— resume a la perfección el espíritu de este precioso libro: tratar de devolverle al Séptimo Arte una ínfima parte de lo que nos ha legado.