El delicado sonido del ‘run run’
Un marco incomparable, un objetivo fabuloso, un público entregado, la colaboración sin límites del personal de la Capitanía General de Sevilla, unos artistas solidarios que dejaron lo mejor de sí sobre las tablas... No se puede pedir más. El pasado 23 de junio, en el salón de actos de Capitanía General de Sevilla, se celebró una gala lírica, «La voz de la afasia», organizada por la Cátedra «General Castaños» y la Asociación para la Rehabilitación y Prevención de la Afasia (ARPA) que resultó muy agradable y cumplió con el objetivo marcado a priori.
El que acude a un teatro con frecuencia termina reconociendo ese rumor, ese sonido delicado, que anuncia que algo va a ocurrir más allá de lo que suceda sobre las tablas. Unas veces, ese run run, se deja escuchar por la expectación que ha ido levantando el espectáculo; otras porque lo que ocurra allí será exclusivo e irrepetible, otras porque los asistentes llegan al teatro llamados por algo o alguien que les pide que se conviertan en parte de la magia que rodea una manifestación artística y no acudan como meros espectadores.
Obertura
El pasado 23 de junio, en el salón de actos de Capitanía General de Sevilla, se celebró una gala lírica, «La voz de la afasia», organizada por la Cátedra «General Castaños» y la Asociación para la Rehabilitación y Prevención de la Afasia (ARPA), y ese run run tan especial se dejó oír. El hecho de que se represente una adaptación de la ópera Carmen de Georges Bizet en un edificio castrense no deja de ser curioso y, desde luego, no parece que sea algo que pueda repetirse con regularidad. Y los asistentes eran protagonistas por su carácter solidario con las personas que sufren esa secuela tan terrible que es la afasia. Por si era poco, la amabilidad y el cariño que derrocharon los militares que, además habían organizado el acto con elegancia y un orden exacto, no dejaba de ser sorprendente para los que visitaban por primera vez el edificio diseñado por Aníbal González en 1914, convertido, ahora, en unas instalaciones militares preciosas.
Acto I
Antes de comenzar la representación de Carmen y su sentir flamenco, uno de los anfitriones (la edad no perdona y no me alcanzaba la vista para ver, en sus hombreras, el número de estrellas y las puntas de cada una de ellas, pero creo que era coronel) resumió el argumento de la ópera de Bizet y dejó unas pinceladas sobre el compositor. Elisabeth Ortega, presentadora de la gala y compañera de El Correo Tv que tuvo mucho que ver con la organización de acto, nos llevó hasta esa frontera tan desconocida que separa una vida sin grandes complicaciones y otra condicionada por una secuela tan brutal como es la afasia. Pudimos mirar el otro lado gracias al vídeo que protagoniza Chary Maldonado (presidenta de ARPA) e Isabel Mata, su madre, la persona que tras un ictus cruzó obligada la línea que permite a un ser humano comunicarse o no hacerlo. No es fácil mantener el tipo al ver a una hija acariciando a su madre y expresando que está dispuesta a hacer cualquier cosa para eliminar esa frontera. La que separa a su madre de lo que entendemos por normalidad, pero, también, la de todo el que se acerque a ARPA. Según sus propias palabras, ARPA ha sido la razón por la que ha logrado encontrarse con personas extraordinarias que prestan su ayuda haciendo más grande la condición humana. Antes de que el General de Infantería Carlos Gabriel Palacios Zaforteza, Jefe de Estado Mayor de la Fuerza Terrestre, recibiera una escultura firmada por Francisco Parra, como reconocimiento a la generosidad que el ejército había mostrado cediendo su espacio, las emociones ya fluían con la naturalidad que solo se percibe cuando lo auténtico se impone. Aunque no deja de ser una anécdota, el militar fue el primero que se levantó, como lanzado por un resorte, para aplaudir al finalizar la representación. Una tarde noche repleta de gestos generosos.
Acto II
Resulta chocante que una obra como Carmen no haya tenido en Sevilla, nunca, un hueco dentro de la programación operística en forma de gran producción. El libreto coloca a los personajes en la capital andaluza y eso sería razón suficiente como para tener en cuenta la obra de Bizet. Pero, además, estamos hablando de una de las óperas más importantes de todos los tiempos. Razones habrá aunque al que escribe se le escapan y, posiblemente, no le terminarían de convencer.
La lectura que hace el grupo Sevilla de ópera, bajo la dirección de Francisco Oliva, es muy interesante. Presenta una versión camerística intentando dejar intacta la esencia de la obra original. Además, incluye escenas en las que el cante y el baile flamenco toman protagonismo y aportan una faceta expresiva plegada con acierto a lo que se necesita, sin extravagancias o en busca de lo que no interesó, especialmente, a Bizet.
Sobre el escenario, una mesa, dos sillas y un piano.
Acto III
Juan Lérida, cantaor; Manuel González y Manuela Vargas, bailaores; componentes del grupo Sentir Flamenco, arrancaban con fuerza, ubicando la acción y, sobre todo, ese sentido melodramático que Bizet dejó escrito en su partitura. Desde el principio, viendo bailar a Manuela Vargas, sabemos que lo que venga estará teñido de rojo. De pasión y sangre. Sensual y estirando el cuerpo para llegar hasta donde era necesario. Manuel González logró dar un par de buenas patás y acompañó con mimo a su compañera para que volara sobre el escenario. Juan Lérida, algo más discreto. El conjunto cumplió de sobra con lo que un espectáculo de estas características demanda.
Acto IV
Arropados por Jaime Malma, un buen pianista, los cantantes lograron asentarse en el escenario con suficiente solvencia.
Por una parte, su labor actoral soportaba el dinamismo necesario de un espectáculo que no cuenta con grandes recursos escénicos: aprovecharon las entradas al Salón de Actos de Capitanía General para iniciar cuadros escénicos, una sola silla soportó la carga dramática en varias ocasiones, se interpeló a los asistentes para ir dibujando a los personajes (la soprano Carmen Serrano, comenzó así su interpretación, acercándose a las primeras filas)... Más con menos es difícil de lograr.
Por otro lado, tanto el tenor Antonio Garralón (José) como el barítono Jorge de la Rosa (Escamillo; cantante que ya se mueve sobre las tablas del Teatro Real de Madrid formando parte del Coro Intermezzo) lograron manejar registros ajustados y, en los tonos bajos, curiosamente los dos, lograron colores muy bonitos. Ellas, las sopranos Carmen Serrano (Carmen) y María Ogueta (Micaela) no escatimaron esfuerzos defendiendo con solvencia sus papeles.
Telón
Cariño y solidaridad de la mano de la cultura. No se me ocurre mejor resumen. Y con eso ya queda todo dicho.
Sevillanos en las Cortes Españolas
Texto cortesía de José Francisco Mesa Orta
Dicho de esta manera, se podría pensar en todos los políticos sevillanos que han pisado el parquet de las Cortes. No, no me refiero a estos personajes sino a unos que llevan en Madrid más tiempo del que podríamos contar. El pueblo de Madrid, los adoptó enseguida, y se permitieron cambiarles los nombres. Esbeltos, bien «plantaos», con caracolillos en sus melenas; vamos ¡planta de señoritos sevillanos! Eso sí, uno con sonrisa socarrona, el otro serio «esaborío». Por este último, el año 2012, se formó una polémica para colocarle «las partes nobles que no se le ven» y, quizá, por ello mantenga su rostro serio. Durante los años que han permanecido en la Villa de Madrid, han sido testigos de los acontecimientos que han modificado la convivencia de los españoles. Desde su ubicación, miran de soslayo a los políticos bisoños, que no sé si con tanta reforma educativa, en algún momento, un buen maestro o profesor, les haya explicado la historia de estos dos ilustres sevillanos. Nacidos en el barrio de San Bernardo; salieron de la «preñez» de una fundición con título de realeza, la Real Fábrica de Artillería de Sevilla. Sus orígenes, cañones de bronce de la guerra de África. Nacieron el mismo año de 1865, aunque uno el 24 de mayo y el segundo el 22 de julio. Maestros artesanos y operarios, participaron en el desarrollo de los modelos de estas dos figuras: esculpir, modelar y el cincelar. Como ya presuponen, me refiero a Daóiz y Velarde, aunque recuerdan a dos héroes de la Guerra de Independencia Española, a día de hoy, son los nombres de los leones que flanquean la puerta del Congreso de los Diputados desde mayo de 1872. Para regocijo de sus paisanos, los moldes que sirvieron para la fundición en bronce; están actualmente en el edificio de la Capitanía General de Sevilla. Como dijo el sabio: «los originales son los que valen».