El placer de hacer cine

Manuel Muñoz Rivas es un joven realizador sevillano que comienza a destacar con su trabajo. Su película ‘El mar nos mira de lejos’ resulta inquietante, perturbadora, muy atractiva para el espectador que busca en el cine una representación de la realidad en al que se evoquen respuestas a las preguntas que el ser humano se hace desde siempre. Una forma de hacer cine; en la que todo es igual de importante; que reclama la atención del público y de los distribuidores.

25 feb 2017 / 12:59 h - Actualizado: 24 feb 2017 / 13:51 h.
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  • Manuel Muñoz Rivas. / E Correo
    Manuel Muñoz Rivas. / E Correo
  • Fotografía que aparece en una de las casas en las que se desarrolla la trama. / El Correo
    Fotografía que aparece en una de las casas en las que se desarrolla la trama. / El Correo
  • El Parque Natural de Doñana aparece como una especie de lugar remoto y aislado en el que pudieron pasar muchas cosas y en el que podrán seguir pasando. / El Correo
    El Parque Natural de Doñana aparece como una especie de lugar remoto y aislado en el que pudieron pasar muchas cosas y en el que podrán seguir pasando. / El Correo
  • La simbología en la película de Manuel Muñoz Rivas es poderosa y marca la pauta para encontrar el sentido último de su trabajo. / El Correo
    La simbología en la película de Manuel Muñoz Rivas es poderosa y marca la pauta para encontrar el sentido último de su trabajo. / El Correo
  • La condición sexual de alguno de los personajes es descubierta por parte del espectador en un momento concreto de la película. / El Correo
    La condición sexual de alguno de los personajes es descubierta por parte del espectador en un momento concreto de la película. / El Correo
  • Los personajes no evolucionan durante el desarrollo de la trama, excepto el único personaje femenino. / El Correo
    Los personajes no evolucionan durante el desarrollo de la trama, excepto el único personaje femenino. / El Correo
  • Cartel de la película ‘El mar nos mira de lejos’. / El Correo
    Cartel de la película ‘El mar nos mira de lejos’. / El Correo

Manuel Muñoz Rivas es cineasta. Sevillano. Se mueve con frecuencia por buena parte del mundo aunque afirma tener Sevilla como referencia inamovible. Los trabajos eligen por mí y me colocan aquí o allá, dice.

Nos encontramos en las instalaciones de Modo Coworking de Madrid, un lugar moderno, tranquilo y que invita a tener una charla sobre cualquier arte. Aquí se puede uno encontrar con un nominado a los premios Goya, un diseñador de interiores o de barcos o un periodista que se encarga de la comunicación de un buen grupo de artistas. Se trata de un lugar magnífico para trabajar.

Manuel Muñoz Rivas es un excelente conversador. No escapa de los comentarios más críticos o de las insinuaciones que le puedan comprometer. Al contrario, se acerca más a lo que se dice, sin miedos a las preguntas o a las respuestas. Habla con fluidez y parece saber la contestación antes de que yo termine de formular la pregunta.

Charlamos sobre su carrera, sobre su película ‘El mar nos mira de lejos’ que, ya le digo según comenzamos a dialogar que me ha entusiasmado.

«Para hacer cine, colaboro mucho con un grupo de personas que tienen, tenemos, en común haber estudiado en la escuela de cine de San Antonio de los Baños de Cuba. De hecho, el viernes me voy para allá para impartir un taller. Los roles de cada uno los intercambiamos con frecuencia. A veces editamos unos, cuidan de la fotografía otros. En fin, vamos trabajando juntos que es lo interesante, creciendo como profesionales a un ritmo parecido».

La pregunta que le formulo es obligada ¿por qué hacer cine? Una cuestión que no es fácil de responder para alguien dedicado a cualquiera de las artes. A todos nos preguntan con frecuencia esto y todos pasamos las de Caín para contestar sin pisar territorios comunes que nos molesta tener tan cerca. ¿Por qué?

«El primer atisbo que tengo yo de querer dedicarme al cine fue después de estudiar publicidad. No me interesó demasiado. Tras licenciarme, hice un curso de cine de dirección en Londres que me encantó. Aquel curso era muy, muy, cutre, pero sirvió para que me decidiese a ir adentrándome en este mundo. Es verdad, que como espectador, desde niño, el cine me fascinó. Lo veía como un mundo paralelo. Aquellas salas oscuras que dejan tu vida como en suspenso, ese tiempo propio del cine me encantaba vivirlo. Pero fue con veintidós o veintitrés años cuando decidí dedicarme al cine. Además, como no tengo una visión muy industrial del cine, me gusta pensar que uno no tiene la obligación de especializarse demasiado y, por eso, me dedico a la edición además de a la realización. Editando tienes la posibilidad de pensar el cine; es un buen oficio para entender la gramática del cine. De hecho, en películas como es ‘El mar nos mira de lejos’, la sala de edición es el lugar en el que se escribe la película. Todos los trabajos en los que la realidad ocupa un lugar importante es así».

«He ido muchas veces a Matalascañas. Y, desde allí, veía las cabañas mimetizadas, casi, con las dunas. Vistas al atardecer parecen estar incrustadas en el paisaje. Parecían algunas medio abandonadas. Me acerqué y comencé a hablar con aquellos hombres que, por otra parte, son los que desencadenaron el proyecto en un principio. En este trabajo, la importancia de los personajes es fundamental».

Le comento que me ha parecido curioso esa especie de juego para no descubrir que el entorno es Doñana dejando cerrados algunos planos y, al mismo tiempo, mostrar la evidencia.

«No quería describir la realidad. Me interesaba como base para construir la película. Pero solo eso. El entorno me permitía cierta libertad. Llegué a plantearme la posibilidad de convertir el escenario en una isla, falsear el entorno con la cámara y la edición. Pero lo terminé descartando porque me pareció muy atractiva representar la dialéctica entre el mundo natural en el que viven estos hombres y el urbanizado que está a dos pasos. Pero es verdad que, por una parte, los personajes no evolucionan apenas, son lo que son de principio a fin (con la excepción de la chica) y no me podía apoyar en ellos para construir un relato, una narrativa. Por eso, en esta película basa su narrativa en el progresivo descubrimiento del entorno. Si desde el principio descubro el escenario en plenitud tengo un problema, no puedo progresar narrativamente. La idea era que lo que vas viendo se fuera enriqueciendo”.

El entorno es un personaje más. Su dibujo, que va a más le hace evolucionar. Sin embargo, los personajes aparecen dibujados, desde el principio, y no evolucionan. Le digo esto y que el efecto me parece de lo más singular. Y le comento que la relación entre los personajes resulta sorprendente del todo.

“Sí, otro elemento con el que quise introducir otro tipo de dialéctica fue introducir la figura de los funcionarios que controlan todo eso. Los pescadores que son los que siempre han estado allí frente a otros personajes que tienen una forma totalmente diferente de mirar esa realidad. Control, administración, medición de los espacios. Pero sin llegar a caer en el maniqueísmo de buenos contra malos. Cada cual hace lo que puede con lo que tiene».

Por cierto, no me has contestado a por qué haces cine. Alza las cejas y no tiene más remedio que contestar.

«Es una herramienta que me ayuda a relacionarme con la vida. Desde una situación de inadecuación con la realidad utilizo el cine para poder mirar mejor».

Y ¿modificar la realidad está entre tus prioridades?

«No, es más que en mi relación con la realidad, hacer cine me permite tender un puente desde mi mundo al que estoy observando. Enmarco, veo más y mejor, logro entrar en ese mundo con más facilidad, logro entrar en comunión eso que observo, logro tener una relación mucho más intensa con las cosas. Una película me deja cristalizar lo que encuentro bello y separo lo que considero vulgar, feo. Es muy interesante la pugna que se produce entre la realidad y lo que tú quieres que sea. Es como un pulso en el que quieres imponer tu mirada y lo que es. Me refiero al cine de las características de ‘El mar nos mira de lejos’ que se encuentran en la frontera del documental y la ficción. La realidad es una cosa muy correosa que no siempre se pliega a lo que deseas. Si lo que haces es ficción pura la cosa cambia porque todo lo que haces lo construyes a imagen y semejanza de lo que tienes en mente».

Charlamos sobre los procesos creativos y Manuel confiesa que se ha encontrado perdido durante todo el proceso, pero que, a la vez, le parece muy saludable que algo así suceda porque «uno tiene que perderse para poder encontrarse. Se trata de hacer cine para cambiar, para crecer y terminar el trabajo siendo un poco mejor». Por eso entiende que el producto final sea discutible en algunos aspectos concretos, sea algo más frágil en algunos territorios. Pero, le tranquilizo al afirmar (creyendo en lo que digo) que la película es estupenda.

Civilizaciones pasadas, en qué consisten, relación entre lo cultural y lo natural, qué pasará con los habitantes de las dunas de Doñana, la duna como elemento inexorable que todo lo cubre y acaba con todo, las ciudades como ruinas del futuro (Matalascañas en invierno podría compararse con un conjunto de elementos abandonados); ingredientes que convierten el trabajo de Manuel Muñoz Rivas en algo muy especial.

La charla continúa y transitamos elementos muy técnicos, otros más personales. Y el tiempo se acaba. Como siempre sucede con las cosas que gustan, parece que se termina demasiado pronto.

Nos despedimos con un apretón de manos, sabiendo que no será la última vez que nos veamos para charlar sobre el cine, sobre lo que significa crear y, sobre todo, entender qué demonios hacemos aquí plantados, en medio de un universo que no alcanzamos a entender mínimamente.