Un universo de ficción no debe estar excesivamente próximo a la realidad. Cuanto más pegado a ella menos posibilidades habrá de explicarla. Y eso es un error imperdonable para cualquier artista.

«El reino» es una buena película. No es una obra de arte. No es la película de referencia que necesita el cine español desde hace ya unos años. Es una buena película que no tiene competidora clara porque el nivel actual no es el deseado. Pero tampoco hay que tirar cohetes.

El guion de «El reino» tiene altibajos irritantes que sacan al espectador de la trama y, ya se sabe, conseguir que vuelvan a entrar es tarea casi imposible. La falta de credibilidad de algunas escenas, que pasan por ser fundamentales, es peligrosa; lo cercano a lo que todos hemos conocido en prensa respecto a la corrupción de los políticos es excesiva y engañosa, casi una carga insoportable para la cinta. La escena que se desarrolla en la casa de Andorra es el ejemplo más claro; escena en el que el plano secuencia, además, es tan innecesario como bien realizado.

Los personajes son planos. Los matices, las aristas y lo que se da por hecho y no está, acaba con todos y cada uno de ellos. Esto va de corrupción, pero no nos dan razones por las que entendamos las motivaciones. En fin, un personaje debe interesarnos, y si no consiguen que queramos saber algo más de ellos... malo.

La banda sonora es, especialmente, invasiva. Por narices (o por fusas, si lo prefieren) hay que emocionarse o creer que el climax está llegando. Y eso termina aburriendo a cualquiera.

El realizador Rodrigo Sorogoyen; que es, además, guionista junto a Isabel Peña; es inteligente y muestra dotes suficientes para dirigir una película. Pero se centra, a veces, en hacer algún alarde que no es necesario. En cualquier caso, este hombre terminará siendo un excelente director.

Antonio de la Torre está muy bien. Tira de su muestrario (cara número 1 y sonrisa cínica; cara número 32 y mirada penetrante...) y no fuerza la máquina para explorar cosas nuevas. Es un actor magnífico, muy seguro. Pero tira de un repertorio que ya nos conocemos de antes. Luis Zahera bien en general y desbocado durante la escena del balcón. El resto dentro de lo normal.

Manuel López-Vidal (Antonio de la Torre) es el personaje principal. Un político corrupto, inteligente, con don de gentes, astuto y bla bla bla. La trama de corrupción en la que está inmerso hace que sea señalado y acusado. No obedece a los que están por encima de él y comienza la persecución. Todo recuerda a la trama Gürtel; los nombres propios del telediario se mezclan peligrosamente. Se quiere hablar de la corrupción, pero se pasa de puntillas por ese territorio.

«El reino» es una buena película, pero conviene no sacar las cosas de quicio. En el metraje se encuentran aciertos exquisitos y fallos garrafales. Hay una escena en la que el protagonista conduce durante la noche. Después de ocurrir un accidente (no voy a desvelar la trama) el personaje sigue a lo suyo cuando parece que eso sea imposible. Y estas cosas no se aceptan bien. Ni que se den las cosas por sabidas. Si el guion no funciona nada va bien.

Dicho todo esto, la película se deja ver y entretiene. Ese es uno de los objetivos del cine (tal vez, el menor) así que de aquí le llega lo de buena película junto a los aciertos técnicos. Lo demás le impide llegar a lo extraordinario.