Enamorada del universo

21 ene 2017 / 12:59 h - Actualizado: 20 ene 2017 / 18:46 h.
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  • Tomasa ‘La Macanita’. / Fotografía: Rufo
    Tomasa ‘La Macanita’. / Fotografía: Rufo
  • Tomasa ‘La Macanita’ es capaz de tocar cualquier palo y emocionar. / Fotografía: Rufo
    Tomasa ‘La Macanita’ es capaz de tocar cualquier palo y emocionar. / Fotografía: Rufo
  • ‘La Macanita’ en el camerino mientras se prepara para su actuación. / Fotografía: Rufo
    ‘La Macanita’ en el camerino mientras se prepara para su actuación. / Fotografía: Rufo

Tomasa Guerrero Carrasco nació en Jerez de la Frontera el año 1968. Es artista de la cabeza a los pies aunque, como ella dice, lo primero es ser persona. Canta de mil amores y baila con gracia en el escenario. Tiene en el recuerdo a todos los que fueron sus maestros y no hay día que piense en ellos. Esconde una afición por el maquillar y el maquillarse que le viene de lejos y afirma que es su segunda vocación. Y es una mujer divertida, entrañable y cercana.

En Madrid luce el sol aunque el frío se agarra a la espalda de los que caminamos por la calle como si, en el que caso que faltáramos, no hubiera razón de ser.

Me encuentro con Tomasa Guerrero Carrasco en el hotel Príncipe Pío, situado muy cerca del Palacio Real de Madrid. Desde la puerta, se ve la parte más alta de la construcción y buena parte de los jardines que la rodean. Una entrevista muy esperada por el que escribe puesto que es una de las cantaoras que van dejando huella allá por donde va y siempre he sentido una atracción especial por esta artista.

Tomasa ‘La Macanita’ es una mujer de rasgos marcados, de mirada profunda, recia, inquietante y preciosa. Los ojos negros se dibujan como planetas alerta en un cielo blanco. Solo se puede saber lo importante de ella si le miras y buscas tras el gesto. En cuanto comienza a charlar la alegría se instala, sin apenas avisar, en el hall del hotel. Parece, además, que el silencio cómplice hubiera estado esperando para apalancarse en la puerta giratoria. Solo se escucha la voz de Tomasa.

Nació en Jerez de la Frontera, algo de lo que presume sin pensarlo dos veces. La conversación fluye entre sonrisas, soportadas por gestos que expresan una enorme seguridad en sí misma. Con las manos va matizando las palabras, haciendo que algunas tomen una importancia que convierte lo que dice en algo inesperado, sorprendente.

Le pido que recuerde el pasado, eso que nos marca definitivamente y por siempre jamás.

«El nombre artístico me viene de mi abuelo. Mi abuelo Tomás, mi padre Tomás, uno de mis hermanos Tomás... A mi abuelo le conocían como ‘El Macano’. Supongo que el apodo viene del campo porque mi abuelo trabajaba mucho allí. Antes los gitanos trabajaban mucho la tierra. Allí, les ponían a todos un apodo. Y a mí desde niña me comenzaron a llamar ‘La Macanita’. Verás, viví muchos años en una casa de vecinos, en el barrio de Santiago, mi madre (a la que perdí muy joven) lavaba en una pila, hacía las labores de la casa o lo que tocase. Entonces, me ataba a una hamaquita y desde allí escuchaba cantar a las mocitas. Y entre ellas estaba Luisa, mi maestra; y digo mi maestra porque, por aquel entonces, ella ponía los discos de Las Grecas, de los Chichos, a Camarón... Yo me balanceaba, tocaba las palmas, canturreaba. Era un bebé y empezaba con estas cosas. Más tarde en el colegio ganaba todos los premios de los concursos de villancicos hasta que me dejaron de presentar porque querían dar oportunidad a otros niños. Ya ves que ser artista se lleva en la sangre. Luego ya, con dieciocho para diecinueve años, colaboré en el disco de Manolo Sanlúcar «Tauromagia»; que, por cierto, ahora lo escucho y parece que se hubiera grabado ayer. Lo mismo pasa con el disco «La luna de Tomasa». Es una pena que esos discos tan maravillosos estén descatalogados, las discográficas deberían aprovechar esos trabajos. Y, sin embargo, los abandonan para siempre».

Y en la familia ¿cantaba alguien en el que te fijaras?

«En casa se canta un poquito en las fiestas, pero poco más. No tengo yo antepasados que se dedicaran al cante. Y ya ves, un día me levanté de la hamaquita y alguien debió decir, mira una artista. Esto va en la sangre. Creces y te vas formando, vas cambiando, pero artista se nace».

‘La Macanita’ no ha dejado de cantar desde que se subió por primera vez a un escenario. Aunque ha tenido altibajos como todos los artistas.

«Algunas veces; eso sí, pocas; he pensado en dejarlo. Ser artista no es fácil. A veces miro y digo que no es normal lo que está pasando. El amor propio muchas veces te invita a dejar el escenario cuando ves que se cometen injusticias o cosas que no entiendes. Pero lo supero y punto. Te voy a confesar una cosa: siempre me gustó ser esteticién. Me gusta mucho maquillarme y maquillar a mis amigas. Aprendí con Ana Parilla y desde entonces no me hubiera importado dedicarme a ello. Pero, en verdad, por más veces que he dicho que iba a dejar el cante, siempre vuelvo a caer».

Pero ¿has sido feliz?

«He tenido una vida alegre y, hoy, vivo con intensidad. No soy una mujer muy complicada. Como artista sí; como lo somos todas. Pero siempre he sido muy feliz».

¿Quién eres, Tomasa?

«Soy una persona, una gitana, una artista y una cantaora. Por ese orden. Serás luego mejor o peor, pero lo primero es que soy una persona. Como artista soy una cantaora clásica que no deja de intentar cosas nuevas. No le tengo miedo a la novedad, a encontrar nuevos caminos. Y si quieres que te diga cómo es ‘La Macanita’ te cuento: a todo digo que sí, pero si digo no... ya se puede poner la el sol, la luna y el cielo porque es no; parece que tengo mi guasa, pero soy muy sensible, me gusta estar bien con todo el mundo. Así soy poco más o menos».

¿Sabes que eres todo un personaje? Me mira y decide contestar diciendo que estrena la ropa, que se ve muy guapa. Y le digo que, efectivamente, es un personaje.

Charlamos sobre lo que supone subir a un escenario, sobre los nervios, lo que sucede entre bastidores.

«Ay, a veces me pasan unas cosas que no se pueden creer. Igual salgo al escenario y no me acuerdo de donde estoy. Pregunto y alguien contesta que estoy en Roma y ni me acordaba. Mira te voy a contar una anécdota. Hace años fui a Puente Genil. Se celebra allí un festival muy importante de flamenco. Y de allí es Fosforito. Pues salgo al escenario con Manolo Parrilla Chico, Gregorio Fernández y Chicharito. Y veo allí delante a Fosforito y comienzo a decir que voy a dedicar mi actuación a... a... y no me acuerdo del nombre de Fosforito. Me empiezo a poner nerviosa y bajito pregunto a Chicharito. ¿Cómo se llama este hombre? ¿Cómo se llama, Chicharito? Y cuando ya no sabía qué hacer veo allí un cartel con el nombre y digo muy contenta ‘a Fosforito, se lo dedico a usted’. En fin, sobre un escenario te puede pasar cualquier cosa».

Reímos, porque las historias en boca de Tomasa son divertidas y entrañables.

«Hay quien cree que esto va de subirse a un escenario y ponerse a cantar. Y es mentira. Hay que saber sentarse, ponerse como es debido. Todo tiene sus secretos».

Me explica y me muestra cómo sentarse correctamente, me explica que una postura u otra impiden cantar bien. Le recuerdo que por la tarde tiene un concierto en Madrid en el que presentará su nuevo disco. Y le pregunto, sin rodeos, cómo va a ser la cosa y si me va a encantar tanto como presiento.

«Vengo con Manuel Valencia (un hombre que tiene muchas metas que conseguir, buena persona y un guitarrista maravilloso), con Macano, Cantarote y Chicharito, otros tres que se llaman Manuel. Son un grupo de personas buenas y artistas de primera. Y te tengo que decir que, para personaje, Chicharito. Simpático, alegre, te da vida si le tienes al lado; lleva toda la vida conmigo, gracias a Dios. Este año que ha terminado me he reído mucho con ellos. Ha sido un año muy bueno en todos los sentidos. Con ellos y con la familia. En fin, que te va a encantar y yo voy a ir muy guapa vestida».

Confiesa que disfruta cantando malagueñas, seguiriyas o bulerías. Canta todo porque le gusta todo. Menos cuando no tiene ganas porque le parece una situación horrible aunque siempre salga del paso. Confiesa que le gusta ser feliz, decir las cosas como son y, por qué no, algún taco. Confiesa que no hay día que no se acuerde de la Paquera o de Morao o de Terremoto. Confiesa que ha bebido de las mejores fuentes del flamenco y que nunca ha cantado a Camarón porque le parece un genio y no ve necesidad de hacerlo. Y confiesa que está muy enamorada y que siempre lo ha estado de muchas cosas de esta vida.

Por mi parte, confieso que la entrevista con Tomasa ‘La Macanita’ ha sido muy, muy, divertida; muy enriquecedora y que, como sospechaba, ha merecido la pena.

Nos despedimos hasta la noche. La Sala Caracol se disfrazará de tablao para recibir a esta mujer. Y allí estaremos para disfrutar de su cante y de su gracia al bailar. Porque ‘La Macanita’ es capaz de meter el mundo entero en una de sus canciones y eso es muy difícil de vivir si no es con ella en el escenario.