Escritores de la calle Sierpes
Al margen de la primera historia escrita en 1920 por Luis Montoto y Rautenstrauch, y las fichas de la calle en varias monografías del callejero, la biografía de Sierpes está más difundida en diarios y revistas del primer medio siglo XX. Es la calle sevillana más universal y llegó a ser considerada Calle Mayor de España
La calle Sierpes cuenta con una historia escrita por historiadores de leyenda, como Luis Montoto y Rautenstrauch, y escritores y cronistas de amplios registros costumbristas como Santiago Montoto de Sedas, Manuel Ferrand Bonilla, Rogelio Reyes Cano, Antonio Collantes de Terán Sánchez, Josefina Cruz Villalón, Miguel Cruz Giráldez, José Andrés Vázquez, Pedro Álvarez Quintero, José María de Mena, Joaquín González Moreno, Julio Martínez Velasco, José Manuel Holgado Brenes, Miguel Ángel Yáñez Polo, Paola Vivanco Arigita, y autores clásicos como José Velázquez Sánchez, Manuel Chaves Rey, José Gestoso Pérez, Manuel Álvarez-Benavidez López y Félix González de León. Pero curiosamente, hay más referencias en la hemerografía que en la bibliografía, lo que dificulta el acceso a la mayoría de los artículos y reportajes desperdigados en las hemerotecas, caso de los originales publicados por los hermanos José y Jesús de las Cuevas, Joaquín Romero Murube o Luis Claudio Mariani y Piazza. Por citar sólo tres ejemplos muy apreciados.
Los empresarios de diversas especialidades ha sido los verdaderos artífices de la fama universal de la calle Sierpes, algunos de ellos forjadores de leyendas, como Vicente Lloréns, la saga Hernández Nalda, Ángel Casal el «Rey de los Bolsos», la saga Calvillo, que han ido sumándose de generación en generación al censo mercantil e industrial de la calle. Puede afirmarse, pues, con total solvencia, que la calle sevillana más universal hasta ser considerada Calle Mayor de España, es una creación empresarial en todos los sectores posibles y en todas las categorías de grandes, medianas y pequeñas empresas.
A ellos hay que unir la pléyade de casinos instalados en la calle Sierpes, como el Real Círculo de Labradores y el Círculo Mercantil e Industrial, ambos con más de ciento cincuenta años de vida social; el Militar... «En un principio y antes de convertirse en calle, la situación geográfica de Sierpes correspondía a un antiguo brazo del Guadalquivir, en cuyos márgenes se levantaron varios conventos durante los siglos XVII y XVIII. Entre la calle Sierpes y la de Pedro Caravaca se encontraba el convento de San Acacio, de los agustinos. Este convento contaba con un colegio. El convento de San Acacio fue exclaustrado a comienzos del siglo XIX y, posteriormente, tuvo varios usos, entre los cuales estuvo ser sede de la Hermandad de Jesús del Gran Poder.[] Desde 1951 el antiguo convento de San Acacio es sede del Real Círculo de Labradores. Nadie sabe cuándo ni por qué pasó a llamarse Sierpes. En una ordenanza del siglo XV mandada hacer por los Reyes Católicos constan los dos nombres, de Espaderos y de Sierpes. El escritor Luis Montoto dijo que el nombre viene de que en esa calle tenía su residencia el caballero Álvaro Gil de las Sierpes».[]
Cada etapa histórica tuvo sus comercios emblemáticos. Las raíces más presentes hasta finales del siglo XIX y primeros lustros del XX, fueron y siguen siendo árabes. Las alcaicerías, alhóndigas, mercadillos, dieron carácter de zocos a enclaves urbanos que aún mantienen viva la memoria ciudadana en el nomenclátor.
La metamorfosis del comercio sevillano durante el último cuarto de siglo ha sido radical y ha cambiado casi por completo las líneas maestras del sector. Las estructuras mercantiles válidas hasta antes de la llegada a la ciudad de Galerías Preciados (1959), y superadas ampliamente con la llegada de El Corte Inglés (1968), han consagrado un modelo comercial cuya referencia máxima ya no son únicamente los grandes almacenes y grandes hipermercados que han revolucionado los hábitos de compras, al hilo de las nuevas tendencias sociológicas y familiares, sino las muevas cadenas mixtas industriales y comerciales. Basta decir para dar una idea exacta de la nueva situación, que una sola empresa, Inditex, foránea, es propietaria de treinta y un establecimientos en el casco antiguo.
El comercio establecido en la ciudad a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, debemos contemplarlos desde dos aspectos: el de las pequeñas y medianas empresas y el del comercio en general. Todos configuran un carácter ciudadano que ayuda a comprender cómo era la vida socioeconómica sevillana en aquellos últimos años del siglo XIX y primeros del XX. En el centro de la urbe existía un comercio que ha sido la base durante muchos años de tradiciones mercantiles locales. En ferretería, estaban La Llave, el Bazar Victoria y El Llavín; en tejidos, Almacenes del Duque, Almacenes de Camino, de Vadillo, Zabala y Peyré, con sus espectaculares salones de exposición; la Casa Honda, Ciudad de Sevilla, Maisón de Blanc, El Águila; en espejos y molduras, Leandro del Pueyo; en papelería, la casa Domingo Queraltó y Ferrer; la fábrica de pianos de Luis Piazza; la casa de música de Damas, sucesor de Bergali; los Bazares Español, Sevillano, Estrella Roja, Inglés y Japonés, con sus «novedades de París, Berlín, Londres y Viena...», El Cronómetro, Casa Rubio...
Con la clausura de Casa Rubio, fundada en 1853 por el marqués de Coromina, tienda decana de la calle Sierpes, especializada en paraguas, sombrillas y abanicos, el decanato mercantil de la calle pasó en enero de 2005 a Papelería Ferrer, fundada en 1856 por José Ferrer y Vidal, seguida de la Confitería La Campana, fundada en 1885 por Antonio Hernández Merino. Quedan también con raíces decimonónicas los tres casinos históricos, el Círculo de Labradores y Propietarios (1856), el Círculo Mercantil e Industrial (1868), que este año celebra su sesquicentenario, y el Centro Cultural de los Ejércitos (1881). El Cronómetro (1901) y Casa Damas (1904), ésta clausurada por ahora, y la Confitería Ochoa (1910), siguen en antigüedad mercantil.