Escuchar y responder

Raúl Peña es actor. Comenzó su carrera en televisión interpretando un personaje en la serie ‘Compañeros’. En el teatro se estrenaba con ‘Trabajos de amor perdidos’. Desde ese momento, es uno de esos actores a los que nunca le ha faltado trabajo. Llegó al mundo de la interpretación desde el de la física. Y no cree en la separación que se realiza entre ciencias y letras. Todo es lo mismo. Raúl Peña charla con Gabriel Ramírez en las instalaciones de Modo Coworking de Madrid.

11 mar 2017 / 12:59 h - Actualizado: 10 mar 2017 / 19:40 h.
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  • Raúl Peña. / Fotografía de Trama Films
    Raúl Peña. / Fotografía de Trama Films
  • Raúl Peña. / Fotografía de Alfonso Barrado
    Raúl Peña. / Fotografía de Alfonso Barrado

El calor está llegando a empujones. Y, si eso pasa, los remedios son pocos. Aguantar y poco más.

Raúl Peña llega puntual. Sonríe desde el primer momento. Toma un té. Esta vez el que escribe decide no sumar a los dos litros de café un poco de teína. Un día ajetreado lo tiene cualquiera, ya saben.

La conversación fluye sin problemas. Raúl Peña es un excelente conversador y responde con seguridad dejando abiertos los temas por si queremos continuar por ese camino.

Confiesa que le provocan algo de temor los titulares porque trabajó como reportero de investigación y ha vivido algunas situaciones críticas (lo dice con todo el respeto del mundo porque él se considera actor, comunicador y hasta donde podía llegar haciendo esa labor, era a escuchar las historias de los demás y dar al personaje la tranquilidad de ser escuchado). «Es que todo se puede descontextualizar. Y una coma en el lugar equivocado lo cambia todo. Por eso no me gustan mucho los titulares hasta que los veo y compruebo que se ajustan a lo que se dijo».

Entonces, escuchar y dar respuesta...

«La clave es escuchar y responder. Como actor que soy lo tengo muy claro».

Al preguntar por sus comienzos, Raúl me dice que suele repetir esta historia tal y como fue.

«Acabé de actor estudiando ciencias físicas. Nadie me dijo que existían otras formas de expresión. El caso es que un profesor de filosofía me convenció de que debía ser científico porque lo mío era la creación. Creí que la física era la mejor forma de crear y de expresar. Más tarde, conocí a otras personas que tenían relación con la interpretación y terminé ingresando en un taller de interpretación. Pero todo comenzó con la física, sí».

Cree que esa separación tan académica entre letras y ciencias es una equivocación.

«Acaso no hay que ser un creativo enorme para convertir la caída de una manzana en un algoritmo matemático; cómo se puede pensar que llegar a la resolución de una teoría matemática no requiere un acto de creatividad brutal; acaso no hay que conocer la historia de la literatura para comprender mejor la de la física. Si echamos un vistazo con tranquilidad, descubrimos que los grandes científicos eran literatos, dramaturgos, artistas... Eran todo y no eran nada en concreto».

Si, pero, finalmente, podríamos decir que eres actor y bailarín ¿no?

«Me considero comunicador. De hecho trabajo también como coacher en la empresa privada. Para comportarse de una manera determinada hay que saber quién eres. Y, por eso, las etiquetas a priori no me terminan de convencer. En cualquier caso, ser actor implica muchas cosas y engloba todo aquello que me permite acceder a disciplinas, departamentos, sensaciones...; y de otro modo no hubiera sido capaz».

Decías que hay que saber quién eres para hacer otras cosas. La gracia está es aplicarse a sí mismo la enseñanza...

«No, para eso reconozco ser un desastre. Los profesores suelen tener ese problema».

Raúl Peña cumplirá cuarenta años en pocos días. Y aparece en la conversación el tema de la irremediable crisis de los cuarenta. Le digo que (ya que soy mayor me permito el lujo de pronunciarme) el horizonte que tenías dibujado se borra y hay que volver a pintarlo. Pero el problema es que lo tienes que trazar en lugares diversos y algunas cosas quedan, de pronto, demasiado lejos, tanto que sientes que lo has perdido para siempre. Pintas el horizonte donde no debes y ya no tienes ganas o fuerzas para rectificar. Esa es la verdadera crisis de edad.

«Quiero saber quién soy y quiero saber dónde estoy. Tenemos tanta información que las expectativas que nos creamos son casi inalcanzables y nos hacen sentir mal. El gran cáncer del futuro será no saber qué pintamos en un sitio determinado o por qué nos encontramos allí. Mi reto actual es colocar esas cosas en su sitio. En realidad, me gusta vivir en una vorágine algo caótica. Aunque me gusta parar y pensar; darme espacio para encontrarme, reconocerme aunque sin juzgarme».

Abuso, de nuevo de mi edad: el ser humano puede renunciar a todo menos a encontrar el sentido de la vida a través del propio relato que armamos a diario con nuestro discurso más narrativo. Y, lo trágico es que nadie te recuerda que lo importante es pensar, digo mientras Raúl, con toda la paciencia del mundo, escucha con atención. Nadie piensa porque parece que eso no importa y el efecto que está provocando algo así es que la mediocridad lo invade todo, que cualquiera puede hacer cualquier cosa, sepa o no lo que hace... Deja que termine y contesta.

«Hay que saber qué puedes y que no puedes hacer; hay que saber qué quieres y qué es lo que no quieres. Mira, por ejemplo, yo tengo muy claro que no podré nunca interpretar a un jugador negro de la NBA. Mi aspecto es el que es y eso me limita como a cualquier otro le limita el suyo. Tampoco seré el protagonista de El Fantasma de la ópera porque mi voz no está preparada para ello. Pero a la gente hay que darle una oportunidad y, si hacen bien algo, hay que permitir que se preparen, que estudien y trabajen, para saber hasta dónde pueden llegar. Ya será el público o ellos mismos los que terminen colocando las cosas en su sitio. Un buen comienzo es reírte de ti mismo, mostrarte tal y como eres. He de decir que en el caso de los actores esto es muy difícil. Aceptarse es un trabajo muy complicado».

Bien, Raúl, pero ahora se impone el ser conocido o tener miles de seguidores en las redes sociales para que te den opciones de conseguir un papel. Muchos se quedan en el camino teniendo aptitudes y posibilidades de triunfo. Una pena y algo muy injusto. Las oportunidades son pocas y las exigencias que no tienen sentido se han disparado.

«Yo trato de no dejarme derribar, procuro que algunas cosas no me rocen. No le doy demasiada importancia a la mediocridad que hay alrededor. Tanto es así que ni siquiera sé si hay mucha o poca. Yo creo en las horas de trabajo, en la preparación... Lo demás no me interesa demasiado. Hago todo lo mejor que puedo y con eso me conformo. Por cierto, no es poca cosa».

Raúl es un actor que arrancó pronto y ya no paró.

«Comencé con 18 años. La primera serie de televisión que hice fue Compañeros y la primera obra de teatro como profesional Trabajos de amor perdidos. Desde entonces nunca me ha faltado trabajo. Eso sí, me pasé diez años como adolescente en todos los institutos de las series televisivas y ahora llevo diez años instalado en los años 20. No hay forma de pasar del año 36».

¿Has renunciado a mucho?

«He elegido mucho».

O sea que has renunciado a mucho, contesto. Reímos y nos damos un pequeño respiro entre las ideas que ya tenemos desplegadas alrededor.

«Me he dejado muchas cosas detrás. Este trabajo te obliga a hacerlo con frecuencia. Ahora que tengo cierta estabilidad profesional ando recuperando cosas. Miro en el presente para encontrarlo porque lo tenemos aquí y ahora. Nunca en el pasado. Y, además, estoy convencido de que todo cabe en el equipaje si es que lo quieres».

Otro de los asuntos que me gusta tratar con los actores profesionales es el cómo se relacionan con sus personajes.

«Aportan mucho al actor y el actor otro tanto a los personajes. Los personajes llegan a ser muy del actor. Aunque es el director el que tiene la última palabra cuando quieres incorporar algo y él no lo ve claro o no lo necesita para su lectura. Ten en cuenta que el trabajo de uno es el trabajo de todos; no se pueden tomar decisiones a la ligera sin tener en cuenta la opinión del director, de los otros actores o del iluminador. Puedes desvirtuar un alma que otro ha creado y eso no puede ser. Si no hay trabajo en equipo nada funciona. Por cierto, conviene no olvidar que por encima de la labor profesional están las personas. Otra cosa fundamental en el teatro o el cine o la televisión».

Y la relación con la sociedad...

«Somos capaces de contar, de comunicar, de poner el dedo en llaga; y de forma divertida, brillante. Por eso somos tan peligrosos para algunos y nos quieren juntar con otros colectivos y, por eso, quieren confundir la cultura con el entretenimiento».

Sobre el pasado es taxativo.

«Me arrepiento de lo que no hago. Pocas veces de lo que hago. Por ello me siento muy satisfecho con mi carrera».

El tiempo se ha escapado arrastrando con él las palabras que iban cayendo sobre la tarima de la sala que nos ha cedido Modo Coworking de Madrid para que pudiéramos charlar. Y ese es el momento en el que hay que estrechar las manos y desearse suerte para el futuro.

Un tipo agradable, inteligente y amable, este Raúl Peña.