Espectros del más acá

A ellos les gusta llamarlas «historias de amor y fantasmas», aunque en realidad no traten ni de lo uno ni de lo otro. Las tres obras de Ana Juan y Matz Mainka hablan sobre los estragos que las distintas pasiones, convertidas en enfermedad, suelen causar en el alma humana. Los celos destructores, la impronta de un romance idealizado, la frustración por lo que nunca se podrá tener... son los espectros infernales más temibles. Como se sabe en las gélidas aguas del norte

26 nov 2016 / 15:00 h - Actualizado: 26 nov 2016 / 15:14 h.
"Libros - Aladar"
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Donde mejor riman las palabras tristeza y belleza es en las ilustraciones de Ana Juan. La valenciana, uno de los grandes nombres del género a nivel internacional, ha vuelto a cuajar ahora uno de los retratos más hermosos de la fatalidad su tema predilecto con la obra Hermanas. Con ella se completa la Trilogía del Mar del Norte, publicada en sendas entregas por Edelvives y concebida junto al también ilustrador y escritor Matz Mainka, su pareja desde hace más de veinte años. Fue precisamente entonces, tras conocerse en Tokio con ocasión de una beca en el sello Kodansha, cuando uno de los editores de la casa les propuso hacer al alimón una serie para una nueva revista titulada Mandala. «La primera sorpresa es que Mandala era una revista de manga de autor», explica Ana. «Para empezar, yo no he hecho manga ni tenía ninguna intención de hacerlo. La segunda sorpresa es que Mr. Shin quería que Matz se encargase de escribir la serie y yo de ilustrarla. Nunca habíamos trabajado juntos, siempre hemos tenido universos muy diferenciados y no sabíamos qué es lo que podría pasar. Ante mi rechazo a trabajar en un cómic y menos en un manga, nos explicaron que esta revista quería afrontar experimentos narrativos y no tenía por qué ajustarme al lenguaje del cómic ni del manga. Personalmente, aunar palabra e imagen y que juntas completen una historia es y ha sido siempre una de mis ambiciones, por lo que era imposible negarse».

Nacieron así Promesas, La isla y Hermanas, tres historias demoledoramente bellas con un destino tan trágico como poético, y donde la atmósfera brumosa, fría y desangelada implícita al nombre de la trilogía hilvana el parentesco entre los tres libros, pese a ser relatos diferentes e independientes. En dos de ellos, el primero y el último, el color bermellón, destacado sobre un mundo sombrío, parece asumir el papel de un personaje más, como si fuese lo inevitable. «El color tiene un gran protagonismo en ambas historias», coincide la autora, «un recurso importante que refuerza la narración». En Promesas, ese tono entre anaranjado y rojizo es «el color de los dibujos, esas promesas incumplidas que afloran en la piel de la protagonista. En Hermanas es el color del cabello de las niñas, un protagonista importante y arma del subconsciente. Sin embargo, en La isla el paisaje cobra la importancia que en las otras historias tiene el color bermellón. El viento, el mar desatado, la nada... son los generadores de los actos de los protagonistas. El color es una grisalla por donde transcurre la infeliz historia del farero y su familia, atrapados en una isla imaginada de las llamadas Halligen del Mar del Norte. Estas islas suelen ser habitadas por solo una familia; islas que durante el invierno quedan aisladas por semanas o meses en mitad del océano, sin más compañía que el rugir del viento y el mar. Es fácil enloquecer en un escenario de esas características».

En efecto, la soledad, los espíritus atormentados... son elementos comunes a los tres títulos. Todo un reto para un ilustrador el lanzarse a definir con imágenes esos conceptos sutiles, imprecisos, cambiantes y abstractos. Puestos a pensar cuáles le han resultado más complicados de abordar como artista, Ana Juan dice que «todos y ninguno». «El amor y la muerte, la felicidad o las desgracias... transmitir, comunicar emociones siempre es difícil, no importa lo que se quiera expresar. Ninguna emoción es fácil de plasmar si lo haces con verdad».

En este intento, Ana y Matz supieron servirse mutuamente de ayuda. «En cuanto al método de trabajo, hubo diálogo y, muchas veces, nuestros campos se confundieron. Por mi parte, aporté ideas y sugerencias a la historia, mientras Matz ejercía de director de arte de la trilogía. Matz, por su origen alemán, conoce muy bien los lugares descritos en las historias, y que también se convierten en protagonistas relevantes en ellas. Además, él es un gran amante de la historia y disfruta con el rigor histórico además de tener afinidad por los detalles que aportan verosimilitud a los relatos. Para este proyecto, Matz se convirtió en el productor que busca todo lo que el ilustrador necesita. De esta forma, el peso del trabajo de documentación cayó en sus manos para que yo pudiese trabajar mejor; al mismo tiempo, yo aportaba ideas para los argumentos. Trabajar juntos se convirtió en una conversación, en una discusión, con un buen final».

Por alguna extraña razón relacionada probablemente con el juego o con su pasado salvaje, el ser humano siempre se pregunta qué sucedería si tuviera que escoger entre todo lo que ama. La artista reconoce que, en este caso, no podría hacerlo. «No podría elegir. Hermanas son los celos destructores del amor; La isla, la frustración de lo que no se puede llegar a tener; Promesas, los diferentes puntos de vista desde los que se vive una misma historia de amor. Cualquiera de las tres contiene momentos en los que el lector puede reconocerse; son emociones tan primarias como el amor en sí. A nosotros nos gusta llamarlas historias de amor y fantasmas. Reflexionando un poco, llegamos a la conclusión de que los fantasmas no solo existen en la ficción. En la vida real, en las historias de amor, aquellas en las que se sufre, las que causan dolor, suele haber un fantasma. El fantasma del antiguo novio, una relación que el tiempo se dedica a embellecer y llevar a la perfección; el de una madre o un padre al que nunca se podrá superar; el de la persona desaparecida que siempre será joven y bella». Todo el mundo los ha visto alguna vez. Aunque quizá no siempre de forma tan hermosa.