Eurovisión: ‘All Aboard!’

12 may 2018 / 08:30 h - Actualizado: 09 may 2018 / 21:03 h.
"Música","Música - Aladar","Festival de Eurovisión"
  • Alfred y Amaia serán los representantes españoles en esta edición del Festival de Eurovisión 2018. / El Correo
    Alfred y Amaia serán los representantes españoles en esta edición del Festival de Eurovisión 2018. / El Correo
  • Massiel interpretando el tema que le haría ganar el Festival de Eurovisión. / El Correo
    Massiel interpretando el tema que le haría ganar el Festival de Eurovisión. / El Correo
  • Imagen casi mítica para los eurofans españoles. / El Correo
    Imagen casi mítica para los eurofans españoles. / El Correo
  • Eurofans en acción. / El Correo
    Eurofans en acción. / El Correo

Eurovisión, para muchos, no es un festival de música friki politizado y amañado, sino una pasión solo comparable con el sentimiento de algunos por una final de la Champions League de fútbol. Una pasión con la que en lugar de seguir partido a partido, se sigue preselección a preselección de los diferentes países que compiten. Un festival de canciones que no de cantantes que siguen millones de personas desde hace muchos años

Hace años este festival de música reunía a las familias delante del televisor para ver qué diferentes folclores había alrededor de Europa, pero hoy en día, es mucho más que eso: organizaciones oficiales, grupos en redes sociales, casas de apuestas, webs especializadas, blogs... y el alma del festival, los Eurofans. Seguidores acérrimos que sufren cada derrota de España renovando, cada año, su ilusión por repetir esa victoria de hace, justo ahora, 50 años del La, la, la de Massiel.

Cada cierto tiempo, en España vivimos, cual Rise like a Phoenix de Conchita Wurst, un efecto fan como el que vivimos con Rosa López en 2002. Este año el fenómeno se debe a la participación de Alfred y Amaia (Almaia), concursantes de Operación Triunfo 2017 que representarán a nuestro país en Lisboa, en la 63 edición del Concurso musical. Y es que ya sea por el carisma de ambos o por lo real de su historia de amor nacida dentro de la academia, este año se ha convertido en todo un acontecimiento seguir el Festival.

No se si fue ese Lady, Lady del grupo Bravo en el año en que nací o la israelí Dana International con su Diva en el 98, lo que me convirtió en eurofán; pero hay algo que sí sé, seguir Eurovisión me emociona, divierte y excita a partes iguales. En algún momento, viendo el festival desde casa, te imaginas ondeando una de esas famosas banderitas que se agitan entre el público y surge una pregunta: ¿Cómo se puede ir a ver en directo este festival? Pues la respuesta es fácil: camina por tortuosos caminos, sube las tres montañas más altas, surca los siete mares, da 3 vueltas al mundo a la pata coja y si todavía no se han agotado las entradas, es tan sencillo como darle al click de pagar aquí. Pero no es la única forma de conseguirlas, existen organizaciones como es el caso de OGAE, que es la organización de seguidores oficial del festival. Allí te guían para convertirte en un verdadero eurofán, y poder conseguir un pack de entradas de manera algo más fácil, aunque lamentablemente no siempre hay para todos los miembros, ya que somos muchos más de los que a simple vista parece.

A partir de septiembre del año anterior a la celebración del concurso en el mes de mayo, los eurofans empezamos a enterarnos de qué método seguirán los países para la selección de canción y artista que les representará. Comienza una carrera de fondo en la que disfrutamos y sufrimos a partes iguales, esperando como agua de mayo, dicho que viene perfecto para esta ocasión, cada información que nos llegue, ya sea la ciudad donde será finalmente la sede, el diseño del escenario, o lo más importante claro, las canciones.

Este año son 43 las canciones que optan al micrófono de cristal, pero para nosotros son 43 emociones por vivir en una semana llena de sentimientos, nervios e incertidumbre. Para un eurofán, no solo importa que gane nuestro país (algo que espero vivir algún día) importa compartir ese fanatismo, esa manera de disfrutar de algo tan sano como es la música y la cultura, y darle sentido al lema que cada año propone el Festival. Este un All Aboard! (¡Todos a bordo!) que representa la diversidad, el respeto y la tolerancia, tan necesario hoy en día.

La forma en la que se vive el festival actualmente es realmente diferente y es que mucho influye la accesibilidad a la información por redes sociales o webs dedicadas exclusivamente al festival, como www.vivaeurovision.com.

Décadas atrás, solo escuchábamos las canciones y veíamos su interpretación una sola vez, pero actualmente el seguimiento desde las preselecciones de algunos países, algunas realmente increíbles como es cada año el Melodifestivalen sueco, la publicación de los temas a competir con meses de antelación, los ensayos, las semifinales, y la gran final, nos permite disfrutarlo de otro modo, uno más intenso y emocionante.

Sobra decir que lo más importante en este concurso es la música, pero se ha convertido en algo más que en eso, ahora es un espectáculo televisivo, uno que cada año cobra mayor importancia. No esperamos solo la canción, también que puesta en escena llevará cada país o que interpretación nos emocionará más, quien utilizará más fuegos artificiales o quien nos deleitara con una balada intimista como la del último ganador, Salvador Sobral y su Amar pelos dois, dejándonos a todos entre sobrecogidos y enamorados, dándole la vuelta a todo.

Durante la semana de celebración del Festival, mi nombre para mis amigos y familiares no es el que me pusieron al nacer si no, Friki. Y tengo que contestar cada año a las mismas preguntas o corregir algunas afirmaciones. “Todo es política”, obvio que influye, pero en su justa medida, siempre digo que influye más el gusto geográfico, y es que seguramente a un español nos gustará más un fado portugués, una balada francesa o un carismático tema italiano; y a un sueco, probablemente, un temazo novedoso de cualquiera de sus vecinos nórdicos. Por eso votamos a los vecinos. O soportar que la gente se haya quedado anclada en la actuación de Rodolfo Chikilicuatre, afirmando que solo llevamos actuaciones de ese tipo. En ese instante solo me sale pedirles su smartphone y escribir en su buscador de internet: Pastora Soler Eurovisión.

Nada me divierte más que disfrutar de lo que llamamos Eurodrama, (me encantaría que la RAE lo incluyera en algún momento) y es que los eurofans somos muy apasionados y lo vivimos todo de manera intensa y cada año se presentan situaciones que nos conducen a un estado de catarsis eurovisiva y provoca eso mismo, un eurodrama. Ya sea que no nos gustan los zapatos del representante de Israel, que el favorito del año se quede afónico dos días antes o un presunto tongo de los buenos en la selección del representante de tu país.

Solo queda prepararse, meter en la maleta la camiseta customizada, este año toca la foto de Massiel, la pintura con los colores de tu país, banderas, zapatos cómodos, mucha ropa y las entradas (aquellos que las tengan), porque no es necesario estar dentro del estadio para disfrutar Eurovisión ya que la ciudad en la que se celebre se encarga de que disfrutemos todos en diferentes recintos como el Eurovillage o el Eurocafé.

Cierro los ojos y ya me imagino ataviado con las banderas de mis favoritos, disfrutando con aquellos que conocí en ediciones anteriores y esperando encontrarme con los nuevos. Este año me toca pasear por el backstage y descubrir cómo se vive desde atrás antes de disfrutar del último ensayo general en primera fila y salir corriendo para la Plaça do Comerço de la capital lusa para coger buen sitio delante de las pantallas gigantes donde horas más tarde viviremos entre nervios y emoción la Gran Final del Festival de Eurovisión y conoceremos si es nuestro país o algunos de los favoritos el que se alce con la victoria.

Siempre nos decimos unos a otros que el puesto en el que se quede no es importante y en cierto modo es verdad, pero no creo que sea el único que desee tanto saber a que sabe ganar el festival. Que, como dicen, la esperanza es lo último que se pierde, y así debe ser, confiar en nuestros representantes, apoyarles y mandarles toda la energía positiva y desearles sobretodo que se diviertan y queden satisfechos y orgullosos por habernos representado. Y si no ganamos, lo volveremos a intentar y nos servirá de excusa para conocer algún otro maravilloso lugar donde vivir esos eurodramas, esos nervios, esas emociones, porque si hay algo positivo al acabar el festival es que ya queda menos para el del año que viene.

Cierro la maleta, cojo los billetes, las entradas y la acreditación de eurofan.

Toca disfrutar.