Formas de entender. Formas de explicar

JAZZMADRID 2018 ya ha tomado velocidad de crucero. Si los primeros conciertos resultaron ser excelentes, todo lo que ha seguido ha estado a un nivel parecido o mejor. Billy Cobham logró llenar el Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa y no defraudó a nadie

10 nov 2018 / 14:34 h - Actualizado: 10 nov 2018 / 14:39 h.
"Música - Aladar"
  • © TAMA
    © TAMA
  • Fotografía cortesía de JAZZMADRID 2018
    Fotografía cortesía de JAZZMADRID 2018

Al salir del teatro pienso en cómo los seres humanos somos capaces de expresar lo que sentimos gracias al arte. Y esto me hace recordar unas páginas maravillosas de José Ortega y Gasset en las que relataba ese primer amor que se produjo entre un hombre y una mujer; tal y como él lo podía imaginar. Ortega imaginaba un día normal en las cavernas. Los hombres saliendo a cazar y las mujeres, niños y ancianos esperando su vuelta. Los hombres conseguían su pieza. Comían las entrañas de la fiera para poder transportarla sin que se estropease. Enterraban a los que habían perdido la vida luchando contra el animal. De regreso, las mujeres asaban la carne y dejaban que los hombres comieran hasta hartarse. Ellas comían las sobras junto a sus hijos. Y los ancianos rebañaban los huesos. Entonces, los hombres montaban a las mujeres (utilizo esa palabra para remarcar lo animal de la cuestión) olvidándose de ellas inmediatamente después. Pero una mañana, uno de esos hombres se tumbó junto a una mujer porque sintió ganas de hacerlo. Durmió junto a ella y, al despertar, se encontró con su rostro sonriente. No quería ir de caza aunque tuvo que hacerlo después de mirar a los ojos de aquella mujer. Le esperaban el resto de hombres y con gestos (el lenguaje era muy rudimentario) le dijeron que se diera prisa. Nuestro hombre quiso explicar lo que le pasaba (no había palabra para nombrar aquello) y lo intentó bailando, arrancando algún sonido al arma que llevaba en la mano golpeando el suelo o algo así. No sabía decir ese amor, pero lo expresó y, seguramente, invitó a compartir su alegría al resto de los hombres de la tribu.

La expresividad siempre ha sido necesaria para el ser humano, para entender lo que le sucede y hacer comprender eso mismo a los demás. Por eso, entre otras cosas, existe la música o la pintura o la literatura. Sin explicar nuestro relato colectivo e individual no podríamos seguir adelante.

Pensé todo esto al salir de escuchar la música de Billy Cobham y su banda. Pensé todo esto después de comprobar que de la batería de Cobham salieron los sonidos más negros y más ancestrales que he escuchado en los últimos meses. Durante los minutos de solo (el resto de la banda esperaba pacientemente hasta que terminó sin hacer sonar sus instrumentos) escuchamos todo eso que es el jazz cuando le arrancas los formatos y los modos, cuando solo queda el swing y debajo el blues y, un poco más allá, el principio de todo. Me hizo remover en el asiento. Emocionado. Cobham ha logrado entender el mundo y entender lo que le sucede y nos lo cuenta con su música. Sutileza, profundidad, arraigo a lo esencial.

La banda de Billy Cobham funciona porque su líder no impone el sonido de la batería como principal. Al contrario, deja que todos expresen lo que ellos saben del universo, deja que los músicos dialoguen a la misma altura. David Dunsmuir, a la guitarra, dejaba unos solos apabullantes que nos anclaban a ese rock que salpicaba todo el jazz que sonaba; Steve Hamilton, un pianista extraordinario, nos arrimaba a la sicodelia y a la música eléctrica que no faltó desde el primer tema aunque con prudencia, sin ser excesivo, sin que apenas se notase; otro mundo maravilloso lo sentimos escuchando los teclados de Camelia Ben Naceur, más cercana al swing clásico; y Michael Mondesir, al bajo, que dadas las circunstancias, lucía algo menos puesto que compartía y defendía la base rítmica con el líder y baterista, pero que demostró ser un músico de enorme nivel.

Con casi 75 años, Billy Cobham y su banda ofrecieron un concierto fantástico. JAZZMADRID 2018 revalida su importancia cada día que pasa. Y eso no es poco.