Futuros comunes

La Fundación Telefónica presenta una exposición sobre Sir Norman Foster, uno de los arquitectos más importantes de las últimas décadas. Es un acercamiento a su trabajo a través de fotografías, maquetas, planos, dibujos y audiovisuales. Actualmente, los arquitectos son famosos, atraen al turismo, son noticia, se les conoce. Pero, además, todos tienen razones para hacer. Y una forma de comprender su trabajo es mirar. Esta es una excelente oportunidad

25 nov 2017 / 09:05 h - Actualizado: 25 nov 2017 / 08:43 h.
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  • Aeródromo para drones en África. / © Foster+Partners
    Aeródromo para drones en África. / © Foster+Partners
  • Apple Park (2010-2017). / © Foster+Partners
    Apple Park (2010-2017). / © Foster+Partners
  • Aeropuerto de México D. F. / © Foster+Partners
    Aeropuerto de México D. F. / © Foster+Partners

Se habla con frecuencia en los media de «arquitectos estrella» para referirse a quienes diseñan los edificios-hito que definirán nuestra época. Los comunicadores parecen olvidarse que -desde Imhotep- los constructores destacados han sido famosos, porque han modelado el paisaje artificial, proveyendo a la humanidad de espacios físicos para habitar –antes y después de la muerte-, diseñando sus ciudades y sus templos, los edificios públicos y las estructuras que cambiaron la faz de la tierra.

Están ahora en la cresta de la ola porque sus obras arrastran al turismo, atraen a los políticos ávidos de situarse en el mapa, devienen instrumentos de inversión y promoción. Aparecen en diarios y talk shows, reciben premios, son populares. Un puñado trascenderá y Norman Foster estará entre estos. La exposición nos ayuda a comprender las razones. Se articula en varias secciones duales, comparando siempre un trabajo con otro, para señalar la evolución de ciertos principios e investigaciones.

Como artista, casi como artesano, vemos las creaciones complejas saliendo de su cabeza mediante dibujos apresurados, y comprobamos en esos trazos la voluntad de comunicarse, de hacer entender al que mira cierta idea germinal, y de pedirle a esa mirada la confianza en su capacidad motora. Los estudios para el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro de Madrid pretenden la complicidad de las fuerzas cívicas y su acuerdo para una intervención urbana limitada pero intensa, que regenera la ciudad sin olvidar el motivo del encargo, que es la conservación patrimonial y la expansión de la gran pinacoteca del Prado.

Creador, porque elabora un microcosmos alrededor de lo que construye, donde interactuarán fuerzas diferentes: la climatología y el paisaje, la labor humana y la circulación motorizada, la ciencia, la armonía, la superación. El puerto de drones concebido para Ruanda –Droneport- se salta las barreras convencionales del desarrollo y genera un futuro en el que las cosas serán las mismas, pero funcionarán de manera diferente. No son necesarias para esto grandes infraestructuras, sino pequeñas decisiones meditadas.

Norman Foster es un notable investigador, lo demuestra en sus utopías, donde procura crear visiones de lo porvenir, desde la limitación de nuestros conocimientos e incertidumbres. Solo se puede llegar muy lejos si se pone la mirada en las estrellas. La casa autónoma, o los Habitáculos lunares, nos remiten a la cultura googie, ya que no solo proponen, sino que disponen el imaginario y las formas de un futuro posible, al tiempo que meditan sobre los desafíos técnicos implícitos a la carrera espacial, o la armonía del ser humano con la naturaleza.

Todo esto requiere unas capacidades técnicas avanzadas, gran adaptación al medio, persistencia en la evolución de herramientas que se superponen, desde el boceto a la maqueta, al programa informático o la simulación, los planos y la geodinámica, el estudio de los fluidos y el de la gravedad. Masdar City ya es una realidad, la de un desarrollo urbano en el desierto de los Emiratos Árabes Unidos sin huella ecológica, contradictoriamente alternativo a la industria que lo sustenta, la de los hidrocarburos, que aporta nuevas soluciones para la deambulación, la refrigeración, o el tratamiento de los residuos.

No debemos olvidar que detrás de una generación de proyectos tan global como la que demuestra el arquitecto británico debe de haber también una lúcida mente empresarial, capaz de generar sinergias, de convencer, de formar equipos y pensar como inversor, de alcanzar el discurso de los poderosos para hacerles llegar su voluntad, y convencerles. Pudo aprovechar de esa manera la última crisis del capitalismo para ampliar su horizonte a las economías emergentes, fascinadas por su prestigio y la solidez de sus propuestas. Méjico ha confiado en Foster para uno de los edificios más grandiosos de la tierra, el nuevo aeropuerto para la capital federal que modificará para siempre la idea que tenemos de un complejo semejante, que será ligero, casi efímero, que aprovecha las desventajas geotérmicas para diferenciarse, concitando espacios novedosos.

Detrás de Foster hay un notable publicista, un creador de imagen, que ha logrado convertir su nombre y el de su estudio, Foster & Partners, en una marca reconocida internacionalmente. Las multinacionales más provocadoras, conscientes del mensaje prestigioso confían en él, como ha hecho Apple para su sede central en Cupertino, el Apple Park, un campus visionario y estimulante para una nueva forma de trabajar.

FOSTER, EL FILME

Al fondo de la muestra se proyecta la película «¿Cuánto pesa su edificio, señor Foster?». Un documental biográfico sobre el arquitecto británico, producido por su esposa, Elena Ochoa, dirigido por Norberto López Amado y Carlos Carcas en 2010. Se presentó en el Festival de San Sebastián, en la sección Zabaltegui. El resultado es lo que podíamos esperar: una cuidada producción, una fotografía impecable con la que las grandes obras de arquitecto lucen con un esplendor y una grandiosidad incomparables, y un guion encaminado a ensalzar la figura del artista como un visionario, y en su dimensión humana casi como un superhéroe.

El propio Foster es quien lleva las riendas de la narración de esa construcción de sí mismo y de su mundo. Es un hombre con una presencia y una elegancia singulares, gran aplomo como orador y fotogenia. Ha de ser inteligente para estar en donde está. La película llega al espectador sin un fallo. Para apoyar la narración aparecen por aquí y por allá varios artistas y asociados, cuidadosamente seleccionados, vestidos y maquillados. Richard Serra, Anish Kapoor, Cao Guo-Quiang.

El recorrido por la trayectoria vital y profesional de Foster es lineal y previsible: su infancia en una vivienda obrera suburbana de Manchester, sus primeros dibujos, su ambición, su primera empresa, el éxito, después un recorrido por sus trabajos más destacados. Aparece en una secuencia muy breve como padre atento, y en otras dos recordando momentos vitales decisivos. Sin emoción.

El resultado es un documental... ¿perfecto?

Admiro mucho a Norman Foster. Creo que es un genio como arquitecto y como artista. Entiendo que sus invenciones se han convertido en paradigma de un mundo nuevo y son un referente inevitable. Creo que es una de las mentes que en los últimos años, ha movido la manera de entender el mundo y participado de manera singular en su construcción. Lo ha hecho con sus obras, como el aeropuerto internacional de Pekín, el edificio más grande de la tierra; en actuaciones simbólicas y más reducidas, como la reconstrucción del Reichtag, con su cúpula emblemática; y también en los edificios de pequeño formato como el creado para la sede de la municipalidad de Londres, junto al puente. Me parece además que no hay que tener un importante conocimiento de la arquitectura, y que basta con extender una mirada curiosa sobre sus obras para entender que son maestras, a la vez que logros de la ingeniería, y lo hago pensando en el viaducto de Millau. Todo esto queda muy bien retratado en la película.

También Elena Ochoa merece mis respetos como productora de cine y editora de arte, labores ejemplares, a las que debemos un reconocimiento.

Pero falta algo. Lo que previmos que iba a ocurrir al tener conocimiento de cómo surge la gestación de este documental. No hay conflictos ni claroscuros. No hay una parte humana que nos interesa mucho más que las obras a las que podemos acceder con otros recursos y otros audiovisuales. ¿Es que nunca ha tenido un fracaso?

A mí, personalmente, me gustaría saber cómo vive y como duerme, verle en su entorno familiar o en sus reuniones de trabajo. Recorriendo alguna de sus obras en el detalle de las subestructuras; en el recuerdo de momentos de dificultad o de ingenios súbitos que hicieron crecer un proyecto. Verle nervioso, triste, o desesperado ante el fallo adverso de un concurso. Creo que a ustedes también les gustaría.

Se ve un intento claro de manipulación, de crear un producto. Conseguir una imagen, o mejor: pulirla y perfeccionarla. Lo han conseguido.

Imagínense lo que hubiera sido acompañarle en un viaje por el mundo visitando sus obras, hablando con los que las habitan para vivir o trabajar, con los ciudadanos que las sufren y las disfrutan. O recorrer su vida por un día, una semana o un mes de trabajo, en la preparación de un proyecto desde su origen. Para ello hubiera sido necesario que la idea surgiera de alguien más lejano al personaje, capaz de arrojar un foco sobre él que nos iluminase. A nosotros.

Es una pena. Una oportunidad perdida. Aunque se agradece el trabajo y se aprecia. También se entiende el proceso y el resultado. Esta visión, que puede ser crítica con la filmación, en tanto que película, no evita que sea muy acertada su proyección en la Fundación Telefónica, porque completa con acierto el relato expositivo.

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Norman Foster. Futuros Comunes

Fundación Telefónica, Madrid

6 de octubre de 2017 a 4 de febrero de 2018

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