En 1921, el ruso Yavgueni Zamiantin publicó Nosotros, novela adelantada a su tiempo que, curiosamente, no vería la luz en su idioma nativo hasta 1988. En sus páginas se hacía un retrato de una sociedad futura donde la opresión y represión por parte de la clase dirigente era total. Aún sin saberlo, el escritor bolchevique acababa de inaugurar un subgénero literario, la distopía (o antiutopía) en la que un horizonte ficticio se adivinaba posible a la vez que indeseable.
Hoy, sin embargo, los títulos distópicos más recurrentes son Un mundo feliz, de Aldous Huxley; 1984, de George Orwell y Fahrenheit 451, de Ray Bradbury. Un trío imprescindible que elevó al subgénero al olimpo de los clásicos. Más reciente en el tiempo, pero no menos hipnótica, es la trilogía Los juegos del hambre, de Suzanne Collins, que invita a cuestionarnos cómo es en realidad la naturaleza humana y si es inevitable que sea corrupta.
Siguiendo esta estela, el sevillano Francisco Javier Torres Simón nos invita en G3 (Amarante, 2017) a viajar a la Nueva Era, un tiempo indeterminado más allá del siglo XXIII en el que las mujeres ejercen la supremacía sobre los hombres y los recuerdos se almacenan en una colmena neuronal llamada Sistema Red. Licenciado en Film Scoring por la Berklee College of Music de Boston, máster en Gestión de Empresas Audiovisuales y doctor en Comunicación por la Universidad de Sevilla —donde ejerce como docente—, Torres Simón es una rara avis dentro del mundo editorial. Autor de varios ensayos técnicos y de divulgación, en esta su primera novela combina su pasión por la ciencia ficción con sus muchos y variados conocimientos: desde la composición musical para la Semana Santa (lleva más de dos décadas nutriendo de marchas procesionales a bandas como Las Cigarreras) al pilotaje de drones. De ahí que las páginas de su obradestilen frescura y originalidad además de resultar altamente sensoriales.
Su protagonista, Lux, es un neonato de dieciocho años gestado en el vientre de una criatura extraordinaria, el G3, cuyas capacidades le permiten implantar en los fetos todo el conocimiento universal antes de ser alumbrados. Con tan sólo veinticuatro horas de vida, Lux tendrá que enfrentarse a multitud de peligros y aventuras, mientras trata de descubrir el verdadero sentido de su existencia.
Heredero de películas como La mosca, Gattaca o La isla, e incluso del manga japonés Akira, G3 es el título perfecto para entender el fenómeno biopunk, en el que la biotecnología representa la columna vertebral de las tramas. De este modo, y al igual que sus predecesores, el autor nos describe la lucha de un individuo contra un régimen totalitario, en este caso surgido a partir de una corporación llamada Biogod, donde la eterna juventud está al alcance de todos. Un lugar antropocéntrico llamado Primer Mundo, donde se suceden los guiños a la vieja Híspalis junto a los avances más increíbles, y en el que las necesidades del ser humano parecen estar cubiertas. En suma, un paraíso de diseño donde, como suele ocurrir en estas historias, no es oro todo lo que reluce.
Ágil en su desarrollo y repleto de sorpresas, el argumento de G3 va más allá del puro entretenimiento. Su mensaje es un aviso sobre los peligros a los que se enfrenta nuestra sociedad en su acelerado proceso de deshumanización. Una voz que parece clamar en el desierto contra la alienación y las modas pasajeras, cuyo poder de atracción nos convierte en auténticos esclavos. Nada escapa a la improvisación en esta obra hecha desde el ingenio, pero también con una enorme carga de sensibilidad. Y es que al fin y al cabo el objetivo de una buena novela es sorprendernos y emocionarnos a partes iguales; y esta lo consigue con creces.