Hechos diferenciales

Los artistas son respetados en Cuba, quizás por eso atraviesan la censura, el exilio y la oscuridad, saliendo renovados por el otro lado. Casi todos los que trabajan fuera mantienen la voluntad de seguir presentes en el país que los ha formado. Al mismo tiempo, los agentes culturales extranjeros, se decantan por traer instalaciones complejas, de autores consagrados. Estos intercambios enriquecen el ambiente cultural y promueven el intercambio de ideas con el resto del mundo

14 abr 2018 / 08:47 h - Actualizado: 30 mar 2018 / 22:19 h.
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  • El agua purifica los objeto en la muestra de Chen Zhen. / Augusto F. Prieto
    El agua purifica los objeto en la muestra de Chen Zhen. / Augusto F. Prieto
  • En la exposición de Chen Zhen, sobre cada uno de los lechos hay un caño, que no cesa de fluir con el agua de un circuito cerrado. / Augusto F. Prieto
    En la exposición de Chen Zhen, sobre cada uno de los lechos hay un caño, que no cesa de fluir con el agua de un circuito cerrado. / Augusto F. Prieto
  • El artista Chen Zhen nació en la Concesión Francesa de Shanghái. / Augusto F. Prieto
    El artista Chen Zhen nació en la Concesión Francesa de Shanghái. / Augusto F. Prieto
  • Chen Zhen consigue una atmósfera poética, convierte sus artefactos en enigmas. / Augusto F. Prieto
    Chen Zhen consigue una atmósfera poética, convierte sus artefactos en enigmas. / Augusto F. Prieto
  • Hechos diferenciales
  • Intruso (America) de Carlos Martiel. / Foto Walter Wlodarczyk
    Intruso (America) de Carlos Martiel. / Foto Walter Wlodarczyk
  • Línea de fuego de Carlos Martiel. / Jorge Calcagno, Gabriele Bianchini
    Línea de fuego de Carlos Martiel. / Jorge Calcagno, Gabriele Bianchini
  • ‘Encomienda’ de Carlos Martiel. / Foto Marcelo Baiardu
    ‘Encomienda’ de Carlos Martiel. / Foto Marcelo Baiardu

EXTRAÑO JARDÍN

Arte Continua acerca a La Habana a uno de los artistas más enigmáticos del fin de siglo. Chen Zhen nació en la Concesión Francesa de Shanghái en 1955, y desarrolló gran parte de su carrera en París, a donde se trasladó en 1986, y donde murió después de una enfermedad larga, degenerativa e inefable. Estas circunstancias provocaron que basara su obra en torno a diferentes conceptos: los valores del tiempo y el espacio que se desvanecía con su decadencia física, los fundamentos de la poesía, la permanencia y la espiritualidad propios de la cultura china, junto con el fetichismo por los objetos y el consumo de las sociedades occidentales. Los valores tradicionales y la filosofía oriental, en fin, acosadas por los efectos de la Revolución cultural en cuyas consecuencias se formó. Volcado en sus estudios de escenografía, la teatralidad es una realidad en todas sus propuestas.

Zhen falleció en 2000, y desde entonces es su viuda Xu Min, que había sido colaboradora indispensable en su decurso artístico, la que actúa comisariando su obra, caracterizada por las instalaciones y la utilización de recursos desechables.

En el atmosférico «Águila de Oro», el antiguo cine de Zanja y Dragones, Zhen retorna en presencia a un barrio chino, con el montaje que creó para exponer en un molino centenario en Albi, en Francia, en 2000. La composición es con once camas de diferentes estilos y diseños, en vez de colchón tienen una lámina de agua, un estanque; en el fondo del estanque contemplamos residuos, y el efecto que nos trasladan es el de estar museizados tras una barrera de vidrio: libros, juguetes, componentes informáticos, dotaciones deportivas, partes de automóviles desechados, piezas de vajilla. Sobre cada uno de los lechos hay un caño, que no cesa de fluir con el agua de un circuito cerrado. Ese agua purifica los objetos, sublimándolos y al mismo tiempo deshaciéndolos, en una reflexión sobre la sociedad de consumo, pero también sobre las ideas de consunción, desintegración y transformación. Las camas representan cada uno de los once órganos del cuerpo humano indispensables para la vida. La circulación del agua no es más que el mecanismo del bombeo de la sangre que purifica. Chen Zhen consigue una atmósfera poética, convierte sus artefactos en enigmas, utilizando uno de los elementos más significativos de la milenaria cultura oriental con todos sus matices: el agua. Es el «Jardín lavado».

En la planta superior del cine, «Luz inocente» es al mismo tiempo una lámpara, una oruga, el serón de un niño, el cuerpo de una luciérnaga, y una caja de luz. Nos traslada al territorio de la fantasía y de la infancia con un objeto seminal, capaz de metamorfosearse llegando a algo o quedándose en el intento. Que expande su luz alrededor sin que conozcamos cuando se puede agotar, y por qué razones.

EL REGRESO

Quizás no sea uno de los importantes montajes del momento, puesto que la escena se paraliza con el fin de año, pero no deja de ser catártico tener la oportunidad de ver a Virgilio Piñera representado en los escenarios cubanos. No es la primera vez desde que tuvo lugar el exorcismo de su recuperación para la cultura, la reimpresión de sus obras después de años de un ostracismo que no solo lo apartó de la vida intelectual y lo desterró al olvido, sino que incluso llegó a borrar su nombre de los textos de estudio. Porque a pesar de haber colaborado en su inicio con las ideas revolucionarias, Piñera fue un ser libre, transgresor, y sobre todo homosexual, es decir equivocado, decadente y antisocial, en contraposición a ese hombre nuevo con el que se pretendía levantar al país.

El retorno de Piñera es una celebración, y nos habla de un régimen capaz de levantarse de (algunos de) sus errores.

«Un juego peligroso. Confesión de dos actores desesperados» es una versión del cuento «Dos viejos pánicos», versionado y dirigido por Jorge Alba para el Estudio Teatral Alba. Son solo dos personajes, un matrimonio convencional en el ocaso de su vida, que intenta liberarse de los fantasmas y matar al miedo. Un texto surrealista que utiliza la presión emocional y psicológica para componer dos caracteres, ambos interpretados por varones, tal y como se hacía en el antiguo teatro, que adquieren la calidad de máscaras y la dimensión de paradigmas. Una reflexión sobre la soledad y la vejez, en torno los efectos de la convivencia y del paso del tiempo, para un montaje que habla de la incomunicación y los terrores cotidianos que nos acechan.

Un montaje descarnado, una música sugerente de resonancias étnicas, incluso la sala medio vacía en una lluviosa tarde del invierno caribe, colaboran a cerrar un clima de grata cotidianeidad para el regreso del dramaturgo, bastante desconocido en España por otra parte.

CRUELDAD

«La ceiba me dijo tu» es el título de la muestra de la Factoría Habana, que asocia a tres artistas de diferentes intereses. La de Belkis Ayón no la pudimos ver porque estaba clausurada la planta, y es una lástima porque nos interesan siempre sus figuraciones simbólicas, sus sombras. Los «Black Gardens», de Elio Rodríguez nos dejaron impasibles, a pesar de su gran formato. Se trata de formas orgánicas sostenidas de distintas maneras en el espacio de la galería –espléndido por otra parte- para las que no encontramos justificación artística.

Todo lo contrario a la indiferencia es lo que nos provoca el trabajo de Carlos Martiel, «Fragmentos de memoria». Desde hace varios años, el artista viene utilizando su propio cuerpo como lienzo de para sus creaciones, la piel como paño de lágrimas, y el desnudo como sudario para la performance.

Les avisamos: no es agradable de ver. Algunos críticos hablan de alta tolerancia al dolor, y otros de simple fanatismo, o de sadismo puro. Las fotografías expuestas son extremas: cosido, atravesado por cuchillos o punzones, enhebrado en agujas yace en la línea de la marea, mientras es mecido por el mar en una acción cruel, profundamente perturbadora, que causa náuseas y dentera. La propuesta es clara, la provocación. El mensaje es la vulnerabilidad del cuerpo humano frente a los factores externos, pero también su fortaleza mental, disciplina y autocontrol. La resistencia

La obra de este creador-faquir se articula en torno a las relaciones de poder y, sobre todo, se centra en el tema racial: discriminación, diferencia, reivindicación. Pone al que le mira ante la necesidad de crearse una ética como espectador, en el que este se cuestione hasta qué punto es lícita su mirada, dónde están los límites del espectáculo y el arte, que no existen si no son observados. Aclamado en la 57 Bienal de Venecia, discípulo de Tania Bruguera, egresado de la Academia de San Alejandro, Carlos Martiel, nacido en 1989, se manifiesta con una de las propuestas más rompedoras del panorama internacional. Un nuevo Cristo.

Virgilio Piñera. / El Correo