Homo Deus

16 may 2019 / 07:48 h - Actualizado: 16 may 2019 / 07:58 h.
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Si en la primera parte de su trilogía (hasta el momento) ensayística, el humanista hebreo Yuval Noah Harari nos estudiaba a través de lo que el homo sapiens es y ha sido, esta vez establece el devenir del presente al futuro, previendo lo que, sin metáforas innecesarias, será la era del post-Internet, la robótica, la inteligencia artificial, la realidad virtual y sobre todo la datificación o estudio de los organismos como algoritmos a los que el ser humano se verá reducido

Estas asechanzas apocalípticas aportan un contenido de horror que no necesariamente llevaría a la desaparición, y que para muchos se hace inconcebible dada nuestra tendencia a los interrogantes y a buscar natural sentido a nuestras vidas. Al parecer tal y como desde Tierra Santa se afirma, la culpa de que nos hayamos llenado de expectativas positivas además de histórica (la aparición del protestantismo fue clave) también es fallida por motivos puramente biológicos que hacen que desaparezcamos como individuos. Llega un momento también en que el autor achaca al trabajo de psicólogos y especialistas socio-sanitarios, el hecho de centrar el objeto de estudio únicamente en patologías, y no en potencialidades con respecto a nuestro cerebro, para solucionar problemas de un modo más natural. Todo ello ha hecho que nuestro potencial cognitivo haya quedado obsoleto por razones prácticas. Primero mostrando la pérdida de valía de objetos creados, para convertirnos más en un nuevo trasto de la naturaleza, capaz eso sí de disolver conciencia y experiencia, como si aquella pudiera desaparecer así como así, provocando nuevas adicciones y embrutecimientos que serán salvados por el uso de realidades virtuales.

Esta disolución entre esa conciencia que no desaparece así por las buenas y nuestra realidad empírica y experimentable hará que nos convirtamos en seres parecidos a los delfines marinos, animales que sin servir prácticamente o ni tan siquiera de alimento, sólo servirán para responder a estímulos simples creados por los miembros de la especie supervivientes y sus nuevas máquinas.

Algo tan dependiente de la química como es la biología, ha terminado por alcanzar y hacernos no tan inmortales o al menos especiales como creíamos en el siglo XX. De cómo lo hemos ido consiguiendo, abunda en datos y observaciones el primero de los ensayos, «Sapiens».

Si hablábamos de drogas o enajenación parasitaria, hay aparte de motivos biológicos, otros puramente evolutivos, que hacen que nuestras vidas y sobre todo, las de las de las personas pobres, débiles o sin medios, no reviertan en salvación alguna, como si sólo ellos tuvieran que pagar justos por pecadores por los desmanes y egoísmos que antaño nos hicieron tan fieros.

Los datos y su control serán el nuevo mesías, ellos hablarán por todos y muchos de nosotros, y desde su omnisciencia y omnipotencia y con escasas posibilidades de mutabilidad efectiva, cambiarán, como ya lo están haciendo, nuestras vidas.