‘Ícaro’: Las cloacas del deporte

Después de ver ‘Ícaro’ nadie podrá pensar en los juegos olímpicos o en las competiciones míticas sin levantar la ceja como muestra de incredulidad. El dopaje lo contamina todo y convierte los mitos en bromas de mal gusto

26 jun 2018 / 11:00 h - Actualizado: 17 jun 2018 / 21:05 h.
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  • Bryan Fogel haciendo pruebas durante el periodo de dopaje. / El Correo
    Bryan Fogel haciendo pruebas durante el periodo de dopaje. / El Correo
  • Grigory Rodchenkov y Bryan Fogel frente a las muestras de orina del segundo. / El Correo
    Grigory Rodchenkov y Bryan Fogel frente a las muestras de orina del segundo. / El Correo
  • Grigory Rodchenkov. / El Correo
    Grigory Rodchenkov. / El Correo
  • Cartel de ‘Icarus’, documental original de Netflix. / El Correo
    Cartel de ‘Icarus’, documental original de Netflix. / El Correo
  • El dopaje en Rusia es uno de los temas principales del documental. / El Correo
    El dopaje en Rusia es uno de los temas principales del documental. / El Correo

Los que hemos practicado algún deporte con regularidad sabemos que un ciclista no puede hacer el Tour de Francia y ganarlo comiendo macarrones y durmiendo la siesta. Necesita algo más para terminar y ganar una carrera que se hace a velocidad de locos. Pero tampoco un hombre puede correr cien metros en menos de diez segundos bebiendo cacao, ni un levantador de pesas puede alzar tres veces su peso cuidando su dieta. Que no, que no. Para batir las marcas que hoy se alcanzan es necesario arrimarse a la química. Una pena, pero es lo que hay. Y esa idea que todos tenemos, siempre, rondando la cabeza se convierte en un mazazo cuando se hace realidad, cuando nos muestran esas cloacas que no quisiéramos visitar o saber que, en realidad, existen. Porque una cosa es saber que algunos hacen trampas y otra que te intenten demostrar con cierto éxito que no se salva ni un solo deportista de élite o de los que están a un nivel importante.

Ícaro (Icarus, 2017) es un documental de la factoría Netflix que firma Bryan Fogel. El realizador nos lleva hasta una prueba que realiza él personalmente para saber cómo funciona el dopaje, qué se siente y qué resultados se pueden obtener. El caso de Lance Armstrong le había producido un gran impacto y necesitaba explicaciones. Los resultados, por cierto, son catastróficos. Fogel había logrado acabar la Haute Route en el puesto decimocuarto. Fueron 440 los participantes. Y con un programa de dopaje exhaustivo logra una clasificación sustancialmente peor. La Haute Route es una prueba amateur considerada la más dura del mundo.

Don Catlin, doctor de antidopaje de la UCLA pone en contacto a Fogel con Grigory Rodchenkov, un científico ruso que sabe todo lo que se necesita para doparse sin ser descubierto. Rodchenkov es simpático, oscuro en algunas zonas, natural, intrépido. Y todo lo que sucede a partir de un momento determinado nos arrastra a un escándalo monumental en el que el Gobierno ruso es acusado de programar dopaje para todos sus deportistas, nos muestran cómo se hacen trampas y cómo los juegos olímpicos se pueden convertir en un cúmulo de irregularidades atroz y vomitivo, se sugieren muertes como resultado de crímenes de Estado. Rodchenkov descubre que no está dentro de un montaje inocente de tramposillos. Está dentro de un enorme negocio, de una enorme maquinaria propagandística con la que el Estado ruso quiere imponer su poderío. Ponen un ejemplo en el documental que muestra la subida del índice de popularidad de Putin una vez que el éxito en los juegos de invierno de Sochi fue clamoroso. Y se liga a la guerra con Ucrania. ¿Se hubiera atrevido Putin a llegar tan lejos sin un apoyo incondicional de los rusos? En fin, todo lo que vemos en la pantalla nos escandaliza, nos produce temor.

Las sanciones llegan, el escándalo es tremendo, pero pasa el tiempo y todo sigue igual que antes. Esa es la gran denuncia del documental. Nada cambia.

Ícaro fue premiado con el Oscar al mejor documental en el año 2017. Si bien es cierto que, en algunos momentos, la estructura narrativa es descuidada, el conjunto es estupendo y los 120 minutos de metraje no se hace pesado en ningún momento. El montaje permite un entendimiento fácil de lo que se cuenta y convierte el documental en un producto accesible y asequible para todo tipo de público.

Conviene echar un vistazo a esta película. Porque si es cierto todo lo que se cuenta en Ícaro deberíamos plantearnos algunas cosas sobre lo que es el deporte y sobre en qué lo hemos convertido.

Un detalle importante. Escucharán nombrar la novela de George Orwell, 1984, en distintas ocasiones durante la proyección. Es el relato favorito de Rodchenkov. En esa novela, una de las cosas que el autor quiere desarrollar es esa destrucción de la verdad que se autoriza desde un Gobierno. ¿Estamos tan controlados como podemos llegar a pensar después de ver este tipo de documentales? ¿Hasta dónde llega el poder para quedar indemne? Respuestas con contestaciones feas. Muy feas.