Imágenes que anhelan la perfección

La Galería Birimbao de Sevilla presenta durante noviembre ‘Idea, copia y reproducción’, exposición individual de Eduardo D´Acosta. El proyecto analiza y cuestiona, a partir de copias de grandes esculturas clásicas, la idea de originalidad

30 nov 2015 / 17:29 h - Actualizado: 30 nov 2015 / 17:30 h.
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  • Una muestra de fotografías de gran tamaño que pueden visitarse hasta principios de diciembre.
    Una muestra de fotografías de gran tamaño que pueden visitarse hasta principios de diciembre.
  • Imágenes que anhelan la perfección

El arte ha intentado desde siempre escudriñar la realidad y describirla desde todas las perspectivas posibles, de la más analítica a la más íntima, del rechazo a la idealización, siendo esta última la vía más recurrente desde la Grecia clásica y su larga influencia en Roma, el Renacimiento o el Neoclasicismo, llegando el gran público incluso a vincular el ideal clásico con la propia idea de arte, siempre portadora de un estatus espiritual elevado. Las representaciones son, sin embargo, una parcialidad frente el maremágnum sensorial con el que la realidad se hace presente, entre ellas y la realidad siempre ha mediado, además, la subjetividad del hacedor de imágenes, una fuerza creadora que impone su visión a través de pigmentos o mármol esculpido. Así fue al menos hasta que la fotografía llegó para enturbiarlo todo.

Idea, copia y reproducción es un proyecto que Eduardo D´Acosta ha desarrollado durante varios años, fotografiando vaciados en yeso de esculturas clásicas en distintas ciudades del mundo, desde las fieles copias de los museos Vaticanos hasta pequeños suvenires en Chinatown, y que ahora podemos ver expuesto en la Galería Birimbao hasta el 5 de diciembre. Sus imágenes nos sitúan frente a la belleza blanca e impoluta de las obras maestras a través de imitaciones (a menudo imperfectas y en ocasiones verdaderos despropósitos en proporción, ritmo o anatomía), sumergiéndonos de lleno en el terreno de la representación, de la copia que nos muestra, por un lado, el arte convertido en cliché (estatuas que adornan jardines, plazas o bazares y nos conectan con la antigüedad idealizada haciéndola asequible), pero también con un deseo manifiesto de acercarnos a lo sublime y una imposibilidad constante de lograrlo. No se trata (o no tan solo) de una crítica o comentario sobre la superficialidad de una sociedad a la que resulta facilísimo adoptar una copia como sustituto del original, ni sobre un mercado capaz de convertir en producción masiva el genuino acto creativo. Observamos en el acercamiento del fotógrafo un respeto hacia estas reproducciones y sus imperfecciones, que hacen cada copia única y diferente a las demás, hermosas en su infructuoso intento por alcanzar la genialidad, que resulta, además, análogo al de la fotografía, medio desesperado por capturar al menos una porción de la realidad.

No podemos eludir el juego metalingüístico que las imágenes de D´Acosta nos proponen y que ya estaba presente en sus trabajos anteriores. La fotografía es capaz de trascender el grado simbólico e iconográfico de toda representación en una unión mucho más íntima con su referente. Como huella de la realidad visible, parece hacer posible el sueño de toda representación artística (desde las uvas de Zeuxis a Frenhofer, perturbado pintor balzaquiano, desde los impresionistas a la performance o el land art): acercarse a la vida y ser una con ella. La fotografía se ofrece por tanto como el medio ideal para retratar estas figuras, que nos dicen en su imperfecta similitud que ellas no son el referente, pero que aun así nos conectan inevitablemente a él. Como la propia imagen fotográfica, no necesitan ser, tan solo parecerse.

Ya en otro proyecto, Apariencias, D´Acosta nos hablaba de la gran mentira de la fotografía, de una ilusión de realidad depositada en un plano bidimensional. En idea, copia y reproducción la ilusión persiste pero ya no se trata de un enigma visual, el juego es mucho menos directo y acomete de lleno una problemática mayor: como la imagen constituye hoy día el único discurso, como ha devorado a la realidad para sustituirla. Efectivamente no necesitamos al David de Miguel Ángel, la fuerza inspiradora de una mano y mente creadoras, solo necesitamos una imagen que nos lleve hasta él, tan imperfecta y de tan baja calidad material y formal como las miles de instantáneas desenfocadas o pixeladas que usamos para comunicarnos hoy.

Llegados a este punto habría que incidir en que las fotografías de D´Acosta contienen cierto poso de tristeza, que posiblemente se desprenda ante la certeza de que lo que vemos es solo un reflejo del original, y que pese a su belleza, las copias muestran sobretodo una distancia insalvable, una ausencia en la presencia (algo que ya era evidente en Vallas, el proyecto justo anterior del artista), que encuentra su mayor fuerza en la desubicación de estas reproducciones, alejadas del lugar donde reposan los originales, identificables como falsas en su acumulación y repetición incansable, encarnando un anhelo de perfección nunca satisfecho.

Idea, copia y reproducción nos presenta una mirada fascinada ante la propia idea de representación que alberga cada escultura fotografiada y que, por supuesto, ocupa toda fotografía. Aquí, sin embargo, la necesidad de explicar el mundo a través de imágenes ha sido sustituida por la de acceder a la imagen misma, que, portadora ya de un significado propio (alejado de la realidad o de un ideal de perfección esculpido en mármol, aunque siempre en dependencia con ambos), es hoy la que debe ser explicada.