Insurrecciones: La contemplación insumisa

Las obras de arte se construyen con la esperanza de que lleguen hasta las personas que, en un momento determinado, quieran acercarse a la verdad que otro vivió. Unas veces, esas obras, logran representar una imagen poderosa. Otras, las menos, logran ofrecernos la verdad. ‘Insurrecciones’ es una perturbadora exposición que podemos ver de la mano de Concha García

04 mar 2017 / 12:49 h - Actualizado: 02 mar 2017 / 16:31 h.
"Exposiciones"
  • Vistas panorámicas de la ciudad, diáfanas, bellas, como si se tratase de un travelling que el movimiento de los ojos hace rotar de un lugar a otro. / El Correo
    Vistas panorámicas de la ciudad, diáfanas, bellas, como si se tratase de un travelling que el movimiento de los ojos hace rotar de un lugar a otro. / El Correo
  • Algunos elementos de la exposición recuerdan que en cualquier momento los pueblos pueden levantarse. / El Correo
    Algunos elementos de la exposición recuerdan que en cualquier momento los pueblos pueden levantarse. / El Correo
  • Un hombre espera a ser fusilado mientras fuma un cigarro. / El Correo
    Un hombre espera a ser fusilado mientras fuma un cigarro. / El Correo
  • Mirar estas descontextualizadas insurrecciones, ¿nos levantará el deseo de no mirar hacia un lado? / El Correo
    Mirar estas descontextualizadas insurrecciones, ¿nos levantará el deseo de no mirar hacia un lado? / El Correo

Tarde de primavera en Barcelona. Hay mucha gente en la Plaza de España. Se celebra el MobileWorldCongres. Para ir al Museo Nacional de Cataluña, antes Palacio Nacional, construido en 1929 para la Exposición internacional, atraviesas parte del recinto ferial donde el evento celebra algunas actividades. Después de una ascensión ayudada por escaleras mecánicas, rodeada de varias fuentes y cascadas de agua, llegas al edificio situado en un promontorio de la montaña de Montjuic. Vistas panorámicas de la ciudad, diáfanas, bellas, como si se tratase de un travelling que el movimiento de los ojos hace rotar de un lugar a otro. Esta ciudad ha vivido momentos terribles, como las fotografías que se muestran de la exposición Insurrecciones. La Semana Trágica, en 1909, Federica Montseny en un mitin, el entierro de Durruti, barricadas, pobreza, y miseria. Para que no faltase lo esencial, la policía rodeando a la gente con gesto amenazante.

Como dice el comisario de la exposición, el filósofo –agudo, inteligente, provocador- Georges Didi-Huberman: «Estas fotografías se hicieron con la esperanza de que llegasen a nosotros». La exposición ocupa 2.000 metros cuadrados. Reúne cerca de 300 obras: pinturas, dibujos, grabados, fotografías, películas y manuscritos, desde mediados del s. XIX a la actualidad. El criterio no es cronológico, ha seguido una lógica estética y poética. Los cinco ámbitos en los que se divide: Elementos, Gestos, Palabras, Conflictos y Deseos, dan la idea de un itinerario; pienso si el museo es el lugar adecuado para mostrar tanto dolor. La historia se repite. Son tiempos oscuros. ¿Acaso dejaron de serlo alguna vez? Hay testimonios de Goya, Cartier Bresson, ManRay, Baudelaire, Joan Miró, MaríaKourkouta, Henri Michaux... La exposición, sin embargo, no recoge la violencia; mezcla un cuadro de Miró con una foto de la Semana trágica; y, así, todo queda concentrado en la representación artística, más que en la indignación de un militante político, o de un grupo preparando una barricada.

La pulsión de muerte, tan bien expresada por Freud, nos rodea. Estamos dentro de ella. Walter Benjamin, en un texto de 1933, titulado «Experiencia y pobreza» escribía: «Un poco por doquier las mejores mentes hace mucho que han empezado a formarse una idea de estas cuestiones (las cuestiones acuciantes relacionadas con la situación política del momento). Se caracterizan por una falta de ilusiones sobre su época, y al mismo tiempo, por una adhesión sin reservas a ésta». Sigue vigente esta reflexión, como nos recuerda Didi-Habermann. Nos acostumbramos a todo.

Algunos elementos de la exposición logran remover la conciencia para recordarnos que en cualquier momento podríamos volver a levantarnos. Pienso en el reciente 15 M, y en la manifestación contra las políticas de inmigración restrictivas de la Unión Europea. Miro atentamente las fotografías. Hay una, hecha en México, donde un hombre que espera ser fusilado se fuma un cigarrillo. Me conmueve. La fotografía captó ese instante, pero no puede captar lo real. El museo marca distancias, el embalsamiento estético al que se ven sometidas las fotografías o las proyecciones, acostumbrados a tanta imagen indiscriminada en los medios, se queda en testimonio. Las fotografías de las manifestaciones en los años setenta en Barcelona recuerdan escenas de mi vida pasada, un deje melancólico, pero no hay que doblegarse a esta inercia de la sumisión cuando contemplas. La sumisión nos deja sin deseo, y el deseo es nuestra fuerza, la mayor potencia.

El lugar de la revuelta está en la calle. Pero la calle no parece estar en consonancia con lo que sucede en el entorno. No manifiesta el rechazo que debería visibilizarse como una revuelta cuando la arrogancia del sistema deja sin trabajo a miles de familias. Junto a las fotografías de los Oscar, vemos, en los medios, revueltas que recorren el planeta ahora mismo, desde Siria a Somalia, desde Colombia a Pakistán, desde Afganistán a la República Centroafricana... Son muchas, se representan en un mapa como pequeños estallidos. ¿Cómo representar tanto dolor, tanta muerte?

A la salida, hay muchos turistas fotografiando la límpida imagen de Barcelona. Una afirmación contundente del filósofo que ha tenido la idea de esta exposición itinerante (París, Barcelona, Montreal, Buenos Aires, México), dice que se trata de pensar en una antropología política de las imágenes: «Nuestros deseos necesitan la fuerza de nuestros recuerdos, a condición de darles una forma, la que no olvida de dónde viene», o lo que es lo mismo, mirar estas descontextualizadas insurrecciones, ¿nos levantará el deseo de no mirar hacia un lado?