Italia en la mirada

Llega el verano. Una nueva invasión bárbara se dispone a asaltar la península itálica. No importa. Ha demostrado mil veces esa nación que puede con todo. Para quienes busquen viajar también por el pasado: tres consejos: preparación, otoño, y lectura. ‘La sotana roja’, ‘En el invierno romano’, ‘Si una noche de invierno un viajero’ y ‘El profesor y la sirena’ analizados para acercarlos al lector potencial

24 jun 2017 / 12:58 h - Actualizado: 19 jun 2017 / 22:31 h.
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  • R.Peyrefitte. / ©Catherine Tatsopoulos
    R.Peyrefitte. / ©Catherine Tatsopoulos
  • Luis Antonio de Villena. / Fundación Santander creativa
    Luis Antonio de Villena. / Fundación Santander creativa
  • Portada de ‘Si una noche de invierno un viajero’. / El Correo
    Portada de ‘Si una noche de invierno un viajero’. / El Correo
  • Portada de ‘El profesor y la sirena’. / El Correo
    Portada de ‘El profesor y la sirena’. / El Correo

LA SOTANA ROJA

El inclasificable Roger Peyrefitte pone todo su conocimiento sobre una de las materias en las que se especializó, los intersticios de la Iglesia Católica, para realizar una composición bastante alternativa, que tiene algo de thriller, mucho de sátira; que se basa en una crónica real, para amalgamar todos esos efectos en un ejercicio de fantasía equilibrista.

El relato es trepidante, el fondo es una conspiración, algunos de los hechos sucedieron y se publicaron en la prensa, otros están enmascarados -por compromiso, dado su evidencia- los hay tan irreales que nos tememos su certeza.

Así, entre los sonoros títulos y prelaturas de la Iglesia Romana, que cautivan al escritor y agotan a los lectores, el francés se lanza a una novela desquiciada de sexo, corrupción, crímenes, y financias sucias, que siguen el hilo de lo sucedido en Ias cloacas vaticanas en los años ochenta, donde se mezclaron la masonería, el tráfico de influencias, los crímenes simulados o mafiosos, los asesinatos más o menos comprobados, y las inquietantes muertes súbitas, entre ellas, la de un papa.

Demuele Peyrefitte la organización, se basa de seguro en su conocimiento de primera mano de algunas situaciones, de su paso por los ambientes diplomáticos, de su adscripción al lobby gay que tanta materia le propuso para sus relaciones.

Al receptor le es imposible seguir la trama, que precede los posteriores códigos davincianos, inaugurando la semi-realidad, elaborando una especie de reality show literario donde los personajes son auténticos, aunque imposten sus actuaciones al servicio de sus intereses, manufacturen su propia imagen, o se conviertan en caricaturas de sí mismos. El público obtiene carnaza y entretenimiento, consintiendo los trucos y las mañas. Y el realizador se encarga de que nunca se sepa qué parte es verdadera, y cual es simulada.

Una novela rara, minoritaria, poco divulgada. Curiosa.

EN EL INVIERNO ROMANO

Los asuntos, la manera de escribir de Luis Antonio de Villena, pueden gustar o resultar detestables, pero no dejarán a ninguno indiferente, incluso aquellos a los que no agrade apreciarán sus hallazgos, el fondo de elegancia clásica de su estilo, y la exactitud arcaizante del vocabulario. Pero ese estilo no es apto para todos los públicos porque es excesivo, algo pedante, y un poco decadente, así que puede ser cargante, unos adjetivos que más que descalificarlo lo titulan por encima de las modas, con todo lo bueno y lo malo que eso implica.

En el invierno romano hay semblanzas farsescas, relatos, pastiches, imposturas literarias, vivencias personales, y biografías -buscadas o encontradas- que el autor comparte con nosotros en un gesto de valentía y generosidad.

De Villena es un entomólogo, cazador de ejemplares raros, que pasarían desapercibidos por su tamaño, que pueden parecer monstruosos en la distancia corta, pero cuya belleza es indubitable por el colorido, las tonalidades brillantes, el fenómeno de su mutación larval, y su insaciable variedad. También se nos hace extraño verlos disecados, desprovistos de vida, expuestos en vitrinas que se cubren de polvo por la falta de visitantes, como la de este libro.

Pintores, canallas, coleccionistas, escritores, personajes marginales o precursores, malditos. Libélulas, escarabajos, mariposas. Seres excepcionales que se mueven en los límites de la moralidad, con un reflejo de la antigüedad clásica, entre la niebla del Renacimiento, o la impresión de Italia.

SI UNA NOCHE DE INVIERNO UN VIAJERO

Si una noche de invierno un viajero -ese lector que recorre las páginas de un libro- tomase entre sus manos esta novela, encontraría un juego literario, una decena de cuentos que son un rompecabezas. Porque lo que hace el escritor italiano es ir modificando con cada nuevo capítulo la técnica narrativa, la intención, la trama, los personajes y solamente su voluntad de experimentar, la presencia del autor en el texto y la invitación al lector a que intervenga en su creación mantienen la unidad novelesca.

Italo Calvino parece inspirarse tanto en las Mil y una noches como en el folletín, en una composición que es irregular por su misma textura pero homogénea en su calidad.

Es un maestro en una acción iconoclasta de deconstrucción donde sus invitados, nosotros, somos distraídos por la lectura hacia otras reflexiones sobre la construcción y el funcionamiento de la ficción.

Cada capítulo termina con un guiño que deja en suspenso al lector, ávido por perderse en las claves del siguiente. Es el libro como contenedor y como contenido, sobre el acontecimiento de leer y los personajes que pueblan las páginas.

Si una noche de invierno un viajero, es genial y si bien los genios no pueden ser nunca comprendidos en la complejidad de sus maquinaciones, la edición rescata como apertura una carta con la que el escritor italiano contestaba a uno de sus críticos más minuciosos y que servirá mejor como reflexión a posteriori o guía para una relectura, que como el prólogo que es.

EL PROFESOR Y LA SIRENA

Una miscelánea de relatos nos deja el residuo agrio de imaginar todo lo que el mundo ha dejado de tener. En primer lugar por el hecho de que su autor, Giuseppe Tomassi di Lampedusa, no haya sido más prolífico, que no hubiera convertido el germen de El gatopardo en un tiempo perdido en el que las páginas se acumulasen infinitas. Porque tenía dulzura, honestidad, calidad literaria, e historias para contar que nos ha hurtado por diferentes -y púdicas- razones de aristócrata erudito. En segundo lugar porque la belleza de ciertos lugares, de una forma de vida desaparecida, ya no existe más que en crónicas y novelas, con especial intensidad -por cierto- las que se refieren a esa tierra dura, inhóspita, ingrata y maravillosa de Sicilia.

El profesor y la sirena es un cuento delicioso por el tono en el que se desenvuelve el viejo profesor, por la descripción de los cafés turineses y del mar siciliano, porque es una bonita historia de amor con resonancias mágicas y odiseicas.

La alegría y la ley es un cuento de navidad realista y amargo para todos, menos para su inconsciente protagonista. La relación de un fracaso como el de tantas vidas naufragadas que se dan en la realidad.

La mañana de un aparcero es la cómica conversación de un grupo de antiguos señores, ávidos de murmuraciones, sucede en el tiempo a una generación de distancia de la obra maestra del escritor italiano.

Lo que resta son recuerdos, descripciones de las casas familiares y sus jardines, anécdotas de la infancia, de viajes en carroza por aquella Sicilia preterida a la Guerra Mundial que lo destruyó todo. Vemos ahí los mimbres con los que pergeñó El gatopardo.

Una recopilación imprescindible para los adoradores del gran señor que fue Lampedusa.