Jerez de García Salinas

Concha García sigue narrando su viaje a México. Un viaje repleto de sensaciones y de imágenes que resultan inolvidables, ya, para la poeta y para el lector. Puestos de limpiabotas tan decorados que llaman a lustrar el calzado, grupo de hombres que parecen colocados con tino para que sean parte del entorno y se les pueda contemplar... Un homenaje, poesía, un trayecto, una comida y, finalmente, una mirada al cielo que ruega al olvido que no se acerque

20 ene 2018 / 08:46 h - Actualizado: 19 ene 2018 / 09:14 h.
"Viajes","Poesía"
  • Teatro Hinojosa. / Foto Pasqual Borzell IIglesias
    Teatro Hinojosa. / Foto Pasqual Borzell IIglesias
  • Jerez de García Salinas
  • Jerez de García Salinas
  • Retratos. / Concha García
    Retratos. / Concha García
  • Jesús de Sampedro, Leticia Luna y López Velarde. / Concha García
    Jesús de Sampedro, Leticia Luna y López Velarde. / Concha García

Continuando con el pasado artículo sobre la ciudad mexicana de Zacatecas, quiero dar cuenta de un hermoso libro que he tenido la ocasión de leer por segunda vez Bajo las nubes de México, de Francisco Solano. Muchos libros necesitan de varias relecturas porque cada una de ellas abre diferentes percepciones. Es una lástima que tan buenos libros queden enterrados por el tiempo y las novedades de las grandes editoriales ocupen todo el lugar.

Jerez toma su topónimo de la andaluza Jerez de la Frontera, cuando los nombres arrastraban significados de otras lenguas: Xerez en árabe es el «lugar donde abundan los vegetales». A una media hora de Zacatecas, lo que primero que llama la atención es la arquitectura colonial. Es tan bello que parece que transites por un sueño. Pero no es así. En el entorno, hombres sentados fumando, y algún grupo de músicos tocando parecen estar allí para ser mirados; los puestos de limpiabotas son enormes y tan decorados que dan ganas de pedir que te lustren los zapatos. Un hombre sonríe, no parece afectarle que haya o no clientes, es mera suposición. En las paredes exteriores del teatro Hinojosa, hermosa construcción de finales del s. XIX, y en varios lugares más, había un cartel denunciando la desaparición de un joven. Pregunté y me dijeron que era adicto a la pasta de pegamento, muchos jóvenes la esnifan y con el tiempo quedan para el arrastre. Bajo la apariencia de aquella monumental población denominada «Pueblo mágico», se escondían dramas personales y colectivos relacionados con la pobreza y la corrupción. La mayoría de la población emigró a los Estados Unidos y uno de los activos económicos es el dinero que traen los emigrantes. Pude entrar en un bar con puertas batientes, casi todos eran así, y el dueño estaba solo, comiendo en un rincón de la barra, fue una manera de inmiscuirme en su intimidad y salí presurosa a mirar algunas tiendas de recuerdos, donde abundaban artesanías y dulces. Las sensaciones van a cuestas de nosotros, o nosotros somos sensaciones. Sentí que el hilo de la vida y la muerte no se quebraba en dos espacios y que los poetas que por allí andábamos no éramos tan diferentes de los grupos de turistas.

A Jerez fuimos para homenajear a un poeta español, García Montero, que fue compensado con loas a su obra en la sala del Cabildo, cuyas paredes exhibían los retratos a color de políticos insignes de la población. El regalo que le ofreció la municipalidad fue un diploma enmarcado con su nombre que daba cuenta de su excelencia poética. García Montero está sobradamente homenajeado en toda Latinoamérica y en España, lo que ahondó mi sospecha sobre las estrategias que utilizan algunos para triunfar, tan poco relacionadas con la poesía, y mucho más inclinadas a favorecer la visibilidad del poeta que se manifiesta mediante una serie de pensados y bien elaborados movimientos, lo que permite crear y afianzar toda una red.

Estábamos en la ciudad donde nació el poeta Nacional Ramón López Velarde autor de Suave Patria, poema que no pudo ver editado ya que murió con apenas 33 años de sífilis y bronconeumonía. Jerez conserva la casa natal del vate reconstruida hace unos años, preparada tecnológicamente para enterarte de los más íntimos detalles de sus primeros años de existencia: la cocina, el dormitorio, el salón, una máquina de coser con una tela bajo la aguja, como si alguien se hubiese ausentado un rato y fuese a continuar la tarea. En el museo puedes escuchar sus poemas, si así lo deseas, de manera interactiva. Casi todos nos fotografiamos junto a su estatua de bronce, junto al brocal del pozo en el patio de la casa. El mediodía se abría con un cielo azul inmenso. El olor a tortas de maíz se repetía mientras observaba el fondo de la calle que se lo tragaba una lejanía de tierras sin árboles. Me acerqué para hablar con Carmen Nozal, corrijo el apellido que apareció en el artículo anterior, que no es Maza-. Coordinadora de prensa de la Casa del Poeta en Colonia Roma. Mixtura entre mexicana y española, su charla amena me recordó que las identidades nacionales son innecesarias y que los poetas que al morir simbolizan el espíritu de un país, casi siempre es gracias a opciones políticas. Una consecuencia histórica que salvaguardará del tiempo –en el imaginario- la memoria del territorio. ¿Hay poetas nacionales mujeres? Me pregunté. En México ninguna poeta lo es, aunque haya muchas, como Leticia Luna, Coral Bracho, Elsa Cross, María Baranda, Rocío Cerón, Rosario Castellano, Mari Cruz Patiño...

Cuando entré en el autobús que nos llevaría de nuevo a la Ciudad de México, vi el diploma enmarcado sobre el primer asiento, el tamaño no era ideal para transportarlo en un avión, ignoro el destino final del mismo. Paramos en un restaurante lleno de grandes calderos donde cocinaban carne de cerdo. La carne era removida por grandes palas. Con gran habilidad trinchaban en el interior el pedazo elegido en largas mesas rectangulares. Un retrato grande de una representación de Jesucristo, rodeado de botes de salsas, me fascinó mucho más que los previsibles versos de algunos vates. Miré el cielo, no quería borrar de mi memoria nada de todo aquello.

«Los puestos de limpiabotas son enormes y tan decorados que dan ganas de pedir que te lustren los zapatos». / Concha García

«Hombres sentados fumando, y algún grupo de músicos tocando parecen estar allí para ser mirados». / Concha García