José Luis Barcía (en sombra). Expresionismo callejero

La Real Sociedad Fotográfica de Madrid acoge estos días una exposición de excepción, la de uno de los primeros ‘instagrammers’ que ha conseguido acercar los clásicos de la fotografía y el cine a jóvenes que no saben qué hacer con sus ‘smartphones’

03 nov 2015 / 20:34 h - Actualizado: 03 nov 2015 / 20:35 h.
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  • ‘Scratching the surface’, de José Luis Barcía Fernández.
    ‘Scratching the surface’, de José Luis Barcía Fernández.
  • Un auténtico ejemplo de las tendencias del artista.
    Un auténtico ejemplo de las tendencias del artista. Daniel González Irala

La diferencia básica entre luz clave baja y alta, a pesar de que se practicó antes en fotografía que en cine, nos la da las referencias de las películas clásicas de Hollywood de los años 30 y 40. Se llamaba por entonces luz clave baja al modo en que iluminaban los operadores de las screw-ball comedy más conocidas (La fiera de mi niña o Historias de Filafelfia, son dos ejemplos claros de ello), una iluminación con pocos contrastes, brillante e ideal para ser impresa en papel de brillo. Por el contrario, la luz clave alta (cuyo máximo exponente está en El gabinete del doctor Caligari, de Robert Wiene) jugaba con altos y marcados contrastes que acentuaban la existencia de unos decorados concebidos desde las aristas y los picos, más que desde la voluptuosidad y el deseo de mostrar caras agradables y composiciones basadas en el actor o actriz en los primeros planos.

José Luis Barcía, asturiano de 38 años, químico de profesión, era hasta hace poco un instagrammer más. Su investigación sobre la luz clave alta le ha hecho recientemente cosechar premios virtuales y reales, llegando a presentar su portfolio (en total veinticinco imágenes capturadas con la lente de sus sucesivos smartphones) a más de cincuenta concursos de fotografía y artes digitales. El resultado no sólo cubre objetivos sino que logra asemejarse con gran veracidad al proceso químico sensible de los por entonces fotógrafos y directores u operadores de antaño; a pesar de que el proceso ahora es más físico que químico.

En una entrevista publicada en internet, nos habla de las apps que más utiliza y a ella les remito a pesar de que los que no dominen la lengua de Shakespeare lo tendrán más complicado. El caso es que Barcía por fin parece haber alcanzado el sueño de exponer y así lo atestigua la muestra que desde el pasado 22 de octubre y hasta el 17 de noviembre acoge la Real Sociedad Fotográfica de Madrid, institución y lugar de encuentro de personas interesadas en el medio, situada en la calle Tres Peces, de Madrid, en el corazón del barrio de Lavapiés; institución por otro lado que vio nacer, allá por los lejanos 80, a artistas de la talla de Chema Madoz.

El arco temporal para tanta atemporalidad va desde el año 2012 al actual 2015, combinando la tecnología ofrecida por Apple (iPhone 4, 5s y 6) con la de Android (Samsung Galaxy K Zoom) y mostrando una tremenda y marcada originalidad en la utilización de los recursos expresivos.

De esta forma, en el fotomontaje llamado Postcards from 1953 superpone un modelo de espaldas sombreado con alto contraste, siendo el fondo el polémico Edificio España; en The loss se nos muestra sobre fondo blanco y trabajando con el volumen de la espalda del modelo, la ligereza por la que se escapa un globo de las manos. Tiempo es un ejemplo de distorsión con ojo de pez (gracias a la tecnología Ollipop), que recuerda a las imágenes tomadas por Greg Tolland para Orson Welles; Daydream, disparada en Estambul, es una fotografía que recuerda la brillantez de tonos de Rebeca, conseguida esta vez desde la sombra del enrejado de una ventana sobre una figura indefinida de mujer con collares. 5 Minutos alone, es un posado realizado en Pola de Siero, su localidad natal donde se nos muestran dos haces diagonales de luz sobre la silueta en negro de un hombre con sombrero. Disparada en Atocha, John Doe consigue el difícil efecto de, con un importante ventanal de luz jugar con la figura y su sombra proyectada sobre el suelo en un entorno o interior de edificio que suponemos impersonal. También obtenida en Atocha, Buscaminas muestra una visión casi aérea de una señalización sobre la calzada, esta imagen tiene una intención quizás paródica, en tanto en cuanto notamos cierta gestualidad en el modelo. Milimétricamente conseguida es 7 Inviernos 7, desde la geometría distante del modelo (quizás un colegial encerrado entre una escalera que baja y otra que sube); en Cuchillo continente y contenido presagian sentidos nada idílicos al mostrar sólo de medio cuerpo a un anciano en calzoncillos. En Marcapasos se muestra desde otra vista semi aérea la necesidad de jugar con los colores primarios desde un homenaje al blanco y negro, siendo LN un intento nada fallido sobre lo que parece un posado en escorzo de una figura en tres cuartos de la que sólo observamos el sofisticado juego de luces sobre el sombrero, alcanzando una irrealidad muy difícil de conseguir.

Son dos las fotografías seleccionadas cuando Barcía quiso retratar el Monumento al Holocausto berlinés; de un lado Vendiagram, donde un paraguas a lunares protege de los escondites más siniestros; y Resurface en que bajo el cúmulo de piedras que todos imaginamos lo que significan, vemos el sombrero de un turista que sugiere toda una idea de nazismo como actual lugar de vacaciones.

Destacar por último el gusto de Barcía por la arquitectura no sólo desde las sombras y su origen sino desde la elección de formas caprichosas, casi siempre enconadas, aunque no por necesidad, y su gusto por las texturas insólitas. En Leather wings, por ejemplo, consigue anteponer lo líquido y oscuro a lo lúdico y aburrido; en Zebra juega con el efecto de niebla consiguiendo aislar la figura y creando un efecto fantasmal.

También es de justicia decir que sus tres imágenes en color le hacen ser un fotógrafo honesto con su modo de iluminar (Backside disaster, backside revert) y de concebir esa altura desde la que retrata la condición humana (Villa del Refugio).