Juan Goytisolo: Tríptico del mal

Yacerá frente al océano, en el evocador cementerio español de Larache, cercano a su admirado Jean Genet. Una hermosa metáfora para un hombre que no quiso pertenecer a nada, ni a nadie. Allí vivirá para siempre. Escritor, y concienciado articulista, le recordaremos con agradecimiento por la serie documental que guionizó y presentó para Televisión Española, «Alquibla», un espacio referencial para comprender los matices del universo islámico.

10 jun 2017 / 12:49 h - Actualizado: 07 jun 2017 / 18:01 h.
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  • Juan Goytisolo. / Alchetron © 2017
    Juan Goytisolo. / Alchetron © 2017

No sería justo con un escritor que pagó con el apartamiento y la censura su lucha por derribar los tópicos, que encasilláramos su obra en sitio alguno, pero los estudiosos de la literatura sitúan a Juan Goytisolo dentro del movimiento experimentalista. Ha de entenderse aquí la experimentación como meta y como voluntad, más que como búsqueda.

El «Tríptico del Mal» es una lectura imprescindible para entender la literatura española contemporánea y escrutar nuestra historia reciente. A pesar de que en algunos momentos puede ser agotadora, es una lectura placentera por el dominio que el escritor ejerce sobre el vocabulario y la construcción del lenguaje, que parece chorrear, como un fluido orgánico, desde su cerebro.

«Señas de identidad» es un retrato de España y un descubrimiento del Sur, que no deja de tener vigencia por el hecho de que hoy lo podamos aplicar a otros países, (si es que existen los países) a otros sures, puesto que esas señas siguen existiendo y las reconocemos (a lo mejor en otros, nuevamente) y por eso tenemos la obligación de recuperarlas.

Podría concluirse de estas reflexiones sobre lo leído que es una novela excesivamente profunda, tediosa, y pesada. No.

Todos conocemos la capacidad de banalización que tiene la repetición, de los actos, de los estilos o del lenguaje, por eso es muy importante vaciar la conciencia, en lo posible, antes de recuperar ciertos pensamientos construidos con palabras, para que recuperen su valor. Memoria histórica. En eso se convierten los suficientes hechos biográficos de Álvaro Mendiola -entrecruzados con crónicas, declaraciones, atestados, experimentación con el lenguaje- con los que los narradores componen estas «señas de identidad».

Histórica, en cuanto que perteneciente a un imaginario colectivo y a un proceso en el tiempo. Memoria porque no es absoluta sino desigual, desordenada, consciente de sus limitaciones; porque recuerda todo y a todos, aunque solo bajo ciertas luces, pero juzga desde las actitudes y los hechos, intentando comprender; porque se pone en marcha con la intención de recuperar, resolver y clausurar. No sé si piensan en esto los que juntan tristemente estas dos palabras en los diarios, en los parlamentos, en las conversaciones. Lo dudo. Quien sí reflexionó sobre ello con profundidad fue Juan Goytisolo, y es sorprendente que la elaboración literaria de esta reflexión -puesta en la orden del día- se publicara en 1966.

Porque están en el libro la construcción de «españa» como idea, el espíritu de una transición económica y moral hacia otra parte; la descripción del exilio político, que no por ser exilio deja de ser estrecho y mezquino; el intelectual, siempre cínico e hipócrita; el emigrante, con su carga desagradable de pobreza y atavismo que hoy (pero solo hoy) es otro, y (precisamente por eso) deja de serlo; el turismo como un acto insensato, patético y embrutecedor; la destrucción del territorio concebida como desarrollo (de nada, desarrollo en sí mismo, como abstracción); la corrupción; los tópicos, propios y ajenos.

«Reivindicación del Conde don Julián» se publicó en 1970, y supuso un revulsivo para la anquilosada literatura del tardofranquismo.

Juan Goytisolo lo escribió con una clara intención de subvertir el lenguaje y la expresión, usando sistemas de puntuación novedosos, alternando diferentes historias, y alterando los espacios físico y temporal en los que se mueven sus personajes. Cita textos de otros autores, los modifica, abusa de las imágenes, de la reiteración, de las descripciones por acumulación. Todo ello es característico del experimentalismo que revolvió las letras españolas de la época. El texto requiere una lectura concentrada y atenta, a las referencias y a las claves, porque utiliza un esquema desestructurado y poético, cercano al impresionismo.

Es, por supuesto, una novela política de dura crítica social; curiosamente la sociedad a la que disecciona está fuera, enfrente, amenazante y amenazada; atisbada desde un Tánger real pero ilusorio, contrario a todo imaginario de lo exótico. Sin conocer nada de su autor sabríamos que es una novela de exilio, no necesariamente físico, sino mental y moral.

El argumento se cierra, circular, durante un día en la vida de su protagonista, un deambular topográfico, que da lugar a un laberinto de palabras, que forman secuencias de acción casi cinematográficas.

Don Julián (recordemos que en las mitologías ibéricas es el personaje que facilitó la invasión musulmana de la península) aparece aquí –más deseado que recreado- como el disidente, el traidor evocado y reivindicado; reclamado; porque el tema profundo de la novela es el placer de la traición a la Patria y de su destrucción, cuando ésta es lo «que nos identifica, que nos define: que nos convierte, sin quererlo, en portavoces de algo que nos da una etiqueta y nos fabrica una máscara: ¿qué patria? todas: las del pasado, las del presente y las del futuro: las grandes y las chicas, las poderosas, las miserables».

El libro fue, por todo esto (idea, forma, posicionamiento) un texto lúcido, valiente y moderno en el momento de su publicación; y lo es hoy igual que entonces.

Porque una de esas patrias (pero hay otras) era la España del desarrollismo narcótico, de la sociedad anestesiada por la ilusión del bienestar, que Goytisolo intuye en su ficción como una amenaza en sí misma para el progreso, y que debe ser arrasada por sus más ancestrales temores y terrores. Violada.

El final es metafórico y sexual, violento, lúbrico; uno de los escándalos que toda época necesita para avanzar.

«Juan sin tierra» sin herencia sin territorios Juan errante como judío maldito literario re-corredor del mundo : destructor del lenguaje : mil novecientos setenta y cinco : ogro de la literatura : deconstructor : termina porque termina poniendo punto final a su «aleatoria inspiración» erigiéndose en crítico y escamoteándose de los juicios ignorantes : hurtándose : recordemos que el inquilino de El Pardo terminaba su proceso de putrefacción : mil trescientos noventa y cinco : asociaciones de ideas que planean y plantean un viaje : el mundo tropical de unos ancestros de herencia envenenada : el mundo de los árabes que es el desierto : el mundo de los árabes que no es el desierto : Nubia : Estambul : Gardahïa : una raza maldita de fornicadores y herejes que emerge de la hoja en blanco : «imponiendo su existencia física en el papel gracias a una suntuosa proliferación de signos» : viajes del cuerpo y de la mente : alucinación consciente : Lawrence de Arabia : Cavafis : Anselm Turmeda : Michel de Foucauld : Ebeh : rabia : anarquía : transgresión : mundo de palabras : vómito sobre el orden establecido la familia la procreación la sociedad bienpensante : sacrilegio provocación nausea : «voluntad de extraviar al futuro lector» con consecuencias : lectores que se niegan a definir encorsetar la lección bien aprendida : lo escatológico lo podrido lo grotesco lo anal : la lección de historia sobre el proceso de escribir : la catarsis : la escritura como alegoría sexual : la palabra como metáfora sensual : fragmentación de un todo interconectado : escritor personaje escritor.

Las tres novelas pueden formar un todo literario que se lee sin solución de continuidad, aun cuando se extinguen en sí mismas si se consideran de manera autónoma, e incluso fragmentaria.

Algunos de los temas globales son la subversión, la denuncia del régimen político español, sustentado sobre la cobardía interna y la hipocresía del exterior, el rechazo a toda idea identitaria y la definición del escritor -expresada y encubierta- como referente necesario e insobornable.

La última está menos cohesionada que las otras dos, pero en cambio proyecta claves interesantes para la interpretación del conjunto, sobre todo en la recreación metaliteraria de las figuras del narrador y del personaje.