Juan Perro, un trovador del Misisipi de lengua Zulú

El pasado sábado en el Teatro Municipal de Arahal, Santiago Auserón no defraudó a un público entregado, desde antes de entrar. Ofreció dos horas plenas de un concierto que significó un viaje por distintas tierras, épocas y distintos mundos

13 may 2015 / 19:28 h - Actualizado: 14 may 2015 / 13:50 h.
"Entrevista - Aladar"
  • Santiago Auserón fue vocalista de Radio Futura en los años 90. / El Correo
    Santiago Auserón fue vocalista de Radio Futura en los años 90. / El Correo Gracia Elena Miranda

A los cinco años, ¿mi canción? Escuela de calor. No paraba de pedirle a mi tío, cuando me llevaba en el coche, que la pusiera otra vez. Por eso, que Santiago Auserón, vocalista del grupo que fue, Radio Futura, viniese al teatro de mi pueblo, que me prestara su tiempo para una charla y que pudiera verle actuar después, lo consideraba un privilegio.

Santiago es un caballero, respetuoso con sus fans y un señor cariñoso. Prefiere sentirse acompañado por su banda y cuando vienen por aquí abajo, tener como artista invitado a Raimundo Amador, al que decía en los ensayos: «que no digo que te sientes, sino que te sientas cómodo». Y le colocaba bien la silla como muestra de su excelsa educación. Su estilo es ése, procurar que la gente se sienta cómoda.

¿Tiene algo que ver el espectáculo de esta noche con el que ofreció en Nocturama hace un par de años?

—La primera novedad que presenta el espectáculo es la incorporación de un extraordinario clarinetista-saxofonista, Gabriel Amargant, y nos apetecía echar un viento encima a las guitarras, juegos armónicos más completos para encontrar paisajes novedosos y dejar que las canciones se reinventen. Hoy mismo, vamos a estrenar Agua de limón. No la hemos tocado nunca en directo, ni ensayado.

En el escenario contaría la historia que había detrás de esta canción que surgió de la noche anterior con Raimundo, en La Caja Negra. Le preguntó Santiago, ¿tú que bebes? Y éste contestó: ¿yo? Una agüita de limón. Auserón es uno de esos músicos en extinción que dan más de lo imposible en el escenario, lo llena de lugares como Tijuana, Nueva Orleans, el Misisipi más añejo, Nápoles, Cuba, al son de jazz, blues y boleros, al tiempo de contar y cantar fábulas e historias surrealistas y anécdotas de su vida que compartió con Compay Segundo o soñó compartir con Louis Armstrong.

Según tu criterio, ¿cómo se consigue dejar una buena huella sonora?

—Yo creo que no puede uno pretender dejarla. Para mí la huella es más por la que yo tengo que guiarme, la que dejaron los ancestros que estuvieron antes. Trato de buscar sonoridades, a las que adherirme.

Mucho blues...

—Bastante blues, sí. Desde la infancia, he estado educado en el blues y en el rock and roll. Mi oficio me ha llevado a tratar de traducir esta influencia.

Musicalmente, ¿está dónde esperaba?

—[Carraspea y respira hondo]. A nivel de calidad, sí. Tengo la fortuna de trabajar con gente, que me supera con creces y cada vez que salgo al escenario es una aventura de conocimiento porque me hace pensar. La vida me está tratando muy bien en ese sentido. En cuanto a la escritura, pues hay canciones con las que aún no estoy satisfecho». Como buen filósofo, ¿no? Y acabamos adentrándonos en su faceta academicista.

¿Como profesor no se ve?

—Bueno, cada vez que sube al escenario algo hay de este rol [ríe]. Claro, es para mí algo natural. Cuando acabé la carrera, me fui a París a hacer un curso con Gilles Deleuze y seguía a los pensadores de la época, a Lyotard, a Sartre –y estos nombres los pronunciaba en francés– a Foucault no, porque era tan difícil asistir a su clase, empezaba a las 9 de la mañana y había gente esperando para entrar desde las 5.30.

Me comentó antes que acaba de presentar la tesis.

—A mí me tocó hacer dos tesinas y dos veces el doctorado. En el 97 quería seguir estudiando Filosofía, porque cuando me metí en Radio Futura mi vida dio un giro radical, cosa que me encanta porque el oficio musical es hermosísimo y además tienes algo en qué pensar. Porque ser filósofo... me decía, y ahora en qué pienso, a qué me dedico. Yo creo que es bueno para un filósofo tener otra dedicación laboral, periodista, obrero de la construcción o panadero, algo que te haga luchar por la vida.

¿Hay que seguir siendo inconformista para poder crear cosas nuevas?

—Sí. Para poder sobrevivir. Para envejecer con un poco de dignidad. La Filosofía para mí es una ayuda en ese sentido, para llevar la profesión de cantor popular sin convertirme en un esclavo del negocio.

Da la impresión, cuando una asiste a sus conciertos, que le inspira todo.

—Si seguimos con la Filosofía, ahora con la tesis he estudiado, sobre la música griega antigua y su papel dentro de la Filosofía. Me he convertido en un fanático de los presocráticos y de los poetas de la lírica, como Safo.

¿Cómo va la gira?

—Estamos empezando con el trío. Ésta es nuestra tercera actuación. Y esta semana inauguramos el septeto, en la Fiestas de San Isidro de Madrid y vamos a ver cómo va.

—¿Cómo es trabajar con Raimundo?

—Raimundo es un hombre como los de antes. Es como un hermano. Tenemos amistad desde hace muchísimos años, desde Pata Negra. Cada vez que nos acercamos a Sevilla rara es la vez en la que no quedamos y, en fin, se apunta a un bombardeo. Y me pregunta ¿qué guitarra quieres que te lleve? Tiene una colección de guitarras de película. Envidiable desde todos los puntos de vista. Y siempre se trae un caramelito, alguna cosita de los años 60. La verdad que nos lo pasamos muy bien.

¿En qué situación se encuentran los espacios musicales?

—Digamos que la contratación pública por parte de los ayuntamientos está endeudada, pero esto ha sido también por la nefasta labor de algunos, por la connivencia de algunos agentes de artistas, que han subido los cachés de una manera irresponsable. Y como a estos les interesa llevarse una comisión más grande y, entre los artistas que salen en los concursos y en las radio-fórmulas, que lo que hacen es aumentar los cachés de una manera desproporcionada, eso ha creado una deuda tremenda para la cultura y para los que venimos detrás hueco no hay y para las nuevas generaciones no hay sitio. Es un país que está corrompido por la crápula. Tanto en la construcción, como en lo musical y tenemos que cambiar esto porque si no, las nuevas generaciones no van a tener sitio.

He visto en los ensayos que diriges el cotarro, pero siempre proponiendo ¿y por qué no lo hacemos un poco novedoso así, con el swing de antes, ahí, ¡bam! Todos entráis ahí, un, dos tres, sí...?

—Parto de una intuición y la sugiero y cuando veo que engancha ya voy sacando consecuencias de ello.

¿Y cuándo dice «ahora va bien»?

—Cuando empieza a estar todo estable, a sostenerse el vehículo. Me gusta mucho la improvisación. El riesgo artístico es un juego muy divertido y la gente cuando tú te arriesgas es como si pusiera las piezas del puzle. Que se metan en la jugada es lo más importante.

Acabé preguntándole, bueno, ¿y tú cómo estás? ¿bien, estupendamente, no? Dubitativo, como si fuera un crío, mira hacia abajo suspirando y resuelve con un: «sí, cumpliendo años». Como todo el mundo, le contesté. Y menos mal, ¿no? Y asentía resignado, pero inconforme, con una adrenalina envidiable que transpiraban sus ojos y la mueca de su alegría. Alegres, así salimos esa noche de primavera con huellas sonoras por todas partes, bailando guarachas y cantando «abre la puerta Dolores». Felices.