La culpabilidad a examen
Pentación Espectáculos, El Cuervo y Txalo traen a Sevilla «Oleanna», uno de los textos más controvertidos del dramaturgo norteamericano David Mamet, interpretado con brillantez por Fernando Guillén Cuervo y Natalia Sánchez. Los espectadores sevillanos pueden reflexionar sobre lo que separa la inocencia de la culpa
La primera incursión del Premio Pulitzer David Mamet en España tuvo lugar en el Teatro Alfil de Madrid en febrero de 1990. Por aquel entonces el dramaturgo y director Fermín Cabal se atrevió con El búfalo americano, una obra estrenada en 1975 en el Goodman Theatre de Chicago que, tras su adaptación a nuestros escenarios, cosechó numerosos halagos, inaugurando el repertorio de adaptaciones que llegarían en los años siguientes. Por cierto que American Buffalo es la obra con la que Mamet fue plenamente reconocido como dramaturgo y la que la mayoría de la crítica sigue considerando todavía hoy como su mejor obra. Mucho más notorio, convulso y polémico fue, sin embargo, el siguiente estreno, Edmond, producido por el Centro Dramático Nacional (CDN) diez meses después de la propuesta de Cabal, dirigido por María Ruiz y con Javier Gurruchaga de protagonista. Un ejercicio que llegó a provocar tal disgusto en los espectadores que estos llegaron a ‘patear’ el suelo al final de la representación. Sin embargo, dejando atrás esa anécdota —en Barcelona no tuvo mejor acogida—, Edmond ha sido curiosamente «uno de sus textos más representados en nuestros escenarios a lo largo de los años, aunque en gran medida en espacios alternativos o en el ámbito universitario», como nos recuerda la profesora Ana Fernández-Caparrós. Con esto queremos decir que la recepción española de las obras de Mamet, al igual que ocurre en Estados Unidos, son completamente imprevisibles, de ahí su fuerte poder de atracción y su contemporaneidad.
Tras los dictados de Stanislavski
Nacido en Chicago en 1947, David Mamet se licenció en el Goddard College de Vermont, donde fue artista-residente a principio de los años setenta. Más tarde pasó a Nueva York, donde Sanford Meisner —uno de los tres fundadores del mítico Group Theatre, junto a Harold Clurman y Lee Strasberg— enseñaba un método de interpretación basado en Stanislavski. De este modo, el joven aspirante a dramaturgo cuyo primer contacto con las tablas tuvo lugar en la comedia de improvisación, entró en el oficio por la puerta grande, emparentándose con ilustres pupilos de Meisner como Grace Kelly, Robert Duvall o Jeff Bridges. Por cierto que el propio Meisner sería uno de los primeros docentes del Actor’s Studio, creado años después por su antiguo compañero del Group Elia Kazan. Las primeras obras de David Mamet, Variaciones sobre el pato y Perversidad sexual en Chicago (Premio Jefferson Award) fueron producidas en el Off-Broadway en 1975, otorgándole, casi de inmediato, una gran reputación como escritor del «nuevo realismo». La estética oscura y las connotaciones antisociales se convirtieron en su sello a partir de entonces, permitiéndole dar el salto a Londres y aupándolo hasta los primeros puestos de la cartelera. Por cierto que en la capital del Reino Unido Mamet logró uno de sus éxitos más clamorosos en 1983. Bajo el título Glengarry Glen Ross puso en pie una extraña historia sobre agentes inmobiliarios de Chicago que le valió el Premio Pulitzer en 1984, adaptándose posteriormente al cine con Jack Lemmon y Al Pacino.
Un texto controvertido
Si por algo destaca el teatro de David Mamet es por su acertado uso del lenguaje coloquial, el cual le sirve para transgredir los planteamientos meramente realistas. De esta forma, la mayor parte de sus propuestas suelen incluir personajes corrientes o marginados, a los que añade una pizca de humor y un puñado de dramatismo. Heredero de Harold Pinter y Samuel Beckett, su estilo refleja el comportamiento desarticulado y violento de la clase media-baja de la que él procede. Ahí reside quizás el éxito de sus propuestas; al poseer un aire tan moderno y tratar temas universales —estos ahondan principalmente en el voluble espíritu humano— el espectador se identifica rápidamente con ellas. Es el caso de Oleanna, un relato cuyo título se basa en una canción de Pete Seeger sobre un destino utópico y al que su argumento hace revolverse al público en sus asientos. Producida por Pentación y con la dirección de Luis Luque, esta adaptación de Juan V. Martínez Luciano no es la primera que se estrena en España. Antes se pusieron en marcha otras tres versiones, como la de Manuel de Benito de 2011, con José Coronado e Irene Escolar de protagonistas. En este caso la tarea de dar vida a Carol, la alumna que acude al despacho de su profesor para que este le revise la nota, recae en la actriz Natalia Sánchez, conocida por sus papeles en las series de televisión «Los Serrano» o «Amar en tiempos revueltos», mientras que el docente está interpretado por Fernando Guillén Cuervo, actor con una sólida carrera a sus espaldas. Ambos son los responsables de sostener un complicado espectáculo en el que se tratan temas candentes del mundo universitario como el derecho a la educación superior, la percepción de la autoridad o el papel de dicha formación en el futuro de las personas. Teniendo en cuenta que el libreto original vio la luz en un contexto agitado —a principios de los noventa toda América asistía atónita al juicio de Clarence Thomas, juez candidato al Tribunal Supremo de los Estados Unidos, denunciado por acoso sexual a una profesora universitaria — no podía por menos que esperarse una reacción adversa, especialmente por parte del sector feminista, que acusó a Mamet de misógino y machista. Pese a sus esfuerzos por explicarse (el dramaturgo sostenía que su texto había sido escrito meses antes del caso) las críticas le acompañaron durante meses. Sin embargo, al igual que ocurriera con Edmond, el tiempo puso las cosas en su sitio, posibilitando que Oleanna volviese a resurgir con fuerza e incluso adaptarse al séptimo arte en 1994 —William H. Macy y Debra Eisenstadt fueron los actores elegidos para la ocasión—. En el caso de la producción española, cuya escenografía e iluminación corren a cargo de Mónica Boromello y Juan Gómez Cornejo respectivamente, los mayores logros residen en el paulatino ascenso de la ‘débil’ protagonista frente al poder representando por su profesor, así como la creación de la atmósfera, por momentos fría y en otros angustiosa. Un combate dialéctico genialmente planteado por Sánchez y Guillén Cuervo que en el momento actual (con Harvey Weinstein y el fenómeno #metoo en boca de todos) nos obliga a tomar parte casi sin darnos cuenta. De este modo, al igual que hace un cuarto de siglo los americanos se enfrentaban a sus propios prejuicios en una etapa convulsa de su historia, los espectadores sevillanos tienen la posibilidad de reflexionar sobre la delgada línea que separa la inocencia de la culpabilidad, mientras abandonan la sala en busca de su propia Oleanna.