La luz de las palabras

María Graciani García es comunicadora. Lleva toda su vida intentando explicar la zona más amable de la realidad de las empresas a través del lenguaje. Jugando con él, inventando juegos de palabras que ayuden a no olvidar lo fundamental. Acaba de publicar su nuevo libro, ‘Calpe Diem, la CALidad PErsonal DIrige la EMpresa’. Convencida de lo que hace, ha logrado un hueco importante a base de trabajo y de entusiasmo. Solo alguien apasionado con lo que hace es capaz de conseguir algo así

01 jul 2017 / 12:59 h - Actualizado: 30 jun 2017 / 14:14 h.
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  • María Graciani. / El Correo
    María Graciani. / El Correo
  • Portada de Calpe Diem, la CALidad PErsonal DIrige la EMpresa. / El Correo
    Portada de Calpe Diem, la CALidad PErsonal DIrige la EMpresa. / El Correo

Desde hace unos días, el sol parece salir detrás de la lente de una lupa que concentra su fuerza justo sobre Sevilla. El calor asfixiante encierra a las personas en las casas hasta que el sol concede una tregua. Leve aunque tan necesaria como reconfortante.

Me encuentro con María Graciani, escritora de narrativa empresarial y conferenciante. Cuando no sumaba los mismos años que ahora (son pocos) se la llegó a conocer como «la niña prodigio del management». No deja de sonreír. Y cuando digo que no deja de sonreír quiero decir exactamente eso. Ni un solo gesto de María aparece huérfano de sonrisa. María juega con las palabras. Las rompe, pega sílabas buscando acrónimos, las barniza con un significado u otro, las deja que cubran el espacio cuando caen como un manto con el que se puede arropar el que quiera participar del universo que ha trazado. Comenzó a publicar en 2012 y acaba de editar su sexto libro. Confiesa que le gusta mucho todo lo que se publica en formato papel.

«Mi padre es bibliófilo y sigue comprando ediciones de libros que ya tiene. Cuando le pregunto por qué lo hace, me suele decir que huela esa edición, que toque las páginas para sentir un tacto especial... Y, desde muy pequeñita, me acostumbre a eso y sigo manteniendo el gusto por ello. El disfrute es mayor».

Le pido que me explique de dónde le llega esa pasión por la escritura, por el emprendimiento, por el lenguaje.

«Con once años descubrí los libros de mi padre. Él estaba muy integrado en el emprendimiento de la época y tenía muchos ejemplares de libros sobre cómo afrontar los problemas personales dentro de una empresa, cómo buscar soluciones a los problemas cotidianos... Autores como Tom Peters o Peter F. Drucker me llegaban en forma de libros. Y me iba apuntando en cuadernos lo que me iba gustando más, unos cuadernos que me traía mi padre. Algunos me parecían espantosos (ya sé que una niña de once años tiene un criterio poco formado, pero la intuición infantil funcionaba de alguna manera) y otros me apasionaban. Me encantaba pensar en la idea de poder ir a una conferencia de estos señores. Les escribía felicitándoles. Pero nunca nadie me contestó. Por eso, en mis libros, siempre dejo una dirección o una pista sobre cómo ponerse en contacto conmigo».

No termino de entender qué es lo que le puede llamar la atención, a una niña de once o doce años, del contenido de libros sobre la empresa, los emprendedores o una estructura de ventas. Y así se lo hago saber a María.

«Pues sí, había expresiones concretas que no alcanzaba a saber qué significaban, términos extraños que agarraba a mi modo y de los que intentaba descubrir su sentido. Debes saber que no soy la única. A las presentaciones de mis libros han acudido niños y niñas de once o doce años. No es tan raro que estas cosas ocurran. Por eso creo yo que hago un esfuerzo muy grande por ser cercana al escribir y al atender a mis lectores. Quiero usar un lenguaje sencillo, que la gente me entienda».

María habla moviendo las manos con rapidez. Quiere dar énfasis a lo que dice. Se apoya en la mirada. Recorre el espacio como si buscara puntos de anclaje para que las palabras y los gestos pudieran encontrar un acomodo y anclarse allí, sin perderse para siempre. Le pregunto sobre esa intención constante de inventar palabras, de trocear cada una de ellas para formar otras nuevas. Si el castellano es un idioma tan rico y tan capaz de ayudarnos a expresar lo que queremos decir, me interesa conocer el motivo por el que hace un esfuerzo tan grande buscando esas soluciones. Veo un posible problema de compensación entre forma y fondo. María se apresura a contestar y explicar lo que hace.

«Me encanta. Fue un juego en principio. Ahora, junto el indispensable mix de la DIVA (Directora del Valor), la DIVA que te cautiva; y la esencia y la presencia, el fondo y la forma. No solo soy escritora (eso es vocación y pasión). Mi vivir consiste en dar conferencias. Soy la Mary Poppins del mundo empresarial. Y para ello necesito organizar mi discurso de forma que llegue, que cautive, que apasione. Lo hago así desde siempre. Jugar con las palabras fue también una salida para avanzar en los estudios. Creaba frases divertidas para recordar contenidos y cosas parecidas. Los acrónimos me divertían y podían aplicarse. Y, además descubrí que podía ayudar a la gente. Mira, Gabriel, las obras de teatro que se hacían en el colegio tenían espacio para tres o cuatro alumnos aventajados. El resto eran los arbolitos, las naranjas o cualquier cosa que les tenía sin moverse sobre el escenario. Y decidí intervenir. Conseguí que todos tuvieran un papel porque todos salíamos con nuestras cartulinas. Todos tuvimos oportunidad de intervenir sin tener dotes para la interpretación. Y de ahí me viene esto de ser Hacertante (con hache) que significa hacer que el otro se sienta importante».

Me sorprende la cantidad de acrónimos que puede utilizar María. Si los escribiera aquí necesitaríamos un par de páginas más. Me interesa esa faceta de servicio ¿Qué es lo importante de ser un Hacertante?

«El objetivo es que guste lo que digo, que le brille los ojos al que escucha, que lo haga suyo. Es así como le sirve de ayuda. Busco mejorar la vida laboral y personal de mis lectores y de los que me escuchan. Pero tiene su parte más terrenal. No te voy a engañar. Mi madre me decía muchas veces que yo me ganaría la vida hablando. Me costaba trabajo entender aquello. Pensaba: ¿por hablar te pagan? ¡Si yo lo hago gratis! No me lo podía creer. Pero, mira, era verdad».

¿Ha sido un inconveniente ser joven y ser mujer para poder avanzar en el mundo empresarial?

«No siempre es fácil. A veces me da apuro decir a un señor de sesenta años que desde mi experiencia le voy a decir cómo mejorar. Y no siempre lo reciben con agrado. Pero, sin embargo, suele ocurrir que terminan diciendo: vaya, esta chica sabe de lo que habla. Es muy gratificante. Son muchos años buscando nutrirme a través de otros expertos, de lecturas, de cursos. Esto es mi pasión, Gabriel, mi forma de vida. Eso facilita mucho la labor de un profesional».

Y si no terminan de entender que una jovencita les puede aportar algo interesante ¿cómo lo resuelves?

«Una señora ha de serlo siempre aunque el que esté enfrente no tenga el título de caballero. No me interesan esos enfrentamientos, me aburren. La posibilidad de elegir mi actitud es absoluta y la aprovecho al máximo. La GETO (gente tóxica) mejor lejos o a una distancia que se pueda aguantar, que no sea peligrosa».

La conversación avanza sin problemas. María habla con fluidez, sin temor a decir inconvenientes porque habla con sinceridad y eso impide que pueda equivocar una expresión que pudiera parecer decir otra cosa distinta a la que quiere. Eso sí, tiene su GPS en modo On. El GPS es su particular Generador de Profesionales Solventes. Le hago un gesto con la mano y le pido que pulse y se ponga en modo Off.

«A ver, las personas son la base del éxito. Si queremos un producto extraordinario necesitamos personas extraordinarias. Y, si me apuras, el empresario más egoísta está obligado a cuidar de su gente. No hay otra forma de conseguir beneficios, de tener una empresa en condiciones. Las personas son lo fundamental. (Se me vuelve a poner en modo On). Las personas no dejan de ser la marca de lo que representan y si la experiencia es mala o regular con alguien que es, en ese momento, un detergente o una bebida, la otra parte va a relacionar esa sensación con el producto».

¿Para cuándo un curso a los empleados para que sepan cuidar de los jefes?

«Ya los doy. Se sorprenden mucho. Gefe (gestor de la felicidad) y Jefe (jodón eficaz de entornos) son dos figuras que no pueden funcionar sin que exista un acuerdo entre las partes. Es muy necesario que todos se entiendan y sepan qué es lo que quieren unos de otros».

Le digo a María que me gustan las personas, que creo en ese cuidado que nos debemos unos a otros, que en la empresa es algo que se echa en falta. Si nos gustásemos todo iría mejor, si cuidásemos unos de otros todo iría mejor.

Creo en el género humano en general. Sin matices, contesta María sin dejar de sonreír.

Ahora, sin utilizar acrónimos, definitivamente en modo off, hablamos de la familia, de las ausencias, de lo que representa la figura de un padre o una madre. María se detiene para contarme que no hace mucho ha perdido a la suya, que se siente pegada a su padre más que nunca. Comienzo a comprender que no bromea al decir que su forma de ver las cosas es esa que intenta trasladar a los demás cuando habla frente a ellos. Es positiva. No solo lo afirma. Lo es. Se aplica sus propias teorías cuando las cosas no van bien. Y eso es algo que dice mucho y bien de ella.

Alargamos la despedida mientras tomamos un refresco. Y aprovecha para entregarme un ejemplar de su último libro, Calpe Diem, la CALidad PErsonal DIrige la Empresa, un libro más que interesante en el que la filosofía de María Graciani se plasma de forma evidente. María me dice que firmará ejemplares el próximo 5 de Julio a las 19:00h en la FNAC (Avda. de La Constitución). Es un libro lleno de consejos, de acrónimos (por supuesto), pero me gusta una característica del texto: se ordenan ideas que todos tenemos en la cabeza y no sabemos cómo ni dónde ubicar al no estar definidas con exactitud. Para muestra un botón: «Las promesas difieren del propósito en que estas parten de un deseo temporal mientras que el propósito es una convicción vital; la promesa es algo que le haces a alguien, es decir, parte de una motivación exterior; el propósito es algo que parte de ti mismo, esto es, se trata de una motivación interior, mucho más potente que la anterior. Las promesas se suelen formular en el futuro –es algo que siempre vamos postergando: ‘ya lo haré...’-, el propósito se conjuga en presente porque es algo que estamos deseando hacer, que nos motiva e ilusiona. Una promesa es una obligación, un propósito es una convicción».

Merece la pena echar un vistazo a lo que escribe. Porque su escritura desprende mucho de lo que ella es. Luz.