¿Cómo es el viaje del punk a la música experimental? Para Ignacio Córdoba el proceso, la evolución, es tan natural que hasta le cuesta ponerle palabras. «Empecé tocando la guitarra con 13 años por hacer algo, luego me curtí durante muchos años en bandas punk, estudié cine y poco a poco empezó a surgir el proyecto en solitario de Fuego, más centrado en el noise; ahora soy simplemente Ignacio Córdoba. Mi formación es autodidacta», cuenta exponiendo sus credenciales. Hace unas semanas fue invitado a tocar en Sevilla por el colectivo Improvisarios. Estos días se encuentra de gira a caballo entre Holanda y Alemania; le aguardan en Polonia, y vive en Copenhague, donde estudia música en el Rhythmic Music Conservatory.
Córdoba abraza la improvisación y toca actualmente parapetado tras su instrumento, al que da el misterioso y sencillo nombre de «caja» y que, avisa, se trata de un aparato que no fue concebido con intencionalidad musical. Sus sonidos evocan a los compositores electroacústicos, se piensa en Pierre Henry, Eliane Radigue, quizás hasta Jérôme Noetinger, pero él reconoce no sentirse preocupado por pertenecer a una tradición u otra. «Cuando eres joven siempre piensas que lo que haces es rupturista, pero hoy sé que bebo de fuentes musicales que tienen décadas de tradición». También es consciente de que el punk queda en él «más como una actitud vital» que como un «resultado sonoro». «La música es la que manda siempre, nunca yo», dice lacónicamente.
A Córdoba no le gusta ponerle nombres a las cosas, quizás por puro pudor personal. «Cuando toco no me gusta pensar que estoy improvisando; creo que lo hago es componer en el momento», dirá, valorando también la experiencia del concierto, la idea de compartir con el público en espacios habitualmente reducidos, los del ambiente sonido underground.
Su música, electrónica, abstracta y con escasos asideros rítmicos, proviene de la caja, pero también está experimentando con loops de cinta. «La cuestión es que a mí el instrumento no me parece importante, ni yo como músico soy especialmente relevante, lo fundamental es la gente que te escucha y el momento compartido que se crea. Yo no soy músico, hago esto igual que voy a comprar el pan, de una forma natural. Las personas necesitamos de estas experiencias artísticas para vivir, y yo pongo mi granito de arena», reflexiona.
Su militancia punk es notable también en su comodidad en ciertos márgenes. «No quiero convertir lo que hago en algo profesional, la música no es un bar o una oficina. Yo llevo currando toda la vida de un millón de cosas para buscarme la vida porque mis orígenes son humildes, por eso sé donde quiero que el dinero interfiera en mi vida y dónde no», explica. Mientras que el nombre de Ignacio Córdoba continúa imponiéndose en el ámbito de la música experimental, para 2018 tiene previsto lanzar varias ediciones en vinilo y cassette. Recientemente el sello checo Punctum ha sacado a la luz una cinta que documenta una de sus mesmerizantes sesiones en vivo.
AUDICIÓN
Contemporánea
Helmut Lachenmann / See the sound / MDI Ensemble / L’empreinte Digitale
Un documento fundamental en la fonografía
A quien esto firma no le cabe duda de que Helmut Lachenmann (1935) es el más importante compositor vivo. Diríamos genial si la etiqueta no estuviera tan manoseada, tan arrastrada. Gigante activo de la vanguardia, el conjunto milanés MDI Ensemble, formado en 2002, propone en formato DVD See the sound, un documento fundamental en la fonografía y en el archivo documental que podamos atesorar sobre el compositor alemán. Alberga, en primer lugar, un generoso documental –de sencilla producción y modesto montaje– en el que se intercala una entrevista con Lachenmann con fragmentos musicales de las obras que este cita a cargo de los músicos del conjunto italiano. El de Stuttgart conversa en italiano y nosotros leemos los subtítulos en inglés. Aunque centrada en las cuatro piezas de cámara registradas aquí –a saber; Trio fluido, Pression, Allegro sostenuto y Toccatina–, estas obras sirven a Lachenmann para reflexionar sobre el valor del silencio en su música, el peso de la tradición y su papel transgresor, afrontando también una interesante disquisición sobre el siempre complejo momento del creador joven que se enfrenta a la tesitura de aportar algo nuevo a una tradición en la que parece estar hecho todo. Disfrutamos luego de las filmaciones de las interpretaciones de las cuatro obras citadas, en las que existe una considerable competencia discográfica, lo que redunda en el carácter de ‘clásico vivo’ de Lachenmann. Especial interés suscita el visionado y la audición del menos transitado Trio fluido, para clarinete, viola y percusión, en una formidable ejecución descarnada y contrastante. Muy bien filmada la Toccatina, que permite abismarnos al universo de sonidos leves que Lachenmann extrae de un violín mediante una plétora de técnicas instrumentales expandidas.