Chefa Alonso nació en Coruña, estudió música y medicina. Se dedica a lo primero sin olvidar lo segundo. Su aspecto frágil sostiene una fortaleza admirable. Es una de las pocas mujeres que se dedica a la «improvisación libre». Toca el saxo soprano y la percusión menuda. Está convencida de que «el solfeo es un modo, bastante restringido, de anotar alturas y duraciones y de explicar contenidos básicos de la música».
La poesía no debería reducirse a lo expresado a través de las palabras, dice Chefa Alonso y estoy de acuerdo. En Madrid, tomamos un té juntas en su apartamento de Lavapiés. Siempre he admirado a Chefa, es una rara mezcla de lucidez e inteligencia aplicada a la música. Nos conocimos hace años y alguna vez hemos colaborado juntas.
Para empezar dime qué es la improvisación libre en música.
La improvisación libre es una manera de hacer y componer música en el instante, que está más ligada a la expresión personal, a la relación íntima con el instrumento y a un sentir colectivo del proceso artístico. No hay reglas ni acuerdos prefijados, salvo escucha, respeto, autonomía; (escuchar es una de las herramientas de la tolerancia). Los improvisadores negocian artísticamente, sin palabras, la dirección y el desarrollo de la música. La improvisación es un acto poético y un acto de resistencia. Es una herramienta, una disciplina y un modo de entender la vida.
Según Le Qua Ninh «improvisar es trabajar el virtuosismo del instante. Saber recibir lo que aparece. Trabajar para el presente y en el presente».
Has colaborado con diversos grupos, entiendo que también forma parte de la filosofía de una música sin un grupo fijo.
No es tanto una música sin un grupo fijo, como la idea de tocar y comunicarte con gente que no conoces. Es muy habitual la existencia de encuentros y festivales de improvisación donde las formaciones se realizan al azar y de lo que se trata es de tocar con desconocidos y sumar experiencia, en poner tu lenguaje a funcionar dentro de contextos siempre nuevos. Pero los improvisadores también tenemos grupos fijos y estables. Yo, por ejemplo, formo parte del cuarteto Sin Red, que combina improvisación musical y poética, en el que llevamos tocando juntos más de 15 años. También con la bailarina Raquel Sánchez comparto un proyecto para público con discapacidad intelectual, Bailar el agua, que existe desde hace 18 años y donde la improvisación es esencial.
También has colaborado con poetas, cuál es la experiencia.
Dado que soy lectora de poesía y disfruto muchísimo leyéndola, colaborar con poetas cuya poesía me llega, para mí es un trabajo maravilloso. Me permite componer, es decir pensar de antemano los materiales sonoros, atmósferas, ambientes que me sugiere el texto, e improvisar, porque lo importante es el momento de la lectura y la manera de leer (es decir «la música») del poeta. El primer poeta con el que no sólo colaboré, sino que tuve un dúo durante años, fue Víctor M. Díez, que forma parte de Sin Red (y del dúo Morse); colaboro de forma habitual con Chantal Maillard (y el contrabajista Jorge Frías), con el espectáculo Matar a Platón en concierto; también he colaborado con la poeta Olvido García Valdés, Pilar Martín Gila, Juan Suñén, Teresa Sebastián, Rocío Cerón y contigo Concha, entre otros.
La poesía no solo se escribe. ¿También se toca?
Bueno, yo creo que la poesía no debería reducirse sólo a lo expresado a través de palabras. Lo poético debería estar presente en todos los trabajos artísticos, así como en la propia vida, porque ¿qué haríamos sin poesía? Claro que la poesía se toca, pero, sobre todo, la poesía te toca (si tienes esa suerte).
También has tocado para danza y teatro, así como para documentales.
Mi trabajo en la música y en la improvisación libre, desde sus inicios, se han mezclado con otras artes escénicas, empezando con el teatro (me inicié como músico en el Teatro Corsario de Valladolid), en seguida la danza y la poesía, más recientemente, el circo. Me interesa mucho más el trabajo interdisciplinar en las artes escénicas que los proyectos exclusivamente musicales y es a esto a lo que me he dedicado. He compuesto la música de bastantes obras de teatro, así como de algunos documentales y colaboro de forma habitual con bailarinas y artistas de circo (hice la dirección musical de Al Filo 2011 y 2012, un maratón de circo contemporáneo producido por Escena Contemporánea y Circo Price, y de Circo Interior Bruto, muestra de circo español contemporáneo, estrenado en Amiens, Francia, 2015).
Me hablaste de que en Brasil, dentro de tu campo, eres una música de referencia. ¿Qué pasa en este país?
Bueno, hablemos más bien de Sao Paulo, que es a donde he ido todas las veces que me han invitado, porque Brasil es un país enorme. Efectivamente en Sao Paulo, donde se han celebrado varios Foros para la Educación Musical en estos últimos años; y di bastantes cursos y talleres en Universidades y en el CCSP, conocen mis libros y mi trabajo todos los docentes que se dedican a la Enseñanza creativa de la música. En mi país, no he sentido el menor interés por mi trabajo desde las instituciones musicales y, con alguna excepción, no hay manera de entrar en ellas. Una de estas excepciones fue el Conservatorio de Jerez de la Frontera, cuyo profesor de piano, Alejandro Rojas-Marcos, que había asistido a uno de mis talleres en Madrid, me invitó a dar un curso intensivo de improvisación a los profesores. El resultado de este trabajo cuajó en la formación de la Orquesta Enteguerengue, una orquesta de improvisadores que funcionó durante varios años en Andalucía (tocamos, bajo mi dirección, en el Festival Nocturama y en el Teatro Central de Sevilla).
Crees que las instituciones no apoyan iniciativas como las que practicas, ya que en realidad se trata de hacer lo contrario que proponen los conservatorios de música; es decir, proponer que cualquier persona pueda crear.
Las instituciones musicales no apoyan iniciativas como las mías (por ejemplo, talleres interdisciplinares de improvisación libre o la existencia de una materia como la improvisación libre como herramienta; no estoy hablando de improvisaciones genéricas o históricas que es, como mucho, a lo que llegan los conservatorios) por desconocimiento, es decir, ignorancia y/o por miedo; miedo a perder el control, miedo a la libertad que la creatividad provoca; miedo a perder los privilegios del «saber», etc. Que muchos niños y niñas abandonen la música, olvidando el instrumento que querían tocar porque no pueden con el lenguaje musical, me parece tristísimo y denunciable. ¿Por qué los profesores confunden el solfeo con el lenguaje musical? ¿Por qué mucha gente cree que si no sabe solfeo, no sabe música? La música, es decir, la combinación de sonidos, no tiene nada que ver con el solfeo. El solfeo es un modo, bastante restringido, de anotar alturas y duraciones y de explicar contenidos básicos de la música. Una vez que la muchacha o el joven hayan jugado y aprendido a expresarse con el instrumento, el solfeo se enseña en un pis pas. Lo de los 5 años de solfeo (ahora no sé cuántos son) me parece una tomadura de pelo. No tiene sentido empeñarse en que los niños aprendan a leer y a solfear antes de haber disfrutado de todo lo que puede dar un instrumento amado o instrumentos sencillos con los que se pueden expresar.
Has viajado y en ese lenguaje común qué músicos admiras
Primero tengo que hablar del músico que me hizo descubrir la improvisación libre, el contrabajista alemán Peter Kowald; también el magnífico batería inglés con el que tuve el honor de formar un dúo, Tony Marsh. Por haber vivido 4 años en Londres, tengo allí unos cuantos músicos que me entusiasman como Lol Coxhill (saxo tenor y soprano), y, hablando ya de músicos vivos, Vanessa Mackness (voz) y Evan Parker (saxos tenor y soprano).
Creo que eres la única doctora en Improvisación Libre. Publicaste en 2014 «Enseñanza y aprendizaje de la improvisación libre».
Pues no sé si soy la única, pero me tuve que ir a Londres para poder hacer un doctorado en improvisación y composición, dentro del departamento de Performing Arts, en la Universidad de Brunel. Como resultado de este doctorado publiqué en español el libro: Improvisación libre. La composición en movimiento (Dos Acordes, 2008); la propuesta de esta investigación era demostrar que la improvisación libre es una manera de componer, con el instrumento, en el momento presente y que su devaluación, ignorancia y desprecio vienen ocasionados por motivos históricos y políticos. Seis años después publiqué Enseñanza y Aprendizaje de la Improvisación libre. Propuestas y Reflexiones (Al Puerto, 2014. Bilingüe español/inglés), donde recojo los materiales que utilizo en mis talleres e incluyo también artículos de reflexión sobre la improvisación libre y su enseñanza.
Ahora estás trabajando con un proyecto para personas discapacitadas.
Sí, estos días estamos en el IDEM, Festival de Artes Escénicas e Inclusión Social, con Bailar el agua, en la Casa Encendida de Madrid. Bailar el agua es un espectáculo de estimulación sensorial concebido para personas con discapacidad intelectual. El equipo está formado por Raquel Sánchez (bailarina, dirección escénica), Ana Erdozain (bailarina), Jorge Frías (contrabajo) y yo (saxo soprano, kechapi, percusión; dirección musical).
Otro proyecto reciente y que me gustaría comentar es la Orquesta Carníval, orquesta de improvisadores que formé y dirijo, con 10 músicos, dos bailarinas y un poeta.
Si queréis saber algo más sobre sus proyectos o ver algún teaser de alguno de ellos, podéis consultar su web.
http://chefaalonso.wordpress.com