La segunda ley de Newton puede ser una historia de amor

19 jun 2019 / 22:23 h - Actualizado: 19 jun 2019 / 22:34 h.
"Literatura - Aladar"
  • La segunda ley de Newton puede ser una historia de amor

En nuestra cultura es difícil distinguir entre imaginación y fantasía. Se da por supuesto que la segunda es la madre de la primera. Sin embargo, para desarrollar la imaginación existe otro camino, igual de fructífero, pero mucho más transitable y asequible a todo el mundo: la atención

Todo lo que necesitamos está a nuestro alrededor; solo necesitamos entrenar la mirada. Piense en un color, cualquier color, y mire a su alrededor. Se sorprenderá.

Si la inspiración es algo así como una «visión repentina», hay dos aspectos que la limitan o la bloquean: una idea equivocada de qué es la imaginación, y una atención focalizada en nuestros pensamientos. Cambiar ambas está a nuestro alcance, porque ambas están relacionadas con el acto de mirar, con el acto de ver. Estamos tan ciegos a lo que nos rodea como lleno el mundo que pasamos por alto. Para desarrollar la inspiración basta con afinar la mirada. Uno puede forzar a las palabras a decir lo que queremos, pero también podemos ser instrumentos al servicio de la palabras. Podemos dejar que sean ellas las que nos vayan señalando el camino –y aquí la atención es clave-. Para la mayoría de nosotros, este es el camino de la creatividad: es el acto de escribir el que nos irá mostrando el camino si aliviamos el control, si desarrollamos la capacidad de ver las puertas que se abren a los lados de lo que creíamos que queríamos contar; si aprendemos a abandonar el camino trazado y atravesar esas puertas que se abren. La creatividad es conducir por la autopista y tomar un desvío simplemente porque hay algo en un cartel que nos llama la atención. Igual que sucede al conducir, no necesitamos pensar todo el tiempo en nuestro destino. A ratos podemos distraernos en el paisaje, en lo que nos rodea. La paradoja es que es en esa distracción donde podemos encontrar el lugar hacia el que realmente tenemos que ir.

Caminar es un acto extraordinariamente complejo en términos biológicos, pero para todos nosotros es un acto cotidiano. Lo mismo podemos decir de la relación entre inspiración y lenguaje: la relación entre ambas es un misterio, pero cuando centramos nuestra atención, esa misteriosa relación se concreta en una escritura fluida y fácil. Si tenemos curiosidad por profundizar en los mecanismos de la inspiración, es preciso preguntarse por la naturaleza de esas relaciones. La propuesta de estas líneas se fundamenta en el entendimiento de estas relaciones como unas de sugerencia o asociación, es decir: una palabra lleva a otra, una idea lleva a otra -salto de un lenguaje a otro-, o bien se establece una relación asociativa -no inmediata- entre ideas aparentemente lejanas. Las palabras nos van mostrando como tejarlas entre sí. Las palabras no solo sirven para contar lo que queremos contar; sirven también para descubrir lo que uno quiere contar. Es la escritura la que inspira, y no la inspiración la que escribe. Solo hay que afinar los sentidos.

La escritura literaria a menudo se asocia a conceptos musicales, a procesos simbólicos. Rara vez se establecen vínculos con disciplinas lejanas como la ciencia o la técnica. Los mecanismos que subyacen pueden ser distintos, pero si uno mira atentamente, a modo de juego, podemos ver como surgen esas relaciones de las que hablábamos antes. Si un relato es el acto de dar cuenta de unos hechos, la física es tan relato como cualquier novela. Tiene su particular lenguaje, pero no deja de ser un relato. Hay una trama, un argumento, una cronología, unos personajes. Por lo tanto, si la inspiración es el arte de mirar, la física es tan fuente de inspiración como cualquier otro. ¿Y si la física nos permitiese ver que todos los relatos de la realidad manifiestan unas características comunes en cada época? ¿Qué nos diría esto sobre la relación de precedencia entre nuestra realidad y nuestra percepción? ¿Cómo podríamos escribir literatura si llegásemos a la conclusión de que nuestra percepción es la que determina la realidad que vemos? Juguemos...

La segunda ley de Newton es el corazón de la mecánica clásica. Su formulación es la siguiente: F = m x a. En términos sencillos esta ecuación establece la relación que existe entre las fuerzas «F» que actúan sobre un cuerpo de masa «m», y su movimiento resultante, representado por la aceleración «a». La solución particular para un sistema concreto es una trayectoria en el espacio, cuya representación podría ser las siguiente:

La segunda ley de Newton puede ser una historia de amor

¿Puede esta ecuación describir algo más que trayectorias en el espacio? Basta con tomar la masa «m» como el carácter, la fuerza «F» como una situación, y la aceleración «a» como la reacción emocional de un personaje. Ahí tenemos un relato lineal. Basta con conocer el carácter y la situación en la que está inmerso un sujeto -un personaje-, para anticipar su comportamiento -su trayectoria a lo largo del tiempo-. Los estereotipos funcionan así. El concepto lineal y mecanicista lo abarca todo: la física, las ciencias naturales, lo literario. Vemos así como funciona una de esas relaciones de asociación o de sugerencia.

El siguiente ejemplo es una ecuación matemática típica de los sistemas dinámicos no lineales -los sistemas caóticos-. La ecuación es tan sencilla como complejo su comportamiento: X(n) = c X(n-1)(1+x(n-1)). Esta ecuación es un modelo que representa el desarrollo de una población a lo largo del tiempo. «c» es la tasa de crecimiento, «n» el año y «X» la población en un año determinado. La característica mas destacable del comportamiento de la ecuación es su sensibilidad a las condiciones iniciales. Si la población inicial varía en un número muy pequeño, el desarrollo de la población a lo largo del tiempo es completamente distinto. La representación gráfica de este comportamiento en dos casos de población inicial muy próximos podría ser:

La segunda ley de Newton puede ser una historia de amor

Un relato planteado en estos términos sería muy distinto al ejemplo anterior. Sería un relato donde cualquier nuevo elemento, por insignificante que sea, sería suficiente para alterar el desarrollo de la acción.

A menudo se suele hablar de correlato a la hora de referir la relación entre realidad y narración. Llegados a este punto es interesante hacerse la pregunta: ¿Podría plantearse un mismo relato desde estos dos puntos de vista? ¿Sería el mismo relato? Más aún, ¿sería la misma realidad?

No es solo el hecho de que cualquier cosa sea una fuente de inspiración, sino que lo que miramos y la manera en que lo hacemos, si lo hacemos con la suficiente amplitud, nos está hablando sobre nosotros mismos, sobre cómo nuestra mirada construye la realidad en cada época. Este pequeño juego nos muestra que el hecho narrativo es algo muchísimo más amplio que lo literario; que lo artístico incluso. Es algo que lo impregna todo en cada época –la época de la máquina, y la época del caos-. Quien quiera dar cuenta de su tiempo, quien quiera contar su tiempo, habrá de mirar alrededor. No necesariamente en todos los rincones, sino en cualquier rincón. La verdad está en cada detalle; en todos ellos. Basta con prestar atención a aquello a lo que uno es mas sensible.

Para acabar, siente uno la tentación de dejar en el aire una pregunta: ¿Qué se esconde detrás del lenguaje que permite dar estos saltos? No puedo evitar transcribir esta cita de Michel Butor: «Nuevas formas revelarán en la realidad nuevas cosas».