La solución final: La maquinaria de la muerte

El crimen más brutal de la historia de la humanidad se preparó en una mesa en la que estaban sentados los asesinos más perversos jamás conocidos. Y no se trató como un crimen a cometer sino, más bien, como algo que había que estructurar para que fuera mecánico; como si se estuviera planificando la actividad de distintos mataderos de animales. Perturbadora y necesaria.

28 ene 2017 / 12:00 h - Actualizado: 27 ene 2017 / 07:29 h.
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En la conocida como Conferencia de Wannsee, un grupo de personas decidió que el futuro de millones de personas sería pasar sus últimos días metidas en un vagón de carga, en un campo de exterminio pasando grandes calamidades y/o asesinados en una cámara de gas. Así de sencillo. Esa reunión estuvo presidida por Reinhard Heydrich (conocido, entre otros, por el alias de carnicero de Praga) y organizada por el Teniente Coronel de las SS alemanas Adolf Eichmann (uno de los máximos responsables del exterminio del pueblo judío en los campos de concentración diseminados por Europa). Asistieron otros militares, burócratas, cargos políticos y abogados. Es posible que sea la reunión conocida con más asesinos despiadados presentes de la humanidad. La reunión se alargó unas dos horas y se sabe de ella por la transcripción que se encontró en el despacho de uno de los asistentes y que debería haber destruido. Lógicamente, no lo hizo.

La solución final (nombre que se dio a las matanzas masivas de hombres, mujeres, ancianos y niños de raza judía) es una producción de HBO Films para la televisión. Fue dirigida con mimo por Frank Pierson, sin hacer experimentos ni alardes al rodar. Austero, solvente y preciso. Salvo algunas escenas (pocas y elegidas para que la película no pareciese una obra de teatro) la acción se concentra en el salón de reuniones. La sensación de teatralidad, no obstante, es patente. En cualquier caso, la cámara está colocada donde toca y no se cometen errores. La fotografía de Stephen Goldblatt es, también, sencilla y efectiva. No parece que se usen filtros en ningún caso ni lentes especiales. No era necesario para contar esto y de esta forma. El efecto que se busca es ese, el de la sencillez, cuando la decisión que se va a tomar es extravagante en todos los sentidos. El vestuario está cuidadísimo hasta el último detalle.

Con todo ello, lo importante lo encontramos en el guión. Pegado a la realidad de lo que ocurrió (al menos a lo que se sabe de esa conferencia) Loring Mandel construye una trama simple, pero repleta de frases atroces que se repiten sin cesar (no por falta de ideas sino para que los matices de cada personaje aparezcan al decir esto o aquello y el espectador quede estupefacto). Porque lo que resulta insólito y brutal es que esa reunión fuera un trámite más para los nazis; lo que resulta miedoso es que la aniquilación de millones de personas se tratase como un problema jurídico, militar, legal o laboral. Nunca como un problema humano.

El personaje de Adolf Eichmann lo defiende Stanley Tucci. Está creíble y muy contenido. Por su parte, Kenneth Branagh encarna a Reinhard Heydrich. La sensación es otra. Algo excesico en su interpretación aunque, a decir verdad, el personaje tiene unas particularidades que hacen difícil escapar de la sobreactuación. Entre el reparto, destaca Colin Firth con un trabajo sencillo y correcto.

Uno de los asistentes a la reunión dice que el pueblo judío es el escogido, pero para el gas. Un terrible resumen de la película y, por supuesto, de lo que ocurrió en Wannsee.

En la Conferencia de Wannsee se sentaron en a misma mesa el grupo de asesinos más sanguinarios de la historia de la humanidad. / El Correo

En primer plano Kenneth Branagh que encarna el papel de Reinhard Heydrich . A continuación Stanley Tucci como Adolf Eichmann. / El Correo

Kenneth Branagh, aunque algo excesivo en su trabajo, cumple con su papel. / El Correo