La tercera virgen

13 oct 2018 / 12:52 h - Actualizado: 13 oct 2018 / 13:02 h.
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  • Portada de ‘La tercera virgen’. / El Correo
    Portada de ‘La tercera virgen’. / El Correo

Frèderique Audouin-Rouzeau es el nombre auténtico bajo el que se esconde la escritora francesa Fred Vargas; conocida por la saga de novelas negras protagonizadas por el inspector Adamsberg, de las cuales esta resultó ser su primera aventura literaria.

Hay que decir que el oficio de Vargas es el de medievalista y arqueóloga, profesión que ya en esta novela se deja ver a través de la iconografía y el mundo animal que, como en un proceso jurídico cualquiera, nos llevará a la idea de un asesino que tortura en nombre de la religión, hasta dejar morir.

Poco a poco, la historia dialogada a ritmo frenético y con una negritud de tono a veces surreal, nos plantea que esta primera hipótesis es falsa, todo ello gracias a multitud de actantes o agentes, como Veyrenc, una rara avis que colecciona para su padre textos de Racine y que recuerda al monje copista, concienzudo y tenaz de los monasterios de antaño; o el forense, un tipo al que volverán majareta intentando esclarecer los indicios de enfermedad mental dentro de la escena del crimen.

Se separa claramente el hecho de que haya problemas mentales con otros psicológicos y se recorre durante gran parte del hilo argumental gracias al hueso triangular peneano de un ciervo o un gato, como si en el hecho de encontrar allí un amuleto fuera a desaparecer cualquier sospecha, susceptibilidad o superstición en torno al caso.

Lo tenebroso como obsesión va atrapando poco a poco al lector, que desde un principio se acerca al caso más como una novela política que puramente policíaca, de hecho se ven similitudes con posteriores novelas también editadas en Siruela como «El ejército de los furiosos».

Otro personaje interesante y clave en la intriga es Francine, una chica solitaria que dedica todas sus energías a escuchar a través de puertas y ventanas cómo entra la carcoma, así como por la noche a beber café con ron y ver series de televisión.

Grato descubrimiento que deja notar en su alta ambición un gusto por el uso del lenguaje desmesurado, que no está allí para resolver, sino para urdir, de tal forma que sólo hasta la última página sabemos posible el mantenimiento de los conflictos en nebulosa, gracias también a que ignoramos muchas de las intencionalidades.

El movimiento anímico de los personajes a veces se resiente en virtud del mantenimiento de una tesis, pero para todo aquel que ame la imperfección perfecta de tantas novelas, aquí tiene no sólo esta magra novela, sino nueve partes más, que prometen el mismo inusual tipo de diversión.

Calificación: Interesante.

Tipo de lector: Acostumbrado a que lo engañen, en el buen sentido.

Tipo de lectura: Exigente.

Argumento: A armar por el lector.

Personajes: Variopintos.

¿Dónde leerla?: Visitando una iglesia románica del Perigord francés.