Ricardo Ribeiro es un cantante estupendo. Pero charlando con él, descubres que, además, es un hombre profundo, de convicciones arraigadas en valores de gran calado, un hombre que tiene mucho que decir porque sabe echar un vistazo a su alrededor para intentar comprender y disfrutar de la realidad, de lo que eso significa. Es un excelente conversador y despliega el discurso rodeándolo de simpatía, de cercanía, de formas exquisitas.
Comenzamos hablando de cómo llegó al territorio de fado, de cómo alguien termina siendo artista, de cómo las cosas son, muchas veces irremediables.
«El fado es tradición oral. Se comienza cantando en casa siendo niño, se acompaña a los adultos, a los que cantan, a los que ya escriben su poesía. Mira, mi madre cantaba en casa; no en público, pero sí en casa. Y eso me hacía feliz. Hoy en día, canto por mi madre, soy heredero de su música. Y, también, desde muy pequeño, comencé a ir a la casa del fado».
Hace una pausa, piensa despacio.
«Yo creo en el destino. Cada persona que llega al mundo lo hace con mensaje propio y quizás cada persona que canta llega al mundo con ese mensaje. Aunque yo hago otras cosas. Escribo, por ejemplo. Me falta el talento para hacerlo, pero lo hago lo mejor que puedo. No hay que confundir las cosas. El arte es distinto al entretenimiento. El entretenimiento te hace olvidar la vida y el arte te hace recordar la vida. Si no tienes esto muy claro no puedes dedicarte al arte».
Todos los aficionados a la música sabemos qué es un fado, pero quiero que me lo explique para que nadie tenga que recurrir a una página de Internety, así, enterarse.
«Es como la vida, es un fenómeno que acontece con la mezcla de espíritu y carne. Es una explosión de vida. Si fuera andaluz diría que es como el duende flamenco. Se lleva dentro, muy profundo».
¿Qué tiene de blues el fado? Te lo pregunto porque soy de los que pienso que el blues está por debajo de casi todo lo que escuchamos...
«Bajo el fado está el blues. Todo el mundo tiene dolor, todo el mundo vive el desamor, todo el mundo sufre; pero cada pueblo canta de forma distinta. En el fado se encuentra el jazz y el blues, es cierto; pero, además, en otras cosas nos encontramos el fado. Todo se mezcla en la música. Los sentimientos cantados son, al fin y al cabo, sentimientos».
Desamor, dolor, sufrimiento. Pero, entonces ¿se puede cantar cualquier cosa con el fado?
«Claro que sí. El fado es muy libre. No tiene reglas, tiene características. El arte, en general, no tiene reglas, tiene características. Lo que sucede es que las letras suelen hablar de algunas cosas repetidamente. El fado es auténtico, es una forma de decir la verdad. Verás, Gabriel, con la música se puede mentir, pero esa mentira dura poco. Leonardo da Vinci tiene una frase sobre la música que dice: ‘la música es la estructura de lo invisible’. Entonces, esa estructura que está ahí, el público no la ve aunque la siente. Si la descodifica sabe si es cierto o es mentira lo que le cuentan con una canción, con la música. Se siente como verdadera o como falsa. No es posible engañar a nadie aunque es posible contar cualquier cosa».
En el fado ¿música y letra deben funcionar de forma autónoma? Un buen poema cantado debería ser un buen poema leído ¿no?
«El fado es un matrimonio casi perfecto entre poesía y música. Aunque hay que respetar las reglas básicas. Por ejemplo, la métrica. Pasa lo mismo que en el flamenco. No se puede cantar lo mismo por bulerías que por soleás. Y, desde luego, si un poema es malo lo es dentro del fado».
Charlar con Ricardo Ribeiro es un privilegio. Sabe lo que dice y lo dice desde el sentimiento, desde la devoción por el arte. Me interesa, ahora, que me haga un análisis de la situación del fado en la actualidad.
«Está muy vivo. La gente ama el fado. El fado canta a la vida de todos, al corazón del portugués. Yo he estado en Jordania y en México y la gente siente el arte, tu verdad. Eso es lo importante, que sepan lo que llevas dentro. El fado es un vehículo perfecto y funciona en todo el mundo».
Nos despedimos hasta el próximo día 11 de diciembre. Hay que escuchar a Ricardo Ribeiro en el Teatro Lope de Vega de Sevilla. Cantando fados, haciendo eso que sabe hacer tan bien.