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Actualizado: 24 ago 2017 / 16:47 h.
  • La verdad sobre la muerte de José Antonio Primo de Rivera
    Portada del primer y único tomo publicado de la Historia de la Falange de Sevilla. / El Correo
  • La verdad sobre la muerte de José Antonio Primo de Rivera
    Narciso Perales, falangista sevillano. / El Correo

Puede afirmarse que desde 1939, el Régimen del general Franco no había tenido que enfrentarse a tantas adversidades acumuladas como las de 1945. Además de las naturales secuelas de la Guerra de España, junto a la herencia recibida de la Monarquía alfonsina y la República, que marcaron el principio de la postguerra, se plantearon múltiples problemas derivados de la Segunda Guerra Mundial, que Franco tuvo que ir sorteando en un difícil equilibrio entre los dos bandos enfrentados. Luego, el cerco internacional instigado por la Unión Soviética y asumido por Estados Unidos y Gran Bretaña, cuyas consecuencias las pagaría principalmente el pueblo español y, sobre todo, las clases más modestas. Pero todas estas calamidades parecerían, seguramente, de escasa entidad al destino, y aún cayeron sobre los españoles más penalidades: desde la pertinaz sequía a las paupérrimas cosechas, pasando por el «piojo verde» y la tuberculosis, las ofensivas monárquicas y republicanas, las restricciones eléctricas y el hambre... ¿Qué fue lo que hizo Franco ante tal panorama desolador? Seguir el consejo de Luis Carrero Blanco: «Orden, unidad y aguantar...»

De regreso de unos de sus frecuentes viajes a Madrid, para gestionar asuntos relacionados con la Casa del Mutilado, Carlos Toribio informó confidencialmente a un grupo de falangistas de la vieja guardia, todos ellos apartados del aparato del Partido y dedicados a tareas de asistencia social conjuntamente con la Sección Femenina. También asistieron a la reunión Robledo, Pilar Real y Pilar Miranda. Carlos se había entrevistado en Madrid con Narciso Perales y traía mensajes que transmitir a sus camaradas.

- La Falange -comenzó diciendo Carlos- ha recibido una nueva afrenta del franquismo y la derecha que dominan la burocracia del Partido en Madrid. Esta vez se han atrevido a prohibir, después de haberse estrenado con éxito en el Cine Capitol, la película «Rojo y negro», donde se recupera la memoria de José Antonio...

Pilar Real, sorprendida, preguntó: «¿Qué razones han dado para justificar la prohibición? ¿Acaso no se ajusta a la verdad histórica?»

Carlos respondió que nadie sabía a ciencia cierta las causas de la prohibición, pero que Narciso Perales, que fue al estreno de la película, le dijo que la figura de José Antonio Primo de Rivera se resaltaba como un mártir en un contexto que exponía las circunstancias que motivaron la guerra civil, sobre todo durante los meses del Frente Popular, cuando tantos falangistas fueron asesinados. Las escenas del juicio a José Antonio eran de un patetismo excepcional. Y quedaba en el aire si pudo ser evitado su procesamiento en las Cortes y, por tanto, su condena a muerte en noviembre de 1936.

Carlos recordó que el procesamiento de José Antonio, fue posible por los votos de la derecha que aprobaron conceder el suplicatorio en junio de 1934.

La realidad histórica, conocida años después, es que el entorno militar del Caudillo consideró que en la película «Rojo y negro» se mitificaba la figura de José Antonio en perjuicio de Franco. Hubo enormes tensiones entre algunos militares anti falangistas, políticos conservadores y la Secretaría General del Movimiento, hasta el punto de que el mismo Franco intervino y ordenó retirar la película y quemar las cintas... El film había sido dirigido por Carlos Arévalo y el personaje de José Antonio lo interpretó el joven actor Ismael Merlo.

Carlos recordó a los camaradas reunidos los hechos que motivaron el procesamiento de José Antonio:

- En el mes de junio de 1934, la coalición gubernamental formada por el Partido Radical de Alejandro Lerroux y la CEDA de José María Gil Robles, montaron una operación para privar a José Antonio de la inmunidad parlamentaria. La excusa fue un procedimiento judicial que existía contra nuestro fundador, basado en un infundio legal, sustentado a su vez en la mentira de que en su casa se habían encontrado dos pistolas. O sea, que teniendo licencia en vigor, se le quiso acusar de tenencia ilícita de armas... Cuando el Tribunal Supremo envió el suplicatorio al Congreso, el presidente de la comisión era Indalecio Prieto. Entonces y como además de José Antonio estaba incluido en el suplicatorio el socialista Juan Lozano, Prieto hizo una ardorosa defensa de ambos, pero citando especialmente a José Antonio. La sorpresa parlamentaria fue que, al llegar el momento de la votación, la derecha apoyó la concesión del suplicatorio y votó contra José Antonio... Ni el mismo Prieto se creía lo que estaba viendo. Tanto es así que, indignado por el comportamiento de los cedistas, propuso enérgicamente y logró que la autorización para procesar a Primo de Rivera y Lozano no tuviera efecto hasta el fin de la legislatura.

- Luego -continuó Carlos- ya sabemos lo que sucedió. En las elecciones de febrero de 1936, Juan Lozano volvió a sacar acta de diputado y disfrutó otra vez de la inmunidad parlamentaria, pero José Antonio no resultó elegido y quedó a merced de sus perseguidores. Esa fue la verdadera razón por la que estaba en la cárcel en julio de 1936...

Pilar Miranda preguntó por los nombres de los diputados cedistas que propiciaron el procesamiento de José Antonio, y Carlos contestó:

- Votaron a favor del suplicatorio y, por tanto, en contra de José Antonio, los más destacados políticos de la derecha española y sevillana... Los catalanistas Cambó y Trías de Bes, el banquero Villalonga, los sevillanos Pabón, Giménez Fernández y Rojas Marcos... Hasta ciento treinta y siete diputados de Lerroux y Gil Robles. Lo curioso fue ver votar en contra del suplicatorio y a favor de José Antonio, a Indalecio Prieto, Margarita Nelken, Juan Negrín, Ramón González Peña, Julián Besteiro, Luis Araquistain, Manuel Azaña, Alvarez del Vayo... La flor y nata de la izquierda. Entre los pocos diputados de derechas que quisieron librar a José Antonio de las garras de sus crueles perseguidores, estuvieron Ramiro de Maeztu, el tradicionalista Lamamié de Clairac, José Calvo Sotelo, Ramón Serrano Suñer, Pedro Sáinz Rodríguez...