La versión perdida de «Drácula»
Los aficionados a la literatura de vampiros están de enhorabuena. B de Books publica «Los poderes de la oscuridad», la versión islandesa del clásico de Bram Stoker, que incluye nuevos personajes y una trama mucho más oscura y erótica. Tal y como nos recuerda Luis Alberto de Cuenca, el conde Drácula se convertiría en el rey de los vampiros a causa de una indigestión. Incluso en el momento de ser pensado el personaje fue especial y resulta inolvidable
Hace 170 años vino al mundo Abraham Stoker en un pequeño pueblo llamado Clontarf. Hijo de un funcionario irlandés y una defensora de los derechos sociales, su primera niñez estuvo marcada por una grave parálisis que le impedía andar, lo cual no le imposibilitó para destacar tiempo después como atleta y futbolista universitario en el Trinity College. Tras cursar brillantemente la carrera de Matemáticas y presidir la Sociedad Filosófica en dicha institución, el ‘gigante de pelo rojo’, como le apodarían sus biógrafos, accedió a la administración pública siguiendo los consejos de su padre, mientras preparaba oposiciones en Derecho para poder ejercer en Inglaterra. Por aquel entonces su pasión por la literatura ya le había movido a publicar algunos relatos de terror y a ejercer de crítico teatral en el Dublin Evening Mail, algo que resultaría decisivo para su futuro. Logrado su sueño de instalarse en Londres como abogado —para entonces ya estaba casado con Florence Balcombe, una antigua novia de Oscar Wilde—, y tras dar a luz numerosos artículos, un par de ensayos y siete novelas, en 1897 dio a conocer la que sería su obra cumbre: Drácula. En esa época trabajaba para Henry Irving, uno de los mejores actores del Reino Unido y el primero en obtener el título de Sir, quien tras leer las alabanzas que Stoker le había dedicado a su Hamlet, decidió contratarlo como secretario particular y gerente del Lyceum Theatre. Dicha relación duraría más de treinta años, posibilitando que el joven escritor se adentrase en el continente americano merced a las continuas giras.
Construyendo la novela
Luis Alberto de Cuenca nos recuerda que la idea de crear al rey de los vampiros le surgió a Stoker «tras cenar un indigesto centollo». Y es que debido a ello el autor sufriría alucinaciones con un ser de la oscuridad que se alimentaba de sangre. Dejando a un lado la anécdota, lo cierto es que el creador de Drácula siempre mostró una especial atracción por el mundo sobrenatural —su madre le narraba historias de fantasmas cuando era niño—, y en sus viajes a París siempre sacaba tiempo para visitar la morgue, un lugar «fascinante», según sus propias palabras. Asimismo sus biógrafos destacan su pertenencia a la Orden Hermética del Alba Dorada, una suerte de secta esotérica que se dedicaba al estudio de la magia y el ocultismo. De hecho, para la creación de su inmortal criatura, Stoker contó con la ayuda de Ármin Vámbery, un eminente orientalista húngaro que le asesoró en todo lo referente al vampirismo así como en las particularidades de los países del Este. La mayoría de aficionados sabe que el conde Drácula está inspirado en un príncipe rumano del siglo XV llamado Vlad Draculea, al que sus enemigos conocían como ‘el Empalador’, sin embargo la gran influencia reconocida fue la novela Carmilla de Joseph Sheridan Le Fanu, que a su vez se basaba en la figura de Erzsebet Bathory, la Condesa Sangrienta. Al margen de Le Fanu, otros creadores decidieron explorar el universo de los vampiros con mayor o menor acierto; es el caso de Hoffmann, Goethe, Polidori o Théophile Gautier. Si bien la obra fundamental sobre el tema continúa siendo el Tratado sobre las apariciones de espíritus y sobre los vampiros del monje benedictino Augustin Calmet (1746).
De Londres a Reikiavik
La primera edición de Drácula fue de tan sólo 3000 ejemplares y poco antes de su publicación Bram Stoker decidió cambiarle el título —originalmente se llamó El no muerto—. Aunque la recepción inicial no fue demasiado buena, algunos autores como Wilde y Conan Doyle le dedicaron encendidos elogios, llegando a convertirse con el tiempo en la tercera obra más vendida en lengua inglesa tras la Biblia y las obras de Shakespeare. Hasta Fidel Castro confesaba haber pasado un miedo espantoso, paralizante, leyendo sus páginas. Pese a encuadrarse en el género del terror, lo cierto es que la novela va mucho más allá y nos plantea un discurso «casi teológico, que es la lucha entre el bien y el mal», según el dramaturgo Ignacio García May. Aunque este aspecto suele quedar eclipsado ante la fuerza y el magnetismo de su protagonista. Al margen de su recepción y sus distintas traducciones, solo tres años después de su lanzamiento el editor y escritor Valdimar Ásmundsson se propuso no ya adaptar sino alumbrar una versión distinta de la historia. De este modo, en 1901 salió a la luz en Islandia una obra titulada Makt Myrkranna (Los poderes de la oscuridad) que además de estar escrita a cuatro manos —el propio Bram Stoker colaboró en el proyecto— introducía nuevos personajes. Este nuevo enfoque de Drácula no solo era más reducido que la novela original sino que se revelaba como mucho más oscuro y erótico. Según explica Hans Corneel de Roos en la introducción a la novela publicada por Ediciones B «solo el prefacio a esta versión islandesa, sacado a la luz por Richard Dalby, atrajo el interés de los estudiosos de ficción gótica de todo el mundo, pues en él se parece sugerir una relación entre el texto de Drácula y los infames crímenes cometidos por Jack el Destripador, pese a que el relato de vampiros de Stoker no menciona en absoluto esos asesinatos». De hecho, algunos autores incluso llegaron a sospechar que Stoker conocía la identidad del legendario Jack the Ripper...
Un puñado de sorpresas
A aquellos que conocen bien Drácula, el texto de Los poderes de la oscuridad les tiene reservadas algunas sorpresas, como la extensión del viaje de Jonathan Harker a Transilvania —aquí es rebautizado como Thomas— que pasa a convertirse en uno de los ejes del libro. Esta parte en concreto ha aumentado en un sesenta y tres por ciento, mientras que el resto ha disminuido en más de un noventa, lo que a la larga impide describir Makt Myrkranna como una versión reducida —en el fondo es otra cosa—. La otra gran diferencia reside en la desaparición del formato epistolar en la segunda parte. No hemos de olvidar que una de las características más sobresalientes de Drácula es precisamente el estar desarrollada mediante una serie de diarios, artículos de periódicos y cartas casi siempre firmadas por los personajes, mientras que en la versión islandesa es un narrador omnisciente quien nos guía a través de la historia. Por otro lado, varios de los episodios situados en Whitby y Londres están omitidos y la persecución de todo el grupo por Europa, a través de Moldavia y Transilvania, desaparece por completo. Si bien podemos afirmar con rotundidad que Los poderes de la oscuridad es una historia de amor más intensa que Drácula, pues en el original las promesas y los rezos solapan el contacto íntimo. Sin ir más lejos, mientras que en la obra de Stoker Jonathan Harker siente repugnancia por las vampiresas tras su excitación inicial, su homólogo en la versión islandesa desea continuamente reunirse con la tentadora joven de tez pálida... En suma, el hallazgo del investigador de Roos de Los poderes de la oscuridad nos permite reencontrarnos con un clásico de la literatura universal de un modo distinto y apasionante. Y es que sus páginas no sólo nos ofrecen una nueva visión prologada por Dacre Stoker, sino que incluyen más de cuatrocientas notas del investigador holandés, planos del castillo diseñados por él mismo y un epílogo de John Edgar Browning, especialista en literatura de terror.